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lunes, septiembre 30, 2024
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De mensaje y realidad

Ciertamente la Constitución Mexicana solo indica que el Presidente de la República debe entregar el 1 de septiembre de cada año, por escrito y al Congreso de la Unión, el informe del estado que guarda la administración pública. Nada de dirigirse a las Cámaras, leer un mensaje o vanagloriarse en vivo y en directo desde el recinto legislativo y para la nación. En los tiempos de la hegemonía priista, los días de informe eran prácticamente de asueto. Gobernadores, políticos, empresarios, personalidades del extranjero, invitados especiales y hasta periodistas, eran trasladados a la Ciudad de México, los concentraban en hoteles y les reservaban un lugar en la gradería de la Cámara para que escucharan y aplaudieran al Presidente de la República, mientras éste leía un adornado resumen de su Informe de Gobierno. Eso fue cambiando poco a poco, no porque el ocupante en turno de la Silla del Águila fuese modesto o sensato o de bajo perfil, sino porque la convivencia en la Cámara de Diputados, a partir de entrados los noventa, cuando la democracia se ejerció, permitió la entrada de personas de otros partidos, con otra ideología, y dispuestos a utilizar su fuero, su recinto y su derecho, a manifestarse libremente en relación al mensaje presidencial. Las interpelaciones políticas y las manifestaciones legislativas e ideológicas cobraron vida cuando Porfirio Muñoz Ledo impugnó en un informe presidencial a Miguel de la Madrid Hurtado. A Carlos Salinas de Gortari se le levantaron los diputados perredistas con todo y máscara de cerdo. A Ernesto Zedillo le colgaron enormes mantas exigiendo justicia. A Vicente Fox le gritaron lo mismo que él siendo diputado exigió al entonces Presidente. A Felipe Calderón por poco y no le permiten entrar a la Cámara siquiera a tomar posesión, y es inolvidable cuando hasta de borracho lo acusaron en aquel recinto.  Educado en el presidencialismo priista, a Enrique Peña Nieto quizá le pareció que todo sería más fácil para él. Regresar la institucionalidad a Los Pinos y a Palacio Nacional, no le sería tan difícil considerando que logró negociar con los partidos principales, PAN y PRD, para su notorio y a veces fracasado Pacto por México. Durante su toma de posesión, los entonces enardecidos, activos y conscientes jóvenes del grupo #YoSoy132, realizaron manifestaciones y caminatas hacia la Cámara de Diputados donde el panista Felipe Calderón entregaría la banda presidencial al priista Enrique Peña Nieto. Aquel 1 de diciembre de 2012, fue el inicio de las manifestaciones contra las políticas de Peña. Los muchachos, a quienes se sumaron otras corrientes y sectores de mexicanos inconformes, fueron desalojados con la fuerza del Estado. Algunos terminaron heridos, otros golpeados, unos más en la cárcel. Al igual que su antecesor en el Gobierno Federal, Enrique Peña tomó el Palacio Nacional como sede para sus mensajes presidenciales. Alejado de la plural Cámara de Diputados y no concentrado en sitios cerrados y ajenos al pueblo mexicano, el recinto presidencial que enmarca el Zócalo de la Ciudad de México, se convirtió en el escenario para la diatriba del Ejecutivo. Este 1 de septiembre, el Presidente Peña debe entregar su Primer Informe de Gobierno al Congreso de la Unión, y posterior al acto constitucional, se había armado un protocolo para dirigir un mensaje al respecto, para las “fuerzas vivas” de la política mexicana.  De entrada y aun cuando lo consideraron, el bello Palacio Nacional quedó descartado como sede del ágape político. La zona del Zócalo es hoy un campo de concentración de manifestantes, principalmente de la Coordinadora Nacional de Trabajadores de la Educación (CNTE), que ha tomado las calles de la Ciudad de México en protesta por las leyes secundarias de la reforma educativa que, argumentan, les afecta su trabajo, su salario, y se niegan a ser -entre otras cosas- evaluados por el sistema al que últimamente repudian. Entonces en la Presidencia de la República se seleccionó una instalación militar para el mensaje a la nación después de la entrega del informe: el recinto militar conocido como Campo Marte. Ahí, donde se dieron los funerales de Juan Camilo Mouriño, de José Francisco Blake Mora, donde las Fuerzas Armadas presentan sus respetos y se ponen a disposición del Comandante Supremo de las Fuerzas Armadas de México, el Presidente de la República; ahí donde se dan demostraciones de las habilidades de soldados en materia de preparación, combate y estrategia; ahí donde se recibe a quienes en visita de Estado, llegan al país provenientes de otras naciones. Ahí donde los mexicanos comunes y corrientes, no podemos entrar. Pero ahora resulta que no habían pasado 48 horas de seleccionada la nueva sede para la encerrona presidencial, con su selecto grupo de invitados para televisarla a nivel nacional, cuando salen con que siempre no; pero no solo que Campo Marte no será el lugar del mensaje. De hecho por momentos la Presidencia mantuvo la incertidumbre y alcanzaron a dejar ver que era probable que no hubiese mensaje alguno. Total, la realidad es que no es necesario, para qué gastar más en un país donde la crisis económica nos pega a todos, menos a los gobernantes; para qué hacer alarde de músculo de convocatoria selectiva si los invitados todos, tienen intereses políticos, económicos, sociales, que les obligan a estar ahí. Para qué mensajear si ya se ha atiborrado a prensa, radio y televisión, con los anuncios del Primer Informe; además, la realidad mexicana no está para retórica presidencial. Los maestros dueños del Distrito Federal, los narcotraficantes apoderados de calles de Michoacán, Guerrero, Tamaulipas, Sinaloa, Chihuahua, Estado de México y otros tantos, aunado a la inminente toma también de la Ciudad de México por parte de representantes de la izquierda, tanto del PRD como de MORENA,  PT, Convergencia y quienes se sumen a la manifestación que iniciarán con miras -igual que los maestros lo lograron- a sacar el tema de la privatización de ciertos procesos de PEMEX que en la reforma -por cierto, no enviada del Presidente-, asumen se contemple la apertura hacia el capital extranjero en una empresa nacional. Entonces el país no está para mensajes vanagloriosos del Presidente que, incluso, en el tema de la inseguridad, presenta cifras, números y estadísticas alegres, ajenas pero por mucho, a la realidad que nos aqueja a todos. Realidad que no cambiará, haya o no haya mensaje. Aunque al cierre de edición de ZETA la Presidencia de la República haya informado que sí, que siempre sí habrá mensaje de Peña, que será el lunes 2 de septiembre a las diez de la mañana tiempo de la Ciudad de México, en Los Pinos. ¿A qué le teme Peña Nieto?  

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