23.2 C
Tijuana
jueves, septiembre 19, 2024
Publicidad

Escobar, 20 años después

Veinte años después de su muerte, 2 de diciembre de 1993, Pablo Emilio Escobar Gaviria sigue causando polémica entre quienes lo justifican o reconocen en él, a un personaje siniestro y enfermo de poder. Precisamente, en esas dos décadas resaltan dos trabajos cruciales para entender el fenómeno del narcotráfico colombiano que abordan al capo más poderoso de todos los tiempos de la mafia latinoamericana: “La Parábola de Pablo”, narrativa de no ficción publicada por Planeta Colombia en 2001 y editada por Planeta México en 2012; además de “El Patrón del Mal”, serie televisiva adaptada libremente por Caracol TV, de la novela de Alonso Salazar. El éxito tanto del libro como de la serie ha sido categórico: “El Patrón del Mal” se ha transmitido en diversas ocasiones en este país, mientras que el libro “La Parábola de Pablo”, publicado por Planeta México en septiembre de 2012, llevaba hasta agosto de 2013 ya seis reimpresiones. En “La Parábola de Pablo”, Alonso Salazar reconstruye al capo a través de entrevistas a familiares, amigos, enemigos, recaba dichos opuestos de quienes lo conocieron, versiones periodísticas, hasta lograr una narrativa documentada que recrea desde el árbol genealógico de Escobar, hasta la cúspide de su enfermedad por el poder y el inevitable desenlace del capo. Detalladamente, Salazar combina recursos literarios con información documentada para reconstruir al líder del terrorífico Cártel de Medellín que fue capaz de colarse hasta el parlamento colombiano, legislar en contra de la extradición hacia Estados Unidos, viajar como invitado por el Partido Socialista Obrero Español a la toma de posesión de Felipe González del gobierno español, hasta ordenar el asesinato del candidato presidencial Luis Carlos Galán en 1989. El oprobio de los bombazos en plenos centros comerciales, los miles de ejecutados y desaparecidos, marcaron violentamente a Colombia por generaciones enteras, todavía hasta después del nuevo milenio. Escritor y testigo El escritor Alonso Salazar J. (Caldas, 1960) es once años mayor que Pablo Escobar (Antioquia, 1949). En resumidas palabras, en los 80 y principios de los 90, Salazar fue testigo de aquella cruenta época. A través de la Corporación Región de Medellín, se dedicaba a actividades de promoción e investigación en las zonas marginales de aquella ciudad. De hecho, es autor de “No Nacimos pa’ Semilla: La Cultura de las Bandas Juveniles en Medellín” (1990), “Subculturas del Narcotráfico” (1992), “Mujeres de Fuego” (1993), “La Cola del Lagarto: Drogas y Narcotráfico en la Sociedad Colombiana” (1999) y “Profeta en el Desierto: Vida y Muerte de Luis Carlos Galán” (2003). — <strong>¿Cómo llegaste hasta el tema de Pablo Escobar para tu libro “La Parábola de Pablo”? “Bueno, yo soy de formación periodista, pero nunca he ejercido realmente en medios de comunicación; me he dedicado toda la vida como al tema del desarrollo social. Antes de este texto yo había publicado cosas de violencia de jóvenes, ‘No Nacimos pa’ Semilla’, porque yo estaba en esas zonas cuando se vino la avalancha sobre nosotros. Ni siquiera creo que yo haya escogido ese tema, sino que el tema me avasalló. “Entonces, es de esas vetas de trabajo con las comunidades de donde viene esta idea de documentar. De todas maneras la formación periodística pues creo puede dar las herramientas clave para que tú puedas hacer un texto no de ensayo, un texto exclusivamente sociológico, sino más un texto narrativo”. — Tu libro fue publicado en 2001 en Colombia, es decir, ocho años después de la muerte de Escobar. ¿Cómo surgió la posibilidad de escribir un libro sobre él? “En realidad yo empecé a hacer un trabajo de reportería prácticamente desde el momento mismo de la muerte de Pablo Escobar, pero tenía mucha conciencia de que había que dejar transcurrir un tiempo e ir evaluando la posibilidad de la publicación. Aunque mi propósito no fue contar ninguna verdad judicial, pues sí tenía conciencia de que había personas aún vivas o con intereses, que podían eventualmente sentirse incómodas con la publicación, y solo ya hasta al año 2000 que me decidí a publicar”. — ¿Consideraste algún tipo de peligro cuando lo publicaste? “Teóricamente sí, pero no es que yo tuviera ninguna amenaza cierta, directa, entre otras cosas, yo creo porque el libro lo construí de una manera en que no hay una reacción del personaje, sino que es prácticamente las versiones de todo tipo que de él