En 1533, a los doce años de haber sido tomada la Gran Tenochtitlán por las fuerzas de Hernán Cortés, el eminente geógrafo Schoner escribía que esa ciudad era la propia Quisay de Marco Polo. Para la Europa sabia, que prestaba atención a la cartografía, la Nueva España del virrey Don Antonio de Mendoza, cuyo gobierno empezó en 1535, formaba parte del Extremo Oriente. En cierto modo, México no ha dejado de ser una tierra fantástica, situada en los términos de la quimera. Hay quienes hablan de este país como el más rico de todo el planeta. Para otros, este nombre evoca la imagen de bandidos, apostados entre nopales de ásperos riscos. Se medirá a pesar de todo, México apenas puede quejarse de ser un país ignorado. Pocos habrá que hayan interesado a tantos escritores de alta estirpe. Su bibliografía refleja el esplendor de nombres ilustres. Desde el siglo XVI, México ha pertenecido a lo más excelso del aristocratismo literario. Empezando por las Cartas de Relación de Hernán Cortés, no se interrumpe un punto la serie de libros admirables dedicados a México. La conquista dio materia para que se ejercitara la pluma de Bernal Díaz, cuya verdadera historia hizo de aquel soldado sin letras el príncipe de los cronistas. Otro escritor, Fray Bernandino de Sahagún, que pasó más de cincuenta años estudiando las creencias, las costumbres, los ritos y los conocimientos de los indios de la Nueva España, ocupó la altura de fundador de la etnología moderna. En el siglo XVIII el abate Clavijero deleitó a Europa con una obra bellísima sobre la historia antigua del país maravilloso. El autor jesuita mexicano, empleó la lengua italiana para presentar el cuadro del pasado, de la naturaleza y de la vida de su patria con toda la fuerza de la seducción artística. Entre tanto, el P. Landívar, guatemalteco de origen y perteneciente a la extinguida compañía de Jesús, como Clavijero, compuso en latín la deliciosa Rusticatio Mexicana, uno de los poemas descriptivos en que aparece con mayor pureza el encanto del nuevo mundo. El Barón de Humboldt, con su Essai politique sur le royaume de la nouvelle-espagne, no solo dejó un modelo, sino que fue el creador de un género. Años después, la Señora Calderón de la Barca, esposa de un embajador de España, escribió en inglés que era su lengua nativa, las insuperables cartas, joyas de gracia y penetración simpática, publicadas por empeños de inteligentes admiradores. Life in México, título de esas cartas, tiene para los anglosajones un valor que no cede al de la Conquest of México, obra en que Prescott se hizo intérprete del entusiasmo con que la admiración romántica idealizaba a México. No acabaría esta enumeración si mencionase los libros en que los viajeros y principalmente los exploradores de ruinas, fueron sacando a luz monumentos ignorados o perdidos, con interpretaciones a veces fantásticas y siempre interesantes, como las del célebre abate Brasseur de Bourbourg. Ingleses, franceses, alemanes, belgas, escandinavos, norteamericanos han publicado libros monumentales en los que palpita la vida actual o en los que se reproduce a veces con arte revelador, la piedra milenaria de las ruinas. Narrativa tomada del libro Obras Completas de Carlos Pereyra. Vicente Martínez Méndez Tijuana, B. C.