Estimado lector, continúo procurando mencionar en estas columnas algunos de los libros que he leído y dando hechos y datos sólidos con fuente en dichas lecturas. Aquí sigo y menciono a Don Octavio Paz, nuestro único ganador mexicano (en literatura) del premio de premios, o sea el Nobel, quien el siglo pasado, desde 1949-50 –que se publicó su obra “El laberinto de la soledad”– se demostró como gran intelecto. Y tras las matanzas de estudiantes en 1968, siendo Embajador por nuestro país tuvo todo el valor y entereza de denunciar la oligarquía priista y renunciarle a aquel gobierno. En “Posdata”, editado en 1970, afirmó “no logramos conservar ni siquiera lo que los españoles dejaron al irse”. ¿Comentario extraño? Para asombrarlo, buen lector, Cortés y los españoles tras la conquista en 1521 en muy breve tiempo fundaron la escuela de Texcoco en 1523 y el Colegio de Tlatelolco en 1524 para indígenas –contrario a la difamación de que nos tenían en la ignorancia–, luego el Colegio de San Juan de Letrán para mestizos, y en 1553 la Real y Pontificia Universidad. Bajo el Virrey Revillagigedo en 1782 se daban becas y libros de texto gratuitos para estudiantes destacados, y se fundó el Real Colegio de Minas (en Estados Unidos el Rensselaer Polythecnic no inició sino hasta 1823). Y continúe sorprendiéndose, estimado lector, sepa lo que escribió el sabio alemán Alexander von Humboldt en su “Ensayo político sobre la Nueva España” (1815) cuando estuvo en Nueva España/Méjico de marzo de 1803 a mayo de 1804 (de nuevo contra la falsedad que no dejaban venir a nuestras tierras a gente de fuera de España): “El geómetra más señalado que ha tenido la Nueva España después de…Singüenza, ha sido Don Joaquín Velázquez Cárdenas y León…Nacido (en) 1732…en la Hacienda de Santiago Acebedocla, cerca del pueblo indio de Tizicapán…de cuatro años…su padre…murió…Un tío, cura de Jaltocán, se encargó de su educación y le hizo instruir por un indio llamado Manuel Asencio, hombre de mucho talento…y muy versado…después en el colegio tridentino de México…se fortificó en las matemáticas y en las lenguas antiguas”. ¿Que qué? De la propaganda en escuelas oficialistas laicas nos endilgan que en la Colonia no dejaban a los indios ir a escuelas, falso, falsísimo, hasta profesores eran. ¿Qué tal nos engañan? Y para más sorpresa, von Humboldt en su mismo “Ensayo político sobre la Nueva España” claramente señaló: “La enseñanza de las matemáticas…en la Escuela de Minas…van más adelante en el análisis: y les instruyen en el cálculo integral y diferencial”. Sí, buen lector, tal como lo lee, cálculo integral y diferencial desde los 1700’s. Y sigue: “Tres sujetos distinguidos, Velázquez, Gama y Alzate…a fines del último siglo (los 1600’s)…hicieron un sinnúmero de observaciones astronómicas, especialmente de los eclipses de los satélites de Júpiter…(y) Alzate…era corresponsal de la Academia de París”. ¿Qué? ¿Científicos? ¿Durante la colonia? ¿Se le hace fenomenal, buen lector? Y para continuar demostrando la falsedad de difamaciones de que los mexicanos siempre fuimos unos retrasados, imbéciles, estimado lector, von Humboldt apuntó: “Ninguna ciudad del nuevo continente, sin exceptuar las de los Estados Unidos –sí, paciente lector, de nuevo no se equivoca en lo que ha leído, ni los gringuitos–, presenta establecimientos científicos tan grandes y sólidos como la capital…México…Citaré solo la Escuela de Minas, el Jardín Botánico y la Academia de pintura y escultura…La enseñanza que se da en la academia es gratuita…Todas las noches se reúnen en salas muy bien iluminadas con lámparas de Agrand, centenares de jóvenes…se hallan…el indio o mestizo al lado del barco, el hijo del pobre artesano…en concurrencia con (hijos) de los principales”. ¿Otra vez, a los indios? Y aplastando falsedades de que éramos unos maltratados miserables desde siempre, si recuerdan sus lecciones de historia saben que el futuro poderoso presidente Benito Pablo Juárez García, nació en 1806. Que la guerra de revolución de independencia la inició el Padre Hidalgo en 1810 (4 años después), o sea que Juárez nació todavía en la Colonia. La lucha de independencia duró 11 años, hasta 1821, cuando Juárez era un adolescente de 15 años. ¿Si en la Colonia eran tan vilmente discriminados los indios por los españoles por qué dejaron ir a la escuela a Juárez? ¿El clero corrupto y ambicioso no hacía nada por los indios más que explotarlos? ¿Cómo es que las clases se le dieron en escuelas de iglesias? Confundidos entonces, ¿será cierto o falso lo que nos machacan siempre? ¿Quiénes son los mentirosos? Cito aún a von Humboldt: “Los principios de la nueva química…están más extendidos (en Nueva España)…que en muchas partes de la península. Un…europeo se sorprendería de encontrar…(en) los confines de la California, jóvenes mexicanos que raciocinan sobre la descomposición del agua en la operación de la amalgamación al aire libre. La Escuela de Minas tiene un laboratorio químico, una colección geológica clasificada según el sistema de Werner y un gabinete de física…(con) preciosos instrumentos de Ramsden, Adams, Lenoir y Louis Berthoud…(además) modelos ejecutados en la misma…con la mayor exactitud…(se) ha impreso la mejor obra mineralógica…española…por el señor Del Río según los principios de la escuela de Freiberg (Alemania)…y se ha publicado la primera traducción española de los elementos de química de Lavoisier”. ¿Pero qué no los españoles nos tenían como idiotas? Para clavarle remate a la “leyenda negra” de que los mexicanos siempre hemos sido unos fracasados, ahora cito al investigador de economía norteamericano John H. Coatsworth de la Universidad de Chicago (de donde han salido tantos Premios Nobel de economía) en su libro “Los orígenes del atraso” (Ed. Patria, 2da edición, octubre de 1992) confirma y textualmente lo cito: “A principios del siglo XVIII (1700’s), o sea durante la Colonia, la productividad de la economía (de la Nueva España) era equiparable probablemente a la del noroeste de Europa y…las colonias…de Norteamérica (los Estados Unidos)”. Sí, estimado lector, lo ha leído correctamente, a nivel de Europa y los gringuitos, aunque no lo quiera creer, ¿está Usted anonadado de incredulidad como Santo Tomás? Continuaré. José Luis Haupt Gómez