Popularmente cuenta la leyenda expresada siempre con cariño, respeto y admiración: “Los Ramírez no son de Morelia, Morelia es de los Ramírez”. Tal frase fue lo primero que escuché cuando a mediados de los noventas visité Morelia, la capital michoacana, una de las ciudades más hermosas de nuestro País; imaginará, estimado lector, el tamaño de mi sorpresa cuando un par de días después, recibí una atenta invitación para comer con el Contador Público Don Jaime Ramírez Villalón. El encuentro resultó inolvidable ya que se celebró en la espléndida Hacienda Villa María –bautizada así para honrar la memoria de su Madre– y que utiliza la familia Ramírez para recibir, atender y agasajar a visitantes de todo México, de todo el mundo, demostrando con ello, por qué son considerados los mejores anfitriones de la Comarca. Además de Don Jaime esa tarde nos acompañaron sus apreciados hermanos, Enrique, Marcos y Florentino “Tino” –como todo el mundo le dice–, la comida fue mágica, se sirvieron entre múltiples suculencias: enchiladas morelianas de avestruz, corundas y otras delicias de esa increíble, variada y milenaria gastronomía. Desde aquel primer encuentro nacieron los cimientos de una sólida amistad que se convirtió en entrañable con los años y que nos llevó a visitar esas tierras con cualquier pretexto, sin necesitar justificación. Algunos años después, a finales del año 2000 y en el marco de la campaña nacional que emprendió mi querido amigo Don Arturo González Cruz para buscar la Presidencia de Concanaco, Don Jaime nos atendió maravillosamente en todos sentidos, no solo en su casa y en su espacio, de suyo se integró generosamente al Consejo de la Confederación y nos apoyó substancial y permanentemente. Recuerdo con gran alegría cómo aportó el avión del Grupo para trasladar recurrentemente a miembros del Gabinete Federal, ejercicio que disfrutaba plenamente, ya que uno de sus mayores dones era precisamente abrazar la oportunidad de servir y alegrar personalmente toda ocasión con un gran gusto y simpatía natural. Con exquisita modestia contestaba que su verdadero negocio era la venta de “Palomitas y Coca Colas” y no el imperio Cinépolis que su familia ha erigido, lo que encierra una gran lección de humildad, puesto que jamás lo escuché hablar de dinero, propiedades o ventas, y ello resulta sorprendente ya que la empresa que fundó su Padre Don Enrique Ramírez Miguel a finales de los cuarentas es hoy el complejo cinematográfico más grande de América Latina y la cuarta cadena de cines a nivel mundial reconocida por sus marcas más emblemáticas; Organización Ramírez y Cinépolis, que a estas alturas ya sobrepasa las tres mil salas con desarrollos desde los Estados Unidos de Norteamérica pasando por Brasil y llegando hasta la India. Egresado de la Universidad Michoacana de San Nicolás de Hidalgo, Don Jaime Ramírez nace en su obvia, idolatrada Morelia, donde fundó una bella familia de la mano del amor de su vida Doña Pilar Díaz, que le regaló cuatro adorados hijos: Jaime, Mariana, Pilar y Natalia. Apasionado de los medios y los vehículos, en su casa albergaba una colección impresionante de éstos, exhibidos elegantemente; en el ramo de las comunicaciones fundó y dirigió el Periódico “Provincia” y TV Azteca local; además resultó un gran promotor e indiscutible patrocinador del afamado Festival Internacional de Cine de su ciudad, que se realiza año tras año con cada vez mayores niveles de calidad y audiencia. La penúltima vez que nos encontramos, acompañado de mi amada hermosa fue en el magnífico Palacio del Arte de su propiedad, donde como siempre actuó como el mejor guía, obsequioso y encantador; la tarde de toros fue todo un acontecimiento y la disfrutamos como pocas, un par de años después en el 2011 coincidimos por última vez en un restaurant de Polanco en el DF, me dio un enorme gusto poder abrazarle nuevamente para demostrar la riqueza y solidez de nuestra amistad. Don Jaime Ramírez Villalón, hombre completo y feliz, lleno de simpatía, nobleza y visión se despidió de este mundo la mañana del 12 mayo del año pasado, dejando tras de sí una larga estela de éxitos, logros y obras que serán recordadas largamente y que representan un gran orgullo para todos los suyos, para Morelia y para México. Hasta siempre, buen fin. Carlos Mora Álvarez, es orgullosamente tijuanense. Ha sido servidor público y dirigente empresarial. Actualmente preside el corporativo MORYNA. Comentarios y sugerencias: carlos.mora.alvarez@gmail.com