están allí: Las de sus familiares, las de sus secuaces, las de sus más radicales enemigos desde el narcotráfico, las de quienes lo persiguieron desde la institucionalidad”. — ¿Te propusiste construir una imagen específica del capo? “Lo que yo le propongo al lector es una imagen de un personaje que es como un caleidoscopio, no hay un Pablo Escobar, hay distintos Pablo Escobar, cada persona eventualmente tiene una imagen de él; la imagen total quizá es una sumatoria, una síntesis”. — Originalmente publicaste “La Parábola de Pablo” en Planeta Colombia en 2001. ¿Editaste la versión de Planeta México publicada en 2012? “No. El texto está publicado tal cual la versión del año 2001, y aunque podrían haberse incluido algunos aspectos que se han ido develando, pues ya como a lo largo del tiempo, preferí mantenerlo porque, aunque trato de hacer una narración, está hecho como un reportaje. En general esto es como una propuesta de lectura sociológica, antropológica sobre el tema del narcotráfico, y sobre el tema de Escobar”. — ¿Qué es ficción y qué es realidad en “La Parábola de Pablo”? “Todo es realidad. Cumple en ese sentido el mandamiento del periodismo de que se puede citar, se puede citar el documento fuente, solo le hago la advertencia al lector a propósito de las personas que quedaban vivas y de las cuales me interesaban algunas versiones, que dos o tres de esas versiones las sumé en la figura de un personaje que allí llamo Arcángel. Digamos que hago una trampa al lector, pero le advierto de la trampa”. — ¿Arcángel todavía vive? “Bueno, hay un personaje que me dio la idea de Arcángel que existe realmente, pero al final, el que está en el libro es un personaje que suma tres o cuatro”. — ¿Cómo lograr el equilibrio entre la escritura de la realidad periodística y la narrativa literaria que combinas en tu propuesta? “Lo único que uno puede proponerse de manera honesta es contar hechos, tener la responsabilidad de que esos hechos son constatables; hacer el trabajo en el sentido de lograr que no haya una imagen maniquea ni para un lado, ni para el otro”. — ¿Cómo explicas el éxito literario y comercial de “La Parábola de Pablo”, de un tema tan espinoso como es el narcotráfico? “Yo creo que está como en el rigor, en el respeto por las fuentes, así sean fuentes que uno califique como criminales”. — A propósito de las fuentes, en “La Parábola de Pablo” abunda la entrevista, los testimonios. Platícanos cómo fue el proceso de investigación para reconstruir al personaje… “Yo me metí a las cárceles, entrevisté a una buena parte de los personajes, parte de ese cuerpo sicarial de Pablo Escobar; finalmente fui respetuoso con su palabra y con su versión, aunque esa versión aparezca contrastada después con la de otras personas. Si algún mérito puede tener -ojalá que sea-, es que yo creo que tiene una buena pega en la narración, de hilar la historia, de ir atrapando al lector, manteniendo unos eventos de contexto, una lectura social sin que se pierda la trama del personaje”. — ¿A qué atribuyes el interés por el tema de Pablo Escobar? “Hay mucha ansiedad, yo no sé si en México también, pero aquí en Colombia, para leer de estos temas, como cierto afán de entender, de descifrar algo que tanto sufrimiento ha costado, incluso se polemiza pues mucho, de si no hay una sobreoferta de esta literatura, y ahora de series de televisión y si no hay cierta apología; en fin, hay un público que quiere saber. En realidad el texto mío no es de los de gran éxito editorial, ha habido otro tipo de éxitos más taquilleros, pero me quedo un poco con un estilo más conservador y más tranquilo para contar, y eso da más conformidad”. — ¿Cómo fue recibido el libro en Colombia en 2001 y cómo en México, a propósito de la edición de 2012? “No sé todavía que va a pasar con el libro en México. Lo único es que, tal vez para mal, nuestras realidades se han acercado mucho. Yo no soy muy amigo de hablar de colombianización o de cosas de ésas, sino que veo que este continente está haciendo un recorrido por el fantasma del narcotráfico con unas secuelas de violencia muy complejas, y en ese sentido, hoy Medellín está más cerca de Brasil y de Tijuana que de lo que estaba pues hace mucho tiempo, y a lo mejor pues eso pueda suscitar algún interés. “En el caso colombiano en general fue muy bien recibido por la crítica, es un libro que no buscaba en sí mismo y de inmediato ser best seller. Pero aquí en Colombia también hay sectores y opiniones que no están muy conformes con la idea de