BCS carece de infraestructura pluvial y no resiste lluvias mayores de 50 mm San José del Cabo, Baja California Sur. “¡Qué bueno que se fue el ciclón!”, exclamó la señora Gumersinda Hernández, habitante de la invasión conocida como “El Vado de Santa Rosa” en este destino de playa. La mujer de 45 años todavía tenía fresco el recuerdo de las imágenes de la tragedia en su natal Acapulco, Guerrero, a raíz del impacto que el 15 de septiembre tuvo la tormenta tropical “Manuel”. Hasta el cierre de edición, los daños carreteros, deslaves, inundaciones, puentes caídos y desbordamiento de ríos, impedían que la camarista de un conocido hotel tuviera referencias de sus familiares y de quienes no sabía nada, ya que se había perdido la comunicación telefónica. La tarde del 18 de septiembre, Hernández había solicitado permiso en su trabajo para “ir rápido” a recoger algunos documentos personales que tenía dentro de su endeble vivienda construida de madera y cartón en el lecho de un arroyo, porque “había empezado a llover”, lo cual, expuso, “era síntoma de que el ciclón estaba llegando”. El errático huracán “Manuel” tuvo en vilo durante el 17 de septiembre a los pobladores de Los Cabos y La Paz, Baja California Sur. Según los pronósticos del Sistema Meteorológico Nacional, el ciclón se perfilaba y entraría por la ciudad capital, tras haber azotado Oaxaca, Guerrero, Colima y Michoacán. Cuando todo mundo estaba centrado en la tragedia y caos de los estados del suroeste mexicano, el remanente de “Manuel”, empezó a fortalecerse y rápidamente pasó a depresión y luego a tormenta, y un par de horas después, se convirtió en un huracán de categoría 1. Doña Gumersinda había llegado a su casa a recoger los documentos importantes, que no eran otra cosa que el acta de nacimiento, contrato de una cuenta bancaria y la factura de su carro y de algunos electrodomésticos, los cuales metió en una bolsa de plástico para colocarlos en la guantera de su vehículo. La mujer recibió una llamada en su celular. Del otro lado, alguien informaba que “Manuel” había cambiado de dirección, hacia el norte del Estado de Sinaloa. Luego de soltar un suspiro, dijo a ZETA: “Se fue”. La angustia de la señora desapareció inmediatamente de su rostro, porque consideró que “una lluvia como la de Acapulco, no la resistimos”, sobre todo “nosotros que estamos viviendo en pleno arroyo, donde una fuerte venida de agua arrasaría todo lo que encuentre a su paso”. Como la señora Gumersinda, más de 10 mil personas habitan actualmente en zonas de alto riesgo en todo el estado. Según el director de la Comisión Nacional del Agua (CONAGUA), Israel Camacho Gastélum tiene detectados más de 60 puntos de inminente peligro, donde destacan cauces de arroyo, zonas federales y zonas bajas o susceptibles de inundaciones: – 24 en Los Cabos – 12 en La Paz – 12 en Mulegé – 15 en Comondú – 5 en Loreto. El censo hoy en día no está actualizado, ya que la mayoría de los pobladores son familias que comúnmente cambian de una colonia a otra, y ocupan viviendas muy humildes de cartón, lonas, platico y, en el mejor de los casos, de madera y lámina. Según la señora Gumersinda Hernández, la mayoría de los habitantes de su colonia “viven así por voluntad propia” y “por cuestiones de marginación”, pero uno de sus vecinos, de nombre Fidencio Cruz Fernández, indicó: “Todos estamos viviendo aquí porque no tenemos para pagar la renta de casas que van de tres mil a cinco mil pesos mensuales en Los Cabos”. Se desvía “Manuel” Para fortuna de los sudcalifornianos y tras tener bajo amenaza la Península, finalmente el huracán “Manuel” se desvió hacia el Estado de Sinaloa. Según el pronóstico del Sistema Meteorológico Nacional, generó lluvias de hasta 375 milímetros, cuya influencia generó precipitaciones en La Paz, San