Con un poder hipnótico, Guillermo Bonetto (voz), Gonzalo Albornoz (bajo), Sebastián Paradisi (batería), y Claudio Illobre (teclados) paralizaron el Foro que, inundado por una neblina cocinada a fuego lento dentro de pipas, manzanas y papeles de arroz, sudó en sus paredes los beats jamaicanos que se apoderaron del mundo en las últimas décadas. Una nube sin semilla penetró el vientre de casi 3 mil asistentes en un encuentro de reggae sin ley que lo impidiera. La marihuana en cualquier rincón, en las bocas de los jóvenes y adultos, aderezando un ritual organizado en dos teclados, las cuerdas de un bajo ensordecedor, la guitarra creando notas dulces, los tambores recreando sonidos africanos y una que otra percusión conectando al humano con la tierra. Luego de un desfile de combos regionales, de esas pequeñas agrupaciones versionando la cultura musical del reggae, Los Cafres saltaron al escenario la madrugada del sábado 28 de septiembre, casi 26 años después de haberse conocido en el Parque Rivadavia buscando discos y cassetes de una música llegada de Jamaica, hoy por hoy, el espíritu que mueve a los intérpretes de “La receta” en su paso por la América Latina. En Argentina, el mundo y en Tijuana, Los Cafres son el reggae del Río de la Plata, los hacedores de 8 álbumes de estudio: “Frecuencia Cafre”, “Instinto”, “Suena la alarma”, “Espejitos”, “¿Quién da más?”, “Hombre simple”, “Barrilete” y “El paso gigante”; no por menos, el principal referente de esa música que se expandió como religión, pero que en el caso de estos argentinos, se re-versionó para el habla hispana con altos niveles de amor. LA INGENUIDAD, INGREDIENTE PARA EL ARTE “Somos unos privilegiados como cualquier persona que tiene la oportunidad de dedicarse a lo que le gusta, tanto como 25 años. También hemos tenido la suerte de vivir de esto. Vale la pena. La satisfacción de hacer música es lo que nos invade, poder viajar, dar y recibir cariño. No celebramos 25 años de carrera, sino 25 años de recolectar amigos y amor en este camino”, expresó Gonzalo Albornoz, minutos previos a su presentación. “Lo bueno de esto es que todavía sentimos sorpresa e ingenuidad. Los Cafres no entendemos qué es lo que pasa, qué es lo que estamos viviendo, pero eso tiene que ver un poco con la música, la ingenuidad es lo principal para el arte, no estar enviciados de cosas. Un cuarto de siglo ya, pero lo que podemos aportar es experiencia hacia un movimiento que sigue creciendo, cuyo barrio es Latinoamérica, pero la familia se sigue agrandando”, agregó Claudio Illobre, quien consideró que a las agrupaciones mexicanas les hace falta mayor desarrollo para que puedan girar por Argentina: “Las bandas acá no tiene apoyo para crecer, solo les dan importancia a las bandas internacionales”. En ese arte que señala el tecladista, en breve se agregará la producción de un DVD que recopilará el significado de su vivencia de 25 años, en la que incluirán sesiones en estudio, y un compilado de canciones seleccionadas para celebrar, así como el lanzamiento de todos sus discos en formato de vinil. “El paso gigante” es el álbum más reciente de Los Cafres, y ‘la puerta hacia la nueva vida’, relata el baterista, pero el tema ‘Casi que me pierdo’ les representa un volver a nacer: “Nos da un pie hasta que nos dé el corazón”, apuntó el amo de los tamborcitos, quien dijo a ZETA cómo el disco “¿Quién da más?” en su momento les abrió muchas puertas que les permitieron llenar la heladera (refrigerador). LA INTERMINABLE LISTA DE CUESTIONAMIENTOS Minutos después de iniciar la primera hora del 28 de septiembre, Los Cafres aparecieron sobre el templete para calmar las almas que gritaban su nombre. Aclamado y bien querido, el cuarteto argentino y sus músicos se sujetaron a un listado de canciones que llevaron los símbolos del reggae combinado con bossa-nova, tintes de jazz, y recargas de muchísimo amor. Entre su set de canciones, no faltaron “La receta”, “Si el amor se cae”, “Momento”, “Bastará”, “¡Dale!”, “Tus ojos”, “No puedo sacarte de mi mente”, “Aire”, y “Un beso y una flor”, entre otros que saciaron el alma de los presentes, quienes también se encargaron de vaciar las cajas de cerveza que el inmueble vendía a 35 pesos por unidad. Bonetto regaló saludos de la primera fila a la última, dedicando miradas, y sonrisas que conquistaron por casi 120 minutos en los que el sonido de Los Cafres se esparció a todos los rincones del Sur, Norte, Este y Oeste, quedando la esencia en el espíritu de cada minuto girado en las manecillas del reloj. En dos pantallas y una digital al fondo del escenario quedó la huella del amor que guió el ensamble argentino de la velada. Por otro lado, en el tema de la nueva música y el siguiente paso después de 25 años de trayectoria, Los Cafres hicieron notar que hay más dudas que certezas: “Es algo que uno tiene que estar abierto, digamos que con una antenita para captar qué es lo que pasa. En lo que hemos hecho, nunca hubo una apreciación de hacer un disco de tal manera, simplemente nos juntamos a crear algo, y sin ninguna proyección previa, lo importante es que pase algo, hay una realidad más allá de uno, no se puede planificar mentalmente. Los Cafres somos una banda que no tiene respuestas, tiene muchas preguntas en las canciones, siempre habrá una pregunta, y ésa genera la poesía que cantamos, es una forma estética de lo que hacemos, que es cuidar la gramática, pero en nuestra poesía siempre habrá más dudas que certezas”.