De ser izquierda de la derecha a completo derechista. El Señor Rubén Vizcaíno Valencia fue toda su vida un intelectualoide que usó magistralmente la careta liberalona y democraticoide. Primero un charlatán y demagogo priista y al final un miserable panista. Un político pequeñoburgués. Siempre vacilante. Quien siempre daba bandazos. Hoy titubeante en la izquierda (de la derecha priista) y mañana sin recato alguno en la derecha. Cómico y estrafalario por añadidura. Atendamos a alguien que conoció a Vizcaíno y que además fue bandolera, en los años 50, de esa criminal cofradía que siempre ha sido el PRI. “Allá por 1955 llevaba las riendas del tricolor municipal (se refería al PRI de Mexicali) el Profesor Julio T. Pérez y Rubén Vizcaíno, dos personajes muy estimados y populares. Como era natural a los habitantes de esa colonia se les prometió luz, agua, drenaje y como el Profesor Vizcaíno le ponía mucho énfasis a sus discursos atraía a la multitud…Me deleitaba escuchar tanta mentira…Nuestros jilgueros (es decir Vizcaíno y compañía) canta y canta…Nosotros ya estábamos aprendiendo a gorjear y a contar mentiras”. (Dalia Nieto de Leyva, de su libro: “Por qué me hice periodista” / 1994 p. 49) Como el lector podrá ver, Vizcaíno fue un engendro del priismo. Fue gran admirador del reaccionario intelectual salinista Octavio Paz y del Halcón Echeverrista Carlos Fuentes. En los años 60 y los 70, cuando la lucha revolucionaria cimbrara a la nación, se ladeó un poco hacia la izquierda. Como un buen número de intelectuales pequeñoburgueses lo hizo. Al poco tiempo regresaron a su cubil. Su hijo mayor militaba en esos años en las filas del trotskismo. Poco después se convirtió en un despreciable priista. Cuando en 1971 el Movimiento Estudiantil Progresista de Baja California se apoderó del lujoso prostíbulo y nido burgués, el Club Campestre de Tijuana, para obligar a la burguesía regional a construir allí la Universidad, el Profesor Vizcaíno fue de los pocos que abiertamente se sumó a la lucha de los estudiantes. Se podría decir que era un profesor respetado por el estudiantado rebelde. Los más putrefactos y reaccionarios priistas lo miraban con displicencia. Nunca en mi vida he vuelto a escuchar el poema “Oda a Stalingrado”. La escuché de labios de Vizcaíno, con elocuencia recitó la poesía. Al terminar, recibió caluroso y atronador aplauso. Lo anterior ocurrió en 1980 durante la huelga en la Universidad Autónoma de Baja California (UABC), Tijuana. El Señor Vizcaíno era admirador del poeta socialista chileno Pablo Neruda, autor del poema. Esa etapa de su vida fue plausible. Como pequeñoburgués intelectual se las recargaba de leer a Marx y a Lenin. Pero no, él nunca fue marxista. Se acercó al socialismo oficial, al socialismo burgués y de allí no pasó. Ni él tenía la intención de cruzar esa barrera. En los años 60 y los 70 era moda ser marxista. Pero el marxismo no es un dogma, mucho menos un afeite, sino una guía para la acción revolucionaria, para liberar al proletariado y a todo el pueblo de la esclavitud capitalista. Para Vizcaíno y compañía el marxismo era un brillante adorno. Nada más. Adorno que lanzó al bote de la basura al pasar de moda. En la segunda mitad de los 80 su pequeño “furor antigobiernista” se comenzó a eclipsar. La burguesía le tendió la confortable cama y él se echó en ella a retozar con deleite. Le ofrecieron lodo en oropel y no titubeó en batirse en el reaccionario estercolero. Vizcaíno pasó a ser un abierto peón más de la burguesía. Abiertamente se convirtió en un coolie de la pluma y del verbo. Y su estrafalario talento lo puso, con ardor, al servicio de los enemigos de la clase obrera. El rotativo más reaccionario y más antipopular de Baja California, el periodicucho El Mexicano, le abrió las puertas de par en par. Y Vizcaíno comenzó a nadar complacido en las pútridas aguas PRI-gobiernistas. Régimen que él decía había empezado a odiar después de la masacre de Tlatelolco. El estrafalario poeta comenzó su caída y su