José del Cabo y Cabo San Lucas. Desde que se supo del resurgimiento, el Consejo Estatal de Protección Civil arrancó sesiones de manera inmediata, y de forma por demás anticipada, suspendieron clases el 17 y 18 de septiembre en Los Cabos, así como el día 18 en La Paz. Las lluvias generadas los días 17 y 18 de septiembre fueron menores a 50 milímetros y solo generaron inundaciones y encharcamientos en calles y algunas colonias bajas de La Paz, Cabo San Lucas y San José del Cabo. El propio director de Protección Civil, Carlos Enrique Rincón, reconoció que las medidas preventivas fueron por “los severos daños ocasionados en otros estados, y tenemos que estar muy al pendiente. Tenían previstos 500 albergues a lo largo y ancho del estado, por lo que pudiera suceder, y consideramos que estamos preparados para cualquier situación de emergencia”. Por su parte, el gobernador Marcos Covarrubias Villaseñor se comprometió a “no escatimar esfuerzos, y estamos dando avisos en todas las colonias de alto riesgo a través del voceo de vehículos, para que cualquier persona que quiera ir a algún albergue, pueda ser trasladada y atendida en un refugio seguro, donde tienen comida, agua, colchonetas y cobijas”. Los estudiantes de La Paz, principalmente se quejaron de la suspensión de clases el 18 de septiembre, ya que en esa ciudad solo había llovido un rato, pero el gobernador justificó: “No se sabe qué pueda suceder y lo estamos viendo en los estados de Oaxaca, Michoacán y sobre todo Guerrero, por lo que es preferible prevenir y no después lamentar”. Al cierre de edición, el ciclón se había ido y todo parecía regresar a la normalidad. Las experiencias Los habitantes de La Paz y Los Cabos no olvidan amargas experiencias de lo que actualmente viven los pobladores de Oaxaca, Guerrero, Colima, Michoacán, Jalisco -y tras el golpe de “Manuel”- Sinaloa y Sonora. Hace 35 años, el 30 de septiembre de 1976, los habitantes de La Paz vivieron en carne propia el mortal golpe del huracán “Liza”, donde oficialmente se habló de 600 muertos, pero de manera extraoficial, se manejaron cifras de 7 a 10 mil víctimas. Una de las sobrevivientes de la peor tragedia natural en el estado, Gregoria Hernández, relató a ZETA que habían recibido un reporte sobre una inestabilidad en la zona del Pacífico mexicano, pero algunos no tomaron previsiones porque en aquel tiempo, el sistema de alerta era poco claro, confuso y hasta cierto punto engañoso. La lluvia empezó a caer desde las doce del día de “una manera muy finita”, y entre cinco y seis de la tarde, la mayoría de las calles y avenidas estaban inundadas. Para las ocho de la noche había fuertes vientos que reventaron una de las ventanas de su casa, en la colonia Infonavit Domingo Carballo. Por la madrugada. Hernández solo escuchaba el correr del agua y gritos de niños, mujeres y hombres pidiendo auxilio. Sin embargo, la luz del día develó el grado de la tragedia: “Luego luego en la esquina encontré gente muerta y observé cadáveres de señores y jóvenes, caminé y en cada esquina era lo mismo, carros semi-enterrados con gente dentro, niños sin ropa, llenos de lodo y señoras muertas con el rostro de su último lamento”, relató la ciudadana. Eso no es todo. El 3 de noviembre de 1993, la población de San José del Cabo vivió su propia tragedia tras el golpe de una tromba que posteriormente llamaron “Vic Floyd”, la cual se llevó 482 viviendas de la única colonia en aquel entonces en zona de alto riesgo, de nombre Infonavit Flores Magón. A pesar de que por fortuna no hubo víctimas que lamentar, el daño también era evidente en el 25 por ciento de la estrenada carretera del llamado corredor turístico de San José del Cabo a Cabo San Lucas, donde tramos de asfalto y puentes quedaron completamente destruidos. Además, la lluvia