En el último piso de un edificio en el bulevar Agua Caliente, el lujoso penthouse cuenta con todo lo que un atribulado hombre de negocios aspiraría a tener para dirigir un negocio. Oficinas varias, sala de juntas con lo último en tecnología, líneas telefónicas, red inalámbrica para rápida conexión a la Internet. Tocador casi purificado, escritorios, sillones, mesas de potente soporte, papelería, aire acondicionado, personal de oficina y una espléndida vista de la Tijuana. Pero uno de los hombres más ricos de Baja California, no utiliza el espacio en mención. Lo ha reservado para prestarlo. Desde hace unos días ahí despacha parte del equipo de campaña de Fernando Castro Trenti, candidato que es de la alianza priista al Gobierno de Baja California. No es el único en recibir “favores” de esa naturaleza. Hace no mucho tiempo, en la llamada “mejor cava privada de Tijuana”, en la casona de un acaudalado empresario en el fraccionamiento Chapultepec, pocos pero sustanciosos los invitados a departir en medio de botellas de vino de morado concentrado y exorbitante precio. Como secta, el exclusivo grupo se reunió para aportar, cada uno de su bolsillo y de su empresa, el pago por la comida y la bebida en tan distinguido sitio. El anfitrión convocó exprofeso para “ayudar” a la campaña de Francisco Arturo Vega de Lamadrid, candidato del PAN y sus aliados al Gobierno de Baja California. La división empresarial en el estado se ha dado pero no por conflictos financieros, intereses encontrados, poca inversión del extranjero, crisis económica, sino por cuestiones políticas. Están los hombres de negocios que le apuestan dinero, tiempo, esfuerzo y oficinas a Fernando Castro Trenti, y aquellos que invierten en Francisco Vega de Lamadrid. Los ricos, ricos, invierten en los dos. Tanto para el PRI, tanto para el PAN. No se andan con pichicaterías. Lo raro de estas donaciones, comodatos, aportaciones y entregas en especie, es que no aparecen en las cuentas que han de ser públicas sobre los gastos de campaña de quienes aspiran a gobernar Baja California. Sé de muchos que han aportado dinero, otros que han puesto vehículos y hasta trabajadores al servicio de los candidatos, pero ni recibo solicitan a cambio. Quizás ahora que el Instituto Electoral y Participación Ciudadana quiere salir del ignominioso papel en el que se encuentra, al percibirse como un órgano cargado al Partido Revolucionario Institucional, podría legitimar su función ciudadana auditando –en tiempo real– a los equipos de campaña de Francisco Vega y de Fernando Castro Trenti. El priista no ha querido informar de dónde salió el dinero ni cuánto fue, lo utilizado el primer día de su campaña cuando recorrió el estado en camioneta blindada, helicóptero y avioneta privada. Francisco Vega no permite que se sepa cuánto paga por las oficinas enormes, blindadas, equipadas y seguras que antes fueron del Consulado de los Estados Unidos en Tijuana y hoy se “las prestaron” a él para que fuese su búnker político electoral. Fernando Castro no informa lo que en cenas en casas de la Chapultepec ha recibido en billetes. Hace unos días el panista estuvo en ZETA y le pedimos su declaración patrimonial. Dijo que la entregaría antes del viernes dado que acá, cerramos edición el jueves por la noche, pero nada. No la mandó. La última que le conocemos es de 1995. Dice que ya vendió las casas de empeño de su propiedad, que solo le queda una pero en un mes la rematará. Que vive de sus rentas y una constructora, pero no se atreve a decir cuánto tiene. Con Fernando Castro Trenti es más difícil aún. Desde principios de los noventa no se le conoce trabajo privado alguno. Luego de perder por primera vez una elección en 1991, la administración de Ernesto Zedillo Ponce de León le dio chamba federal. Antes que el PAN ganara la Presidencia de la República, el último cargo federal fue una delegación en Baja California. De ahí en adelante a nada entre un poder legislativo y otro, en el Estado, en la Federación, como Senador, como Diputado. Sin embargo, ni en declaranet, un sitio de cuentas claras patrimoniales de la Función Pública, ni el Congreso del Estado local, ni en la Cámara Alta ni en la Baja, hay rastro de una declaración patrimonial de Castro Trenti. Su dinero siempre ha sido un misterio; no se ve pero sí se aprecia en su modo de vida. Transparente, democrático, justo, comprometido y un gesto muy de solidaridad con los ciudadanos a quienes piden el voto, sería que tanto Fernando Castro Trenti, como Francisco Vega de Lamadrid, nos dijeran quién les ha dado dinero, cuánto y dónde lo que les han dejado usar en infraestructura y recursos humanos; a cuánto asciende su patrimonio y el de su esposa e hijos en el caso de Castro, y el de su ex esposa, hijas y actual pareja e hijo, de Vega. Sería lo más transparente y políticamente correcto, además de la prueba de una vida económica y una vida pública honesta. De lo contrario ¿qué esconden? Aquí las páginas de ZETA para recoger las declaraciones patrimoniales y las cuentas claras de los recursos que en sus campañas se han invertido. Ahora sí que cena por cena, charola por charola y cuentas claras. A ver quién se atreve.