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domingo, septiembre 22, 2024
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Rickettsia al alza

Erráticas medidas gubernamentales El  2 de noviembre de 2013, Carlos Darío Frausto Rosas cumplió 15 años, pero no fue su mejor aniversario. El joven estudiante de tercero de secundaria tenía entonces cerca de un mes internado en el Hospital General de Mexicali, con diagnóstico de Rickettsia. Cuatro semanas después el cuadro se agravó; al joven le amputaron un pie. Los casos parecen multiplicarse. En agosto pasado, un joven estudiante de preparatoria, Israel Galaviz Caro, contrajo el mal, fue internado en el Hospital General y, por las secuelas del tratamiento, el flujo sanguíneo no alcanzó a llegar a los dedos de manos y pies, los que se amorataron y debieron ser amputados. Ahora Galaviz está convaleciente, pero a la espera de donaciones para adquirir las prótesis. Otro contagiado fue Hernán García, de la colonia Santo Niño, quien en octubre de 2013, presentó síntomas de dolor, temperatura y debilitamiento. “Me dijeron que tenía hepatitis, que tenía sida”, refiere el joven michoacano de origen, residente por años en Estados Unidos, deportado por un delito menor y ahora habitante de Los Santorales. Fue hospitalizado y sobrevivió al mal, fue dado de alta, su primera cita externa la tenía en noviembre, pero debido a una ausencia de la doctora que le atendía,  se le cambió para el año entrante. Mientras, en su casa sigue conviviendo con dos perras pitbull. A unos kilómetros de ahí, Priscila se entretiene jugando con otra niña, tiene cuatro años y hace dos meses presentó síntomas de catarro; después de varios días y ante la falta de mejoría, Yesica -su mamá- la llevó al Hospital General, donde le diagnosticaron gripe. La menor no mejoró y tuvo que volver al día siguiente, y ante la insistencia, los médicos detectaron que se trataba de Rickettsia. La niña estuvo internada por diez días y terminó su tratamiento en su casa, en el Infonavit Cucapá, en una casa prestada por el papá de Yesica, donde no tienen ni agua ni electricidad. Ella explica que viven de lo que les aporta el padre de las dos niñas, y hasta el momento, asegura, no ha recibido apoyo social.  De acuerdo con el doctor Moisés Rodríguez, jefe de Epidemiologia del Hospital General, desde 2008 -cuando empezaron los casos de Rickettsia, ya en secuencia-, a la fecha se han  detectado más de mil enfermos de Rickettsiosis en Mexicali, ya no solo en la Zona Poniente, sino también en la Oriente, Valle y hasta en San Luis Rio Colorado, Sonora. De éstos, han fallecido cerca de 81 infectados. El especialista considera que las medidas tomadas desde la esfera oficial han sido erráticas, que se ha minimizado la situación y no se ha atacado el problema de frente. Desesperado, la semana pasada elaboró un documento dirigido al gobernador del Estado de Baja California, Francisco Vega de Lamadrid, donde plasma toda la información referente al tema, pero a la fecha, ni siquiera tiene la seguridad de que el mandatario haya tenido acceso al informe sintetizado. No se aprende del error Desde el otoño de 2008 se presentó una serie de extraños brotes de enfermedad, sobre todo en la parte Poniente de Mexicali. Con el invierno y la entrada del año 2009, los enfermos se multiplicaron, aunque desde la Secretaría de Salud minimizaron lo que estaba sucediendo. En febrero de ese año, el sector oficial solo reconocía tres muertes, un informe médico posterior admitió más de una decena de fallecimientos a causa de una bacteria, el parásito intracelular que provoca la Rickettsia. Ya con la crisis pública encima, desde el sector gubernamental implementaron una serie de acciones, sobre todo en la Zona Poniente de Mexicali: la recolección de toneladas de basura, la fumigación y el sacrificio de animales.  