de 600 milímetros dejó daños en infraestructura urbana y arrasó con cientos de vehículos en diversos puntos de las principales ciudades de Los Cabos, donde según el presidente del Colegio de Ingenieros de Los Cabos, Luis Fernando Quintero Rocha, “afortunadamente solo había en aquella ocasión una colonia en zona de alto riesgo”. Luego de 20 años, la población creció entre tres y cuatro veces más, mientras el número de zonas de alto riesgo en este destino de playa pasó de una a 24 de colonias en peligro constante. “Ahorita no es deseable que nos caiga una lluvia de esa magnitud, porque si llegara a suceder, vamos a lamentarnos, y que Dios nos agarre confesados”, exclamó el líder del gremio de los ingenieros. Lo de hoy Según el último mapa de riesgos, elaborado en 2011, el Estado de Baja California Sur tiene dos grandes desventajas -a diferencia de otras regiones- que lo hacen bastante vulnerable a la temporada de lluvias y ciclones: – Una topografía accidentada que por naturaleza genera corrientes fuertes de agua, cada vez que llueve, la cual siempre tiende a desembocar en el mar – El tipo de suelo, que normalmente es arenoso y con un porcentaje mínimo de arcilla, y que no es cohesivo, pero sí erosionado. El estado tiene más de 30 arroyos, de los cuales solo uno está encauzado con obras de protección. Se trata del San José, y algunos del resto, solo tienen obras de desviación de agua con materiales arenosos para que cuando corra lluvia, ésta no inunde ciertas colonias. El presidente del Colegio de Ingenieros en Los Cabos, Luis Fernando Quintero Rocha, detalló que aunado al tema de arroyos, la mayoría de las vialidades del estado registran el gran problema de que fueron construidas sin bases de asfalto. En un diagnóstico de las vialidades de Baja California Sur, “los gobiernos de aquel entonces no planearon las calles, y por ende, no edificaron la base de la calle y luego la base de la llamada terracería, cuyas avenidas quedaron desprotegidas, porque no están sustentadas en su cimentación, lo que permite que en cada lluvia, puedan ser erosionables. Es lo que actualmente está pasando, porque todo lo que se hizo mal antaño, se nos está reflejando ahorita en este momento”, expuso el ingeniero. De igual manera, indicó que las obras que actualmente se construyen con concreto hidráulico y recursos del Fondo Nacional de Emergencias (FONDEN) y del Gobierno del Estado, son de muy buena calidad por el perfil de la maquinaria que se está utilizando, y del material que es para elaboración de autopistas, “y se está poniendo en avenidas urbanas”. Lo mismo sucede “con las calles que se elaboran con programas federales como el Hábitat”. No obstante, reconoció que el principal problema de inundaciones en la actualidad es porque la tierra arenosa corre y tapa las coladeras, e inclusive los registros de las propias casas, generando taponamientos por todos lados, para después colapsar la red de drenaje. De acuerdo con el especialista, dentro de los errores del pasado destaca que no se planeó la construcción de una red de drenaje pluvial, bajo el argumento de que en el estado llovía muy poco, por lo que cualquier ciudad sudcaliforniana “no está preparada ni tampoco resiste una lluvia mayor a 50 milímetros, lo que nos hace vulnerables y que estemos en peligro constante cada vez que cae agua”. — ¿Resistiríamos en Baja California Sur una lluvia como la de Acapulco o la que dejó “Manuel” en Sinaloa?, se le planteó a Luis Fernando Quintero Rocha. “No. Si tenemos una lluvia superior a 50 milímetros en tramos cortos y por algunas horas, podemos decir que no aguantaremos, porque eso genera una corrida de agua muy fuerte y estaría fatal donde la infraestructura no está preparada, y la tipografía y tipo de suelo nos termina de rematar”, concluyó.