Apenas el 8 de agosto, el Presidente del Banco de México, Agustín Carstens, había reducido su pronóstico de crecimiento de la economía mexicana a entre 2 y 3 por ciento. Su fundamento principal fue la debilidad del sector vivienda, sin embargo, en ese momento la administración federal encabezada por Enrique Peña Nieto no dijo ni pío. Tuvo que calentarse el tema de la reforma energética para que el secretario de Hacienda Luis Videgaray saliera a decir que estamos peor de lo que creíamos. Concretamente, el martes 20 de agosto el funcionario fiscal hizo público un ajuste a la baja para el crecimiento de la economía mexicana, que apenas en mayo había sido reducida de 3.5 por ciento a 3.1 por ciento. Ahora resulta que, dentro del contexto de la propuesta de abrir el sector energético a la inversión extranjera, se da la noticia de que el Producto Interno Bruto, a como va el 2013, apenas se desarrollará 1.8 por ciento. Al unísono, el Instituto Nacional de Estadística y Geografía (INEGI) reveló que, en comparación con el mismo período de 2012, el PIB apenas habría crecido 1.5 por ciento en el segundo trimestre, mientras que durante el año la economía apenas ha avanzado el 1 por ciento. Dos días después, la Secretaría del Trabajo y Previsión Social advirtió que debido al lamentable pronóstico México tendrá 200 mil trabajos formales menos que en el 2012. Así lo confirmó Alfonso Navarrete en la presentación del Plan Estratégico del Infonacot 2013-2018. Sin tocar el tema directamente Navarrete afirmó sentirse confiado de que las condiciones mejoren en cuanto se registre un mayor movimiento en la economía de Estados Unidos y de Europa, pero entre líneas los miembros del gabinete peñista han dejado ver que la respuesta única e indiscutible para las finanzas mexicanas es la aprobación de la propuesta que modificará la Constitución y abrirá la puerta a la inversión privada y extranjera en el sector de los energéticos. En medio de este entorno de información adversa que siempre estuvo ahí pero no se compartió o tal vez de pronto surgió desde las entrañas del gobierno federal, brotaron más datos negativos: la inflación subió 3.54 por ciento a tasa anual y la Bolsa Mexicana de Valores va en picada, mientras el peso pierde terreno frente al dólar norteamericano. Estas condiciones fortalecen, sin duda, el eje del plan de desarrollo que Peña Nieto presentó al inicio de su sexenio: la entrada de capital privado a Pemex, ruta que también habría de seguir el suministro de gas y de energía eléctrica, donde el primer mandatario ya advirtió la eliminación de subsidios para los usuarios en el país. De tal suerte que a México le va mal cuando al gobierno federal le conviene, mientras que los consumidores seguimos a la expectativa del paradero de una reforma que si bien podría generar beneficios a corto plazo, sus efectos a largo plazo ni siquiera se contemplan. Y así sigue su ruta la transformación del sector de los energéticos en donde no se toca un régimen fiscal que exprime y un sindicato pantanoso. Qué oportunas son a veces las malas noticias.