Tratar este tema parecería trivial, pero resulta que es más común de lo que mis dos que tres lectores pudieran pensar, y que los problemas que acarrean son tan graves o más que los de un divorcio. Hay parejas que desde que estaban en la secundaria o prepa se hicieron novios y que las familias de ambos los acogían con afecto y cariño porque encontraban en ambos afinidades a la propia familia y a la del otro, claro que para ello ambas familias compartían el gusto por la pareja del hijo; sentimentalmente llegaban a pensar que ojalá que algún día llegaran a casarse. Y como sucede muy comúnmente con el tiempo y ante irse abriendo camino ambos en la vida, empiezan a distanciarse, no por no quererse sino porque toman en el mejor de los casos carreras diferentes y en otros donde no estudian o uno sí y el otro no, la distancia va alargándose a pesar que en algunas ocasiones ya hablaban de matrimonio y las familias se sentían felices de que se pudiera lograr. Por esas razones y otras, al tomar caminos diferentes, uno u otro encuentran otra pareja con la que finalmente se casan y la familia que se encariño con él o la novia de siempre, no acepta a la nueva y ante el recuerdo del anterior se muestran indiferentes hacia ella afectando al hijo o hija emocionalmente por tal situación, y como la decisión es de ellos, se casan y la vida interfamiliar con la familia se hace distante y a veces agria, no hay armonía ni buena convivencia, en reuniones familiares toleran la presencia del cónyuge del hijo pero sin hablarle ni mostrare atentos con él o ella. Otro caso relevante es cuando después de ser ambas familias muy allegadas con las parejas de sus hijos casados y sus familias, y en un momento dado esta pareja se divorcia, generalmente la familia del hijo que sale de casa se queda con enojada contra la ex y se retira tanto de ella como de los hijos, o por decisión propia de la misma pareja que no quiere tener ningún contacto con la familia de su ex, por lo que finalmente todos pierden, los hijos al ya no convivir con esa familia, y la familia de abuelos, tíos, primos sin poder convivir con los niños ni en su trato, crecimiento y convivencia familiar. Existen parejas que al divorciarse se quedan materialmente solos porque ni familia tienen en la ciudad donde viven y la única con la que contaban era la de su ex-pareja, y créanme, eso todavía es más triste para el crecimiento sano y en armonía de los hijos, al quedarse sin la figura del padre principalmente, de los abuelo y toda la parentela que los acogía como parte de la familia. Desafortunadamente no hay ley que obligue a quien se queda con la custodia de los hijos que los obligue a que continúe la convivencia de sus hijos con la familia del ex, lo que les ayudaría a crecer más en forma emocional y físicamente, sí la hay en cuanto al padre que no tiene la custodia lo haga, pero muchas veces éstos no cumplen al dejar de hacerlo por el mismo coraje contra la ex-pareja o de ella contra él, o el olvido hacia sus hijos, perdiendo la oportunidad de ser un buen padre, ya que ser un buen padre, más que obligación debería ser un honor y satisfacción poder cumplir como tal. Finalmente los hijos se convierten en mercancía de cambio, si me das esto o aquello te permito verlos, convivir y sacarlos, o ya que te portaste mal conmigo no tendrás más el derecho de verlos pero sí de darme la pensión; o no te doy la pensión hasta que me permitas verlos, convivir y sacarlos, y las autoridades disimuladas antes este grave problema social, sin querer darse cuenta que ahí es donde se da y germina la semilla de lograr hijos delincuentes e inadaptados. Gracias como siempre a mis dos que tres lectores por sus comentarios y consultas al teléfono 684-9647 o al e-mail: bautista46@hotmail.com El autor ejerce su profesión en Tijuana, B.C.