que estemos contado esto que nos está pasando, hay una polémica interesante ahí, de si esa literatura, la que crea esas realidades o como pienso yo, que al final ya habíamos tocado todos los fondos antes de que cualquier línea se hubiese escrito sobre eso”. — ¿Qué opinas del debate en torno a que supuestamente se hace apología al narcotráfico con obras como “La Parábola de Pablo” y “El Patrón del Mal”? “A mí me parece que es inútil, primero porque el origen del problema está remontado en el caso colombiano a los años 70, punto más dramático entre los años 85 y 91, y todavía hay secuelas muy graves de lo mismo. Y no había literatura de eso, no se sabía más allá de lo que era Al Capone, de tal manera que cuando surgió la literatura sobre este fenómeno, no podríamos ya atribuirle la responsabilidad de los hechos. No soy de los que creen que en una serie de televisión o en un libro está la capacidad de transformar la sociedad, si así fuera, haríamos catecismos para cambiar esto rápido”. — ¿Cómo consideras que abordaron los escritores colombianos el narcotráfico en la década de los 90? ¿Tuvieron que pasar muchos años para que surgiera la literatura que abordara el tema? Aunque “Leopardo al Sol”, de Laura Restrepo, se publicó en 1993, o “La Virgen de los Sicarios”, de Fernando Vallejo, también en ese año. “Lo que pasa es que ahí sí aparece entonces la libertad que se da en escritores como Fernando Vallejo con ‘La Virgen de los Sicarios’, aunque parece documental, pues es en sentido estricto un género de ficción, con un éxito extraordinario; pero yo diría en general que a los escritores o a la literatura colombiana se le ha escurrido el tema del narcotráfico, yo no creo que haya una gran novela, por ejemplo, del narcotráfico; es en el periodismo que más le ha aplicado el diente a ese asunto, con géneros testimoniales, con biografías de algunos de estos capos, en niveles bastantes desiguales. Pero yo diría que aún no tenemos, si me permites la comparación, ‘El Padrino’ del narcotráfico en Colombia”. — Si no se ha escrito la gran novela del narcotráfico colombiano, ¿entonces crees que todavía está por escribirse? “Si bien, como cree uno debe existir, hay como cierta obligación por un lado, pero como cierto empuje de la realidad de que surja una narrativa de esas características, yo creo que aún no está. Aparece de soslayo el relato de modelos de asesinos, temas de corruptelas, incluso algunos escritores, como Héctor Abad-Faciolince aplicó un término simpático -a mí me gustó- para quienes escribíamos sobre narcotráfico, que llamaba la sicaresca, y yo creo que era una manera como de decir ‘bueno, están haciendo estas cosas de un género menor’; pero bueno, entonces esperemos que él aparezca con el género mayor”. — ¿Qué puedes decirnos de todo este conjunto de obras sobre los tiempos del narcotráfico en Colombia, como “La Virgen de los Sicarios”, “Leopardo al Sol”, “Sin Tetas No Hay Paraíso”, “El Cártel de los Sapos”, “Sumas y Restas”, “Rosario Tijeras” y “Correo de Inocentes”? “Creo que soy muy desiguales, y en un 90 por ciento de ellas hay un afán comercial muy marcado. Uno siempre sigue pensando si quizá al final, por lo menos es mi intención, que algo lograra elaborar el lector de esas lecturas, y que no solo quedara como con una carga frenética, pues, de siliconas y plomo”. — ¿Qué opinas de la serie “El Patrón del Mal”, de Caracol TV? “Bueno, está emparentada con este libro en el sentido de que fue el texto de referencia. Pero yo no tuve ninguna participación en la producción de sus libretos. Para los estándares colombianos creo que ha implicado un salto cualitativo frente a otras series de televisión que se habían hecho.  Es la primera vez que se hace una serie de no ficción sobre el narcotráfico en Colombia, y creo que eso es importante porque implica dejar de hablar como de fantasmas, para hablar de seres que estuvieron ahí, que nos marcaron nuestra historia. Creo que logra mover el escenario de las víctimas, el escenario de quienes lucharon y fueron sacrificados en esa lucha contra el narcotráfico. “Yo vi la serie, en general la vi, a mí me gustó en lo personal, aunque tengo la manía de un escritor de ver cómo se desviaba cada pequeña cosa, del propio sentido del texto; pero hay que entender que son lenguajes distintos y que (la serie televisiva) tenía que utilizar a veces algunos recursos, pero no hay falta como a la verdad histórica, que creo que es lo más importante”. — ¿Hay posibilidades de que “La Parábola de Pablo” sea llevada al cine? “No lo sé, de cuando en cuando ha surgido por ahí quien lo propone, aquí o en otro país, nunca ha llegado a hacerse una realidad, y no soy muy injerente en mis productos. Si se llega a dar pues desde luego me encantaría, y si no, pues realmente yo ya hice la parte que me correspondía”.  