Evidentemente, la medida resultó insuficiente, así lo han demostrado los propios datos oficiales, ya que en el transcurso de 2013, suman 17 las muertes por Rickettsia -fundamentalmente en Mexicali-, contra las 15 suscitadas en 2012, ocho en 2011, y 12 en 2010. La insuficiencia de las medidas también quedó exhibida con la diseminación del problema, ya que los brotes dejaron de ser exclusivos de la Zona Poniente de la ciudad, dispersándose en cerca de 120 colonias de Mexicali y el Valle, con un registro aproximado de 90 infectados. Aparte, hay quienes sobreviven, pero con secuelas físicas por lo fuerte del medicamento, como amputación de piernas o dedos de pies y manos. Ahora las derivaciones incluyen la posibilidad de ceguera y daños cerebrales. Historias y atención deficiente Balvina Rosas Trujillo y su esposo Carlos Frausto cargan una serie de recetas médicas, una suerte de expediente donde se acumulan los papeles que indican las medicinas que han tenido que adquirir para mantener con vida a su hijo Carlos Darío Frausto Rosas, alumno de la Escuela Secundaria Número 33, residentes los tres de la colonia Nacionalista, donde se dedican al comercio en los mercados populares conocidos como sobre ruedas. A principios de octubre, Carlos Darío empezó con dolores en la garganta, en el Centro de Salud no alcanzaron cita y acudieron con un médico privado de apellido Bribiesca, quien recetó medicamentos comunes contra una infección. Cuatro días después, la familia tuvo que regresar, ya que el joven presentaba síntomas de deshidratación. Ante la insistencia de la sintomatología -ya tenía convulsiones-, el menor fue trasladado al Hospital General, donde no había la seguridad del diagnóstico. “En una hora se lo podemos entregar”, les dijeron, pese a que Carlos ya presentaba fiebre y convulsiones. El adolescente pasó la noche en el nosocomio, solo para que a la mañana siguiente les confirmaran que se trataba de Rickettsia, por lo que fue trasladado a terapia intensiva. “Ahí empezó  la tormenta”, expone la mamá del muchacho. Luego surgieron complicaciones, ya que Carlos Darío contrajo lo que le llaman una “neumonía hospitalaria”, luego los dedos de los pies se le empezaron a ennegrecer. “Es el efectos secundario del medicamento”, les explicaron en relación a las repercusiones del vasoconstrictor. Lo siguiente fue la amputación del pie derecho, desde la parte del tobillo. Ahora, ante la consistencia de los síntomas, los médicos han recomendado amputar parte del pie izquierdo y ya le cortaron la mitad del índice derecho. Más aún, la mamá del joven explica que en las últimas visitas ha constatado que su hijo está perdiendo la vista. Los padres del joven muestran las recetas que han tenido que comprar, debido a que no las tienen ahí en el hospital -un gasto diario de casi 2 mil pesos-, y entre los recibos incluyen el de una sierra de uso hospitalario, la utilizada para cortarle el pie a su hijo. Llorosos, manifiestan que han recibido algunos apoyos, pero viven en plena incertidumbre, pues no han trabajado de manera regular, consiguen prestado para completar los medicamentos, todo en el marco de que su hijo sigue hospitalizado. En cuanto al deportado Hernán García Orozco,  de 25 años, está desempleado -laboraba en una pizzería- y vive en la colonia Santo Niño. El hogar que comparte con Patsy Vega, su mujer, es resguardado por dos perras pitbull color chocolate, la más feroz es la mayor, de tres años, a la que llaman “CJ” -Ciyei-. García nació en Michoacán, y refiere que la mayor parte de su vida la pasó en suelo estadounidense, de donde fue expulsado tras cometer un delito menor. Ahora vive en Los Santorales y, a mediados de septiembre, empezó a sentirse mal. Días antes había sentido el piquete de una garrapata. Y es que a “CJ” la había dejado encargada con un amigo, ahí mismo en la colonia, en una casa donde deambulaba un perro callejero repleto de garrapatas, luego a la pitbull la pasaron a otro amigo, de donde al recuperarla, venía infestada. Hernán asegura que pasaron varias semanas antes de experimentar los primeros síntomas: dolor de cabeza, debilidad, parecía una gripe. Acudieron a la Cruz Roja, donde le aseguraron que era una infección por la comida callejera, que parecían síntomas de cólera y le surtieron de medicamentos, pero el malestar no desaparecía. “Me desmayé como dos veces, me puse amarillo”, relata. Ttuvieron que llevarlo al Hospital General, donde finalmente le diagnosticaron Rickettsia. Ahí estuvo más de una semana, pero luego fue dado de alta y le entregaron los medicamentos para que siguiera su tratamiento desde casa. Refiere