Nació un 13 de noviembre de 1936 y también murió en el mismo mes, el 23, hace 7 años. Recuerdo que me hice adicto a leer su columna. Cada nota suya era una historia riquísima, era el azúcar para el amargo café que significaban las noticias de aquellos años, cuando la noticia de “El peligro para México” llenaba todos los espacios. Cada publicación semanal era una obra digna de figurar en la narrativa contemporánea. Y sí, lo que más me gustaba de su estilo era el uso frecuente que hacía de la palabra “harto” como adjetivo calificativo sinónimo de “demasiado de algo”, por ejemplo: “El poco uso de este adjetivo es harto conocido”. Muchas veces he escuchado a personas menospreciar el uso de esta palabra acusando de falta de léxico a quien la escribe o la pronuncia. Muchos periodistas buscan todos los sinónimos posibles para evitar elegirla, y se va quedando ahí discriminada la pobre, dolida, rezagada… hasta que llega un libertador como el señor Jesús Blancornelas, que nos recuerda que en la narrativa siempre ha sido una palabra selecta, claro, en el escenario donde la ponen quienes saben hacerlo, y sobre todo en la pluma de este periodista que hoy recuerdo. Llegué en ocasiones a extrañar la mención de la misma en algunas publicaciones donde “olvidó usarla”. Y es que es cierto, qué mal nos veríamos los profanos de las letras trayéndola a nuestra pobre parla cotidiana. A veces en “Dobleplana” de su semanario ZETA Tijuana, pero más comúnmente en su columna de opinión de La Crónica es donde yo veía lo que escribía. Era un rato de placer leerle, aun cuando la nota se tratara de muerte, de corrupción, de denuncia o a veces era el recuerdo de alguna experiencia de antaño la que nos contaba. Todo lo que escribía tenía un ritmo y la ilustración necesaria para rosar muy delicadamente la frontera con la poesía en prosa, o al menos es lo que me parecía. Una tarde yo iba conduciendo cerca de la estación del metro San Pedro de Los Pinos, justo frente a la pastelería “El Globo”, mientras escuchaba la radio y daban la noticia del día: había fallecido la gran voz de Tijuana, nacido en San Luis Potosí. El valiente periodista que sobrevivió a un atentado, le mataron a su amigo y socio… le cambiaron la vida. Pero nunca dejó la pluma, su arma infalible contra los políticos corruptos y los narcos. Nunca lo compraron ni lo callaron, fue siempre “Libre como el viento”, el lema de su semanario. Murió en el 2006, hace 7 años y no he encontrado otro periodista (seguro porque no leo lo suficiente) mexicano que me agrade tanto leer. “Harta falta” que nos hace Jesús Blancornelas. Emir Blav