Vargas Llosa opina sobre Pablo Escobar Tanto la serie televisiva “El Patrón del Mal” de Caracol TV, como el libro “La Parábola de Pablo”, de Alonso Salazar Jaramillo, han sido objeto de reacciones alrededor del mundo. En su texto titulado “El Patrón del Mal”, Mario Vargas Llosa confesó el 25 de agosto de 2013, en su columna de El País, que ya había visto la serie televisiva homónima. “La serie televisiva sobre Pablo Escobar deja la impresión escalofriante de que, si el poder y la fortuna no le hubieran empujado a excesos patológicos, podría haber llegado a ser Presidente de Colombia”, resalta El País en el sumario de la colaboración del Premio Nobel de Literatura 2010. “La serie de la televisión colombiana Escobar, el patrón del mal ha tenido mucho éxito en su país de origen, y no cabe duda que lo tendrá en todos los lugares donde se exhiba. Está muy bien hecha, escrita y dirigida, y Andrés Parra, el actor que encarna al famoso narcotraficante Pablo Emilio Escobar Gaviria, lo hace con enorme talento. Sin embargo, a diferencia de lo que ocurre con otras grandes series televisivas, como las norteamericanas The Wire o 24, ésta se sigue con incomodidad, un difuso malestar provocado por la sensación de que, a diferencia de lo que aquéllas relatan, Escobar, el patrón del mal no es ficción, sino la descripción más o menos fidedigna de una pesadilla que padeció Colombia durante unos años que vivió no bajo el imperio de la ley sino del narcotráfico”, apunta Vargas Llosa. “Porque los 74 episodios que acabo de ver, aunque se toman algunas libertades con la historia real y han cambiado algunos nombres propios, dan un testimonio muy genuino, fascinante e instructivo sobre la violenta modernización económica y social -un verdadero terremoto- que trajo a la aletargada sociedad colombiana la conversión, por obra del genio empresarial de Pablo Escobar, de lo que debía ser en los años setenta una industria artesanal, en la capital mundial de la producción y comercio clandestinos de la cocaína”, agregó el autor de “Conversación en La Catedral”, “Travesuras de la Niña Mala”, “Los Cachorros” y “Los Jefes”, entre otros. “Desafortunadamente, este aspecto de la trayectoria de Escobar -su miríada de laboratorios en la cordillera y en las selvas, las rutas clandestinas por las que la droga, cuya materia prima al principio era importada de Perú, Bolivia y Ecuador, y refinada en Colombia, luego se exportaba de allí a Estados Unidos y al resto del mundo- está apenas reseñado en la serie, que se concentra en la experiencia familiar del narcotraficante, sus vidas pública y clandestina, sus delirios y sus horrendos crímenes”. Vargas Llosa también advirtió: “La muerte de Escobar, ese pionero de los tiempos heroicos, no acabó con la industria del narcotráfico. Ésta es en nuestros días mucho más moderna, sofisticada e invisible que entonces. Colombia ya no tiene la hegemonía de antaño. Se ha descentralizado y campea también en México, América Central, Venezuela, Brasil, y los que eran solo países productores de pasta básica, como Perú, Bolivia y Ecuador, ahora compiten asimismo en el refinado y la comercialización y, al igual que en Colombia, tienen guerrillas y ejércitos privados a su servicio. “La fuente principal de la corrupción, en nuestros días la gran amenaza para el proceso de democratización política y modernización económica que vive América Latina, sigue siendo y lo será cada vez más el narcotráfico. Hasta que por fin se abra camino del todo la idea de que la represión de la droga sólo sirve para crear engendros destructivos como el que construyó Pablo Escobar y que la delincuencia asociada a ella sólo desaparecerá cuando se legalice su consumo y las enormes sumas que ahora se invierten en combatirla se gasten en campañas de rehabilitación y prevención”, concluyó Vargas Llosa. El texto íntegro de Mario Vargas Llosa sobre Pablo Escobar en El País, puede consultarse en http://elpais.com/elpais/2013/08/22/opinion/1377179779_669163.html (Enrique Mendoza Hernández/ZETA)

Autor(a)

Redacción Zeta
Redacción Zeta
Redacción de www.zetatijuana.com
- Publicidad -spot_img

Puede interesarte

-Publicidad -

Notas recientes

-Publicidad -

Destacadas