En virtud y gracias a la educación llamada “laica”, propiamente llamada anticristiana y barbarizante, en países como México, y peor: en el sistema de comunismo cultural de EE. UU., existe una catastrófica ignorancia de todo lo fundamental, como bien señalara Don Salvador Abascal en La Revolución Mundial, de Caifás a Bush (Editorial Tradición). “Laico” se dice de lo que no pertenece a la jurisdicción directa de la Iglesia; una persona “laica” es la que no pertenece a ninguna orden religiosa; que no pertenece al clero. La Revolución usa “laico” como eufemismo de anti-cristianismo y paganizante. El gran milagro de Fátima, en el cual la Santísima Virgen hizo que el sol bailara, cambiara de colores, se aproximara a la tierra y secara por completo una lluvia que acababa de caer; que fue presenciado a unos 70 kilómetros a la redonda por cientos de miles, y reportado por la prensa comunista y masónica del gobierno tipo PRI, que se había apoderado de Portugal en 1912, es apenas conocido, y el tercer “secreto”, que debió de haber dejado de ser secreto y hecho público en 1960 ha sido escondido por los anti-papas de Vaticano II: desde el masón de “Juan XXIII” hasta Carol Woytyla –se dice “woitiua” en polaco–, que emitió otro fraude de su marca –666– en 2001, poniendo su persona como el tema central del Tercer Secreto de Fátima. Este milagro, segundo tan solo a la Resurrección de Jesús, fue también profetizado en Apocalipsis 12:1: “Y una gran señal apareció en el cielo: Una mujer vestida con el sol…”, por eso Lucía dice de ella y de sus primos Francisco y Jacinta: “Estamos en el Apocalipsis”. La aparición y milagro de octubre 13 de 1917 fue la última aparición de la Virgen a los tres pastores en la Cova da Iria, en la diócesis de Leira y cerca de la antigua ciudad de Fátima, cuyo nombre viene de una hija de Mahoma, de la cual se originó una dinastía de califas. La región, al norte de Lisboa, fue ganada a los musulmanes en el siglo XI. La Virgen se apareció a los pastorcillos los días 13 de cada mes, a partir de mayo de 1917. Antes que las apariciones de la Virgen empezaran, el Ángel de Portugal se les había aparecido en 1916, para prepararlos espiritualmente para estar en presencia de la Madre de Dios, y ver como Ella bajaba del cielo y se regresaba al mismo. Desde la primera aparición, la Santísima Virgen les insistió que rezaran a diario el Santo Rosario: “Recitad a diario el Rosario para obtener paz en el mundo y el fin de la guerra”. En ese entonces la Primera Guerra Mundial consumía millones de vidas, preparaba los triunfos del comunismo genocida en Rusia, en México, en Europa Central, y del comunismo cultural en todo el mundo. El 13 de junio la Santísima Virgen les dijo que Jesús quería que Lucía extendiera la devoción a su Inmaculado Corazón. La Virgen agregó: “A todo el que abrace esta devoción, les prometo la salvación”. En la aparición de julio la Santa Madre les mostró a los pastorcillos el infierno: de sus palmas salió una luz que como que abrió la tierra y le mostró a los niños, Jacinta, Francisco y Lucía, el infierno. He aquí las palabras de Lucía: “Vimos como un mar de fuego. En este fuego estaban los demonios y almas en forma humana, transparentes cómo ámbares, quemándose, todos ennegrecidos o como bronce pulido, flotando en la conflagración, ahora lanzados por el aire por el fuego que brotaba dentro de ellos junto con grandes nubes de humo, ahora cayendo por todos lados como chispas en grandes incendios, sin peso ni equilibrio, entre chillidos y gemidos de dolor y desesperanza, que nos horrorizó y nos hizo temblar de miedo. “Los demonios podían ser distinguidos por su horrible y repelente parecido a animales desconocidos y espantosos, negros y transparentes como carbones ardientes”. Nuestra Señora les dijo: “Han visto el infierno, a donde van las almas de los pobres pecadores. Para salvarlos Dios quiere establecer la devoción de Mi Inmaculado Corazón”. Carlos Trujillo Correo: carlostrujill50@hotmail.com
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