descrédito desde que entró a esa cueva criminal, a ese papelucho inmundo, El Mexicano (hasta la fecha este rotativo apesta a chiquero pinochetista). Y siguió su carrera irrefrenable, hundiéndose en el pantano. Cuando el imperialismo y la reacción interna del país decidieron cambiar, en Baja California, los caballos priistas y panistas, Vizcaíno se subió al carretón de los fascistas del PAN. Para el exótico Profesor el fascista Ernesto Ruffo era un demócrata. Vizcaíno Valencia fue el típico pequeñoburgués, cuya condición intermedia entre el proletariado y la gran burguesía se balancea y da vaivenes. Levemente tierno con las masas explotadas y medianamente reacio y colérico con los de arriba, en un tiempo, pero lisonjero con la burguesía, en otro tiempo cuando ésta lo acoge en su regazo; olvidándose de la ternura que profesaba antes a los de abajo, olvidándose del sufrimiento de los oprimidos. Nosotros por ningún motivo negamos los escasos puntos pasaderamente buenos del Señor Vizcaíno. De ninguna manera. Pero tampoco lo elevamos por las nubes como lo hacen algunos mediocres intelectualoides, burgueses y pequeñoburgueses. Como lo hacen los reaccionarios hoy, ocultando las etapas dela vida del Profesor en que él se comportó con algo de cierta firmeza y valor sin importarle que lo trataran con desaire. Dos días antes de la inauguración de la réplica de la Torre de Agua Caliente, Vizcaíno hizo la siguiente declaración: “La réplica de la Torre de Agua Caliente que se inaugura el día 14 de mayo bajo el supuesto de un ‘regalo inapreciable a la ciudadanía’ no es más que un símbolo de la leyenda negra de Tijuana, cuando la ciudad era una ciudad de juego, un garito de cantinas, cabarets, prostíbulos y venta de drogas a buen precio, negocios tolerados por el gobierno del Gobernador Abelardo L. Rodríguez, socio de la empresa principal de esa casa de juego famosa por el libertinaje público. Ya existiendo la torre, lo único faltante sería la reedificación también del viejo casino en nuevo garito, tal y como viene proponiéndolo no pocos de la, llamada industria turística”. (Rubén Vizcaíno Valencia. Periódico ABC, Tijuana; jueves 12 de mayo de 1988) Vizcaíno no se anduvo por las ramas, contundente y directo arremetió contra la mafia. ¿No es esto valeroso? ¿No es tal disertación admirable? Nunca nosotros vamos a ver a los vizcainistas contemporáneos, a esa caterva de vendidos, a esos gusanos que se dicen adorarlo tanto, hacerle una pequeña crítica al mafioso priista Jorge Hank Rhon. Al contrario, lo almibaran, se le arrastran como culebras. Ellos recogen lo más condenable de Vizcaíno. Ellos recogen el lodo vizcainista y se baten en él. Los actuales adoradores de Rubén Vizcaíno son unos auténticos mercachifles reaccionarios. Se ufanan de ser gente culta y no pasan de ser unos perfumados charlatanes. Mantenidos por el Estado burgués. Tan palurdos como su actual patrón, el usurpador priista Peña Nieto. Si ponemos en la balanza las malas y las pequeñas y escasas buenas acciones de Vizcaíno podríamos ver que sus malas acciones pesan más. Pesan mucho. El hecho de que el Estado burgués le haya puesto su nombre al auditorio de la UABC y al Cobach núm. 1 de Tijuana, y que hasta un monumento le haya construido, deja ver lo agradecida que está la clase burguesa con él. Vizcaíno, allá en el fondo del infierno ha de estar al lado de Carlos Pellicer, Octavio Paz, Carlos Fuentes, Monsiváis. Y de tantos otros intelectualoides que se arrastraron a los pies de los tiranos. Sus fugaces requiebros que tuvo para el socialismo para el pueblo oprimido no logran ponerlo a salvo de la picota, de la condena popular. Nosotros los verdaderos marxistas-leninistas-estalinistas consideramos al Profesor Vizcaíno como uno más de los intelectualoides ambidiestros que fueron a parar al basurero de la historia. Lugar adonde deben ir a parar todos los charlatanes, traidores y reaccionarios. Lugar del cual nunca saldrán. Javier Antuna Tijuana, B. C. lahojadeltrabajador@yahoo.com