que le habían agendado una cita dos meses después, para finales de noviembre, pero la doctora de apellido González  no se presentó, por lo que se la cambiaron hasta febrero de 2014. De medidas higiénicas, solo supieron de una fumigación, después, nada. Erráticos “Yo estoy seguro de que este problema se pudo haber controlado”, dice de entrada el doctor y epidemiólogo Moisés Rodríguez Lomelí, quien asegura que ese control dependía del poder disminuir la población de garrapatas que había en Mexicali. Menciona la existencia de la Norma Oficial Mexicana 032, que abarca toda una serie de claras recomendaciones en relación al accionar gubernamental ante una situación de ese tipo. Como ejemplo mencionó que esa norma estipula que cuando haya un brote causado por vectores, el Sector Salud tiene que estudiarlo. “Estudiar ese brote significa conocer al vector (en este caso la garrapata), y la otra gran población a estudiar tiene que ser la población humana”, refiere el experto, quien considera que el Sector Salud debió ser el gran aglutinador de esfuerzos donde se incluyera a universidades e institutos de investigación. “Se hizo, pero muy suelto”, sostiene. Rodríguez comenta que la garrapata se debió estudiar a fondo, cómo se reproduce, dónde anida, qué tan densa es la población, a qué plaguicida es sensible. “La NOM dice que con toda esa información, hay que comunicarlo, es obligación del Sector Salud comunicar eso a toda la gente que tenga que participar para resolver ese problema”. Asimismo, recuerda que el otro gran grupo poblacional a estudiar era el humano, donde se incluyera la percepción de riesgo que tiene la población sobre esa enfermedad. “En un estudio reciente se demostró que la población no percibe el riesgo”, explica, pese a que la Rickettsia se ha presentado en 120 colonias de Mexicali. Desde su óptica, se debió a la falta de información hacia la ciudadanía y lo errático de las campañas emprendidas. “Creo que a ellos les da vergüenza, o no quisieron reconocer su error, mandaron mensajes que no convencían, al principio lo negaron”, opina. “Cuando apenas iban tres casos, yo ya sabía que había un problema, no es normal que sean tres casos en la misma colonia, de la misma edad, con los mismos síntomas y que no respondieran al tratamiento”, expresa el médico cachanilla, aunque las declaraciones oficiales del Sector Salud iban en otro sentido. “Tenía un epidemiólogo (Angélica Pon Méndez) que no sabía nada de epidemiologia”, asegura en referencia al secretario de Salud en el sexenio anterior y su equipo. “No entendían que era un problema que estaba creciendo”, asume, además de asegurar que no hubo respuesta oficial hasta que los colonos de Los Santorales empezaron a manifestarse. El epidemiólogo cuestiona acciones erráticas como el fumigado ambiental en la ciudad, cuando lo que se debía hacer era fumigar en el terreno, donde  estaban las garrapatas, aparte de que dejaban sin fumigar lotes baldíos o casas donde no estaban los habitantes. Menciona el Artículo 143 de la Ley General de Salud, el cual especifica que en casos de problemas epidémicos, no se debe dejar un solo lote sin eliminar los vectores. Aunque el especialista insiste que hay que mandar un mensaje convincente, creíble, para que la gente esté consciente de que hay que eliminar la garrapata, al cuestionarle qué pasará si no hay cambio en las políticas de salud respecto al tema, responde: “Van a seguir llegando enfermos graves al hospital, se van a salvar algunos, con una serie de complicaciones muy lamentables, y algunos van a morir. El gobierno tiene que aceptar que el mismo gobierno provocó que la gente no les crea”. Daños colaterales Fue hasta 2013 que se pudo conseguir -no hay en todo el país- doxiciclina intravenosa, lo cual convierte al Hospital General de Mexicali, en el primer nosocomio de México que logra obtener este antibiótico específico para tratar la Rickettsia, aún no autorizado por la Comisión Federal para la Protección Contra Riesgos Sanitarios (COFEPRIS). El medicamento había estado en existencia en la capital bajacaliforniana, pero en su versión oral. “Los pacientes antes llegan sangrando por el tubo digestivo, por lo que ese medicamento no se absorbe, no sirve para cuando