Loreto, Baja California Sur. En el recuento de la trágica muerte de 14 pasajeros a bordo de la aeronave tipo Cessna, matrícula XA-TMX, propiedad de la compañía Aero Servicios Guerrero, S.A de C.V., según las primeras investigaciones de la Dirección General de Aeronáutica Civil, tres son los hechos que resaltan. 1. El visto bueno para volar en medio de la tormenta tropical “Octave”, la cual, al momento del despegue, había estado generando intensos nublados, lluvia intermitente y fuertes rachas de viento en la zona. 2. La autorización de vuelo de parte del comandante de Operaciones del Aeropuerto Internacional de Loreto, Mario Landeros, y del Comandante de la Primera Inspección Aérea -responsable de Loreto- con base de operaciones en el Aeropuerto Internacional de Mazatlán, Sinaloa, Felipe de Jesús Castillo Reyes. 3. La inexperiencia y falta de pericia del piloto fallecido y responsable de aeronave, Eleazar Inzunza Muñoz. De fabricación norteamericana -según el Plan de Vuelo-, la aeronave salió del puerto de Loreto a las 9:02 am del lunes 14 de octubre, y tardaría en llegar 25 minutos a Ciudad Constitución, el primer punto de escala. En la cabecera municipal de Comondú, descenderían los pasajeros Jesús Antonio Cárdenas Torres y José Israel Duarte, y subiría a otros dos viajeros para despejar con destino final a Los Mochis, Sinaloa, donde tendría lugar el aterrizaje, a las dos de la tarde. Sin embargo, el aeroplano nunca llegó al punto de escala -y tras tres horas de retraso-. El subdirector de la Secretaría de Comunicaciones y Transportes (SCT), Enrique Ávalos, no tuvo más remedio que dar a conocer la desaparición de la aeronave con el piloto y 13 pasajeros a bordo, en el marco del Consejo Estatal de Protección Civil, encabezado por el gobernador de Baja California Sur, Marcos Covarrubias Villaseñor. Según las investigaciones, la nave de 2.1 toneladas de peso perdió contacto con la torre de control cuando sobrevolaba un punto identificado como San Francisco de Asís, en la Sierra de la Giganta. Aunque debió haberlo comentado con el operador de la torre de control, y fuera del protocolo, el piloto Eleazar Inzunza Muñoz hizo comunicación con un familiar con amplia experiencia en sobrevuelos, y comentó que “había un intenso nublado” y “el aire estaba sacudiendo la aeronave”. En base a testimonios de consanguíneos, por la zona del hallazgo el piloto habría virado y tratado de regresar, únicamente que el mal tiempo arreció y prácticamente perdió el rumbo, hasta estrellarse de frente, casi en la cima de una montaña. Por eso, cuando un aparatoso equipo de aeronaves salió en su búsqueda -seis avionetas y dos helicópteros-, no pudo localizar el aeroplano extraviado sobre la ruta trazada, establecida en el Plan de Vuelo. El primer operativo -14 de octubre- tuvo lugar el mismo día de la desaparición, y el segundo hasta el día siguiente, es decir, el martes 15, en medio de un clima lluvioso y repleto de nubes que afectaban la visibilidad, por lo que se suspendió la búsqueda. Finalmente, el 16 de octubre, es decir, dos días después de ocurrido el incidente, alrededor de las 9:45 am, la aeronave fue vista por el tripulante de uno de los helicópteros, quien inmediatamente dio aviso y ofreció las coordenadas: A 14.7 millas náuticas del Aeropuerto Internacional de Loreto, hacia el Norte, dentro del Radial 290, y a 111 grados al Oeste, 26 grados al Norte, en la cima de la Sierra de La Giganta. El primero en anunciar el hallazgo fue el titular de la SCT, Gerardo Ruiz Esparza, quien de manera informal, expresó vía Twitter que había sido localizada la avioneta Cessna, con el piloto y 13 pasajeros a bordo, “y lamentablemente no había sobrevivientes”. Pero apenas había anunciado el descubrimiento, cuando el gobernador Marcos Covarrubias Villaseñor convocó a una conferencia de prensa para confirmar el hallazgo: “El aeroplano cayó en una zona inaccesible, en la parte más alta de la sierra, todo indicaba que no había sobrevivientes”. En fotografías, la escena expone una avioneta estrellada contra el cerro, partida en tres pedazos e incendiada. Por lo peligroso de la zona, el mandatario estatal apuntó que “solo se tuvo contacto visual”, y que las fuerzas armadas preparaban “un operativo de alto riesgo para hacer maniobras peligrosas y poder llegar a la escena del accidente”. Y así fue. Los primeros en arribar fueron militares, quienes tuvieron que descender a rapel desde dos helicópteros que sobrevolaban la zona del accidente, los cuales son propiedad de la Armada de México y del Gobierno del Estado de Sinaloa. Los efectivos militares despejaron la zona y deshierbaron para que los helicópteros pudieran descender e instalar un campamento que, hasta el cierre de edición, albergaba a peritos, militares y rescatistas. Al cierre de esta edición, la Procuraduría General de Justicia del Estado se encontraba a la espera de un helicóptero acondicionado con equipo de rescate, procedente del Estado de Sinaloa. La aeronave sería utilizada en las maniobras de la extracción de cuerpos, ya que tanto el helicóptero de la Armada de México, como el del gobierno de Sinaloa, no tenían camillas, y por lo tanto, era riesgoso iniciar el rescate en esas condiciones. De acuerdo a peritos de la PGJE, en la escena encontraron solo un cuerpo completo y el resto estaba calcinado, por lo que procederían a levantar los restos óseos y colocarlos en bolsas, cuya operación tardaría varios días. Por lo pronto, la Dirección General de Aeronáutica Civil de la SCT, inició las investigaciones del lamentable accidente, donde todo apunta hacia los responsables de autorizar el vuelo, “no tomaron en cuenta la situación climatológica y el riesgo que conllevaba permitir y autorizar la salida de la aeronave del aeropuerto”, expresaron las autoridades. La firma del Comandante de Operaciones del Aeropuerto Internacional de Loreto, Mario Landeros, estaba estampada en el Plan de Vuelo, así como el sello de autorización de la Dirección de Aeronáutica Civil, cuyo responsable de área es Felipe de Jesús Castillo Reyes, Comandante de la Primera Inspección Aérea, con base de operaciones en el Aeropuerto Internacional de Mazatlán, Sinaloa. Hoy se sabe que en la aeronave viajaba una familia completa, padre, madre y sus dos pequeños hijos; otro de los pasajeros acudiría al velorio de su padre en Sinaloa, sin saber que sería su último viaje. Los gobernadores de Baja California Sur y Sinaloa, Marcos Covarrubias Villaseñor y Mario López Valdés, lamentaron el incidente y ofrecieron todo su respaldo a las familias de los dolientes, sobre todo en el caso de Sinaloa, porque 11 de los 13 pasajeros que fallecieron en la tragedia, eran originarios de Ahome, El Fuerte y Los Mochis. Los otros dos eran de Ciudad Constitución, Baja California Sur. Hasta el cierre de edición, no se habían determinado de manera oficial las causas del accidente, las cuales se darán a conocer en cuanto termine la investigación del avionazo.