Todas eran mujeres. Traían una camioneta Chevrolet Traiblazer del año. Negra. Sin placas. Andaban en el centro de Ciudad Miguel Alemán, Tamaulipas. Se aparecían como si nada. Calmaditas. Parecía que anduvieran paseando. Pero de repente aceleraba la conductora. Se pasaba los altos y la policía ni se movía. También circulaban los sábados por la noche. Precisamente cuando las vueltecitas de la plebada. Si alguien les miraba admirado rezongaban. Sacaban medio cuerpo en las ventanillas. Con la mano derecha cerrada, dedo cordial único bien tieso y un sonoro rayamadrerío. Desde mayo supe de ellas. Pregunté quiénes eran. Y me quedé asombrado al escuchar: “Son Las Zetas”. ¿Cómo que “Las Zetas”? Mi amigo explicó: “Son las viejas de ‘Los Zetas’…casi todas”. Me contó: Ya tienen como dos meses que aparecieron. Si alguna mujer habla mal de sus hombres la “levantan”. Se la llevan a Sugar Lake. Allí les dan su golpiza. Rapada rigurosa y a tirarlas en el centro de la ciudad. Alguien me informó desde Nuevo Laredo y comprobé con otro amigo en Ciudad Miguel Alemán. Por esos tiempos hubo una escandalera. Secuestraron a la dueña de un restaurante famoso. Golpeada, rapada y por fortuna no asesinada. Supe cuando se daban sus vueltecitas por Camargo y hacían cuanto querían. Se sosegaron en julio o agosto. Ya cuando algunos de “Los Zetas” salieron de Miguel Alemán. Tamaulipas ha sido el huerto donde se cosecha esta amarga fruta de grupos asesinos. “Los Texas” fueron famosos y sanguinarios. Nacieron de la unión Juan García Ábrego-Guillermo González Calderoni. Uno heredero del Cártel del Golfo. Otro policía federal. Los dos terminaron en Texas. Narco prisionero y polizonte ejecutado. Esos “Texas” se amafiaron con “Los Chachos” al servicio de Edelio López Falcón. Pero apareció Osiel Cárdenas Guillén con Zeferino Peña Cuéllar. Primero rompieron con González Calderoni y todo lo que oliera a García Ábrego, heredero del Cártel del Golfo creado por don Juan N. Guerra. Un don que por los años sesentas ya tenía la complicidad de Rafael Chao López y Rafael Aguilar Guajardo de la Dirección Federal de Seguridad. Tres grupos más se unieron a Osiel (1998 y 99): Los Flores Soto, Los Ortiz Medina y La Mexican Mafia. Pero a Cárdenas Guillén se le ocurrió: Un solo grupo y formado por militares. Los engatusó entre 1999 y 2000. Nada de acarrear droga. Simplemente operar con sus tácticas de asalto. Matar enemigos. Policías traidores. Deudores y ejecutar “rajones”. La ex soldadiza se acomodó a las órdenes de un solo patrón y recibían su buena paga. Originalmente se asentaron en Matamoros. Pero como allí hay una gran presencia militar le “sacaron la vuelta”. Se fueron a Ciudad Miguel Alemán. Dos problemas grandes tuvieron “Los Zetas”. Cuando perdieron a su inmediato superior Arturo Guzmán Decenas. El Ejército le mató en noviembre del 2002. Este gatillero fue a ver a su amada. Ordenó cerrar las calles. Con toda la policía comprada nadie intervino. Los vecinos se quejaron al Ejército. Atendieron el llamado. Y tras fuerte tiroteo Guzmán Decenas fue muerto. Varios meses después hubo misa para recordarlo. Al lugar donde murió llevaron coronas. Una enorme con vistoso moño: “Te llevaremos siempre en el corazón. Tu familia de Los Zetas”. El otro problema fue en marzo del 2003. Otra vez no pudieron con el Ejército. Capturaron a su jefe Osiel. Se quedaron sin patrón y órdenes. Entonces decidieron matar un mes después a siete narcos competidores. El prestigiado investigador Carlos Resa Nestares escribió: “Su reacción estratégica a la pérdida del patrón fue una intensificación de una actividad que les había proporcionado ingresos marginales desde 2001. Aceleraron el ritmo de recaudación de impuestos entre pequeños delincuentes de Nuevo Laredo. Desde transportistas y pequeños vendedores de droga hasta apostadores ilegales, prostíbulos y contrabandistas de todo pelaje. El cambio de actividad fue coronado por el éxito. Su prestigio como prestadores de servicios de violencia les abrió muchas puertas”. Por eso entraron en pleito con los funcionarios y policías que manejaban esa protección y los mataron. Luego se dedicaron al secuestro con éxito. Hasta que Osiel se repuso y pudo dar órdenes desde “La Palma”. Llegaron al punto de casi liberarlo. Solamente el Ejército se los impidió. Pero Cárdenas Guillén aumentó su poder. Hasta se dio el lujo de utilizar a cierto custodio para darle una tunda a Benjamín Arellano. De paso ordenó asesinar a parientes y amigos encarcelados de Joaquín “El Chapo” Guzmán. Todo en venganza porque este capo quería e insiste arrebatarle “la plaza” de Nuevo Laredo. “Los Zetas” empezaron a perder fuerza en septiembre. Precisamente luego del accidente donde murió Ramón Martín Huerta, Secretario de Seguridad Pública. Se lo achacaron a Osiel y le refundieron más. Ya no pudo remitir órdenes desde el penal. Ni siquiera faroleó en Chiapas y Cancún como en años pasados envió dos tráilers repletos de alimentos para damnificados en Coahuila. A eso se agregó el refuerzo policiaco en Nuevo Laredo bajo mando militar. “Los Zetas” sabían a lo que se atenían. Por eso prefirieron emigrar. Hasta Acapulco y cada vez menos. No fueron los 200 que anuncios defeños soltaron por esos días. De no ser por el famoso video del The Dallas Morning News tales matones estarían desde hace rato en el tobogán del olvido. Renació el nombre pero no el grupo. Pero el mugrero del narcotráfico parió otras bandas. En Río Bravo, Tamaulipas, funcionan “Los Équiz” que actúan en una curiosa combinación con las identificaciones de “Los Números” sonorenses. “El 1” y “El 2” son los jefes. Normalmente se les ve con mucha “escolta”. Radios y “cuernos de chivo”. De “Los Papas Calientes” todo mundo sabe. Son policías y oficiales de tránsito. Actúan a sus anchas. También están “Los de la Guardia”. Son medio raros: Se plantan a la salida y llegada de Río Bravo, a veces Miguel Alemán y pocas Nuevo Laredo. Cualquier auto transportando sospechosos lo detienen. Roban, golpean o matan a sus ocupantes. También les pasa eso a los transportadores de droga ya conocidos. Leí sobre “Los Zetillas”. Nada. El nombre correcto es “Zetías”. Muy del norte tamaulipeco. Quieren ser los sucesores pero no ligados. Se protegen con otro grupo de chamacos y jóvenes. Les llaman “Halcones”. Ésos nada más andan rondando por las calles. Sin arma pero con radio. Avisan de cualquier movimiento. “Esto crecerá en Tamaulipas” me dijo un amigo. Todo mundo les conoce. La policía no los toma en cuenta. Por eso hacen de las suyas. Sin ninguna relación con “Los Zetas”. Pero sí quieren imitarlos. Ser mejores. Seguro que podrán hacerlo al paso que van si no los paran. Tal vez algún día los veremos en un video. Texto tomado de la Colección “Conversaciones Privadas” y publicado el 13 de diciembre de 2005, propiedad de Jesús Blancornelas