hay  sangrados; por eso es necesario el intravenoso”, explica el doctor Moisés Rodríguez. Si bien, tal antibiótico es el único que puede contrarrestar esa fase de la enfermedad,  causa daños colaterales inevitables. “La bacteria ataca las venas, la parte interna, daña y provoca tapones de coágulos. Esos tapones llegan a la parte más distante -brazos y pies, donde se acumulan-. Antes esos pacientes se nos morían, ahora quedan vivos, pero mira cómo quedan…”, detalló el médico. Ley General de Salud Artículo 143. Los trabajadores de la salud de la Secretaría de Salud y de los gobiernos de las entidades federativas, y los de otras instituciones autorizadas por las autoridades sanitarias mencionadas, por necesidades técnicas de los programas específicos de prevención y control de enfermedades y por situaciones que pongan en peligro la salud de la población, podrán acceder al interior de todo tipo de local o casa habitación para el cumplimiento de actividades encomendadas a su responsabilidad, para cuyo fin deberán estar debidamente acreditados por alguna de las autoridades sanitarias competentes, en los términos de las disposiciones aplicables. Medicamento caro Hasta el año pasado, no existía la doxiciclina intravenosa, la cual no se produce en el país, por lo cual es necesario internarla con un permiso especial desde Estados Unidos, explica el doctor Caleb Cienfuegos, director del Hospital General de Mexicali Según el médico, uno de los conflictos es conseguirla, asegurando que en todo este año han tenido abasto de esa medicina, aunque tengan que racionarla, debido a que no existen los fondos suficientes para comprar cantidades inmensas. “Ese medicamento  tiene caducidades muy cortas”, refiere Cienfuegos. Expuso que en el caso de la Rickettsiosis, se enfrentó con dos esquemas diferentes, uno con doxiciclina oral -más barata y entregada gratuitamente al paciente, al Sector Salud podría costarle entre 9 y 15 pesos la caja-, pero en caso de la enfermedad ya avanzada, deben forzosamente utilizar la opción intravenosa, cuyo costo es de 800 pesos por frasco en cajas de diez dosis, lo que suma 8 mil pesos.   Aparte, la situación se complica cuando los pacientes  deben ser conectados a un ventilador, lo que condiciona la posibilidad de que adquiera otras enfermedades, como la neumonía. Eso implica el uso de antibióticos más fuertes y más caros. “Son bichos resistentes casi a todo”, refiere el titular del Hospital General, además de exponer que hay acuerdos con otros hospitales públicos para obtener el medicamento, pero implica mucha rotación y no todas las instituciones lo tienen; por eso se requiere que los familiares lo consigan, sobre todo cuando viene en tránsito. “Esa es una realidad”, indica el galeno, sobre todo porque el abasto viene desde el centro del país. También refirió que el Hospital General no cuenta con un sistema de subrogación, sino que se basan en un sistema de “compras consolidadas” a nivel nacional. Cuando los pacientes no tienen alternativas para la adquisición del medicamento, son turnados a Desarrollo Social o al DIF para que los apoyen. Existe un catálogo de medicamentos aprobado. “Necesitamos incrementar los presupuestos para poder acceder a mayor de recursos, tener mayor cantidad de claves (de medicamentos) para que puedan ser cubiertas por los catálogos aceptados. Para eso existe un Consejo General de Salubridad, instancia central que elabora el catálogo de claves que manejan todos los hospitales del sector público”, abunda Cienfuegos. Si un medicamento está fuera del catálogo, el hospital no lo puede comprar, pero ahora se abrió una excepción con la doxiciclina IV, por un acuerdo emanado del Congreso local. “Este hospital es el que está rigiendo el país en el manejo de la Rickettsiosis”, concluye Caleb Cienfuegos. El Hospital General de Mexicali atiende a 480 mil potenciales  pacientes no solo de la ciudad y del Valle; también de San Luis Rio Colorado y Peñasco, Sonora, y suma un presupuesto federal  estimado en 68 millones de pesos, que resulta insuficiente. (Sergio Haro)

Autor(a)

Redacción Zeta
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Redacción de www.zetatijuana.com
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