En una prisión hay tres mujeres encerradas, dos mexicanas y una gallega. Las tres fueron condenadas a muerte y serán fusiladas una por una. Evidentemente están muertas de miedo y nada les gustaría más que evitar el pelotón de fusilamiento. El cura que viene a confesarlas se apiada de ellas y les dice: “La gente de aquí tiene mucho miedo de las catástrofes naturales. ¡Creen que son castigos de Dios! Utilicen eso en el momento oportuno y se salvarán de una muerte segura, hijas mías. Al día siguiente la primera mexicana es llevada ante el pelotón, con las manos atadas a su espalda. El capitán grita “¡PREPAREN! ¡APUNTEN!”. Ella se acuerda de las palabras del cura, y grita con todas sus fuerzas: “¡HURACÁN!”. Los soldados huyen alocados en todas direcciones. La segunda mexicana y la gallega han visto la escena desde la ventana de su celda y quedan impresionadas. “¡El cura tenía razón! ¡Esto funciona!”, exclaman. Al día siguiente, la segunda mexicana es conducida al patio. La colocan delante del pelotón, y cuando el capitán grita “¡PREPAREN! ¡APUNTEN!”, ella se acuerda de la escena del día anterior y grita: “¡CICLÓN!”. Al igual que el día anterior, los soldados corren en todas direcciones para protegerse, mientras la segunda mexicana se escapa. La gallega ha visto todo desde la ventana y comprueba de nuevo que lo que les dijo el cura funciona. Ha entendido perfectamente el truco y se dispone a preparar su táctica. A la mañana siguiente es conducida ante el pelotón y cuando el capitán grita “¡PREPAREN! ¡APUNTEN!”, ella grita con todas sus fuerzas: “¡FUEGO!”. Autor: Una de las mexicanas sobrevivientes.