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miércoles, septiembre 18, 2024
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Librería El Día: 50 años de tradición

Don Alfonso López Camacho no tiene mucho ánimo de festejar los 50 años de la tradicional Librería El Día. “No hay qué celebrar”, dice a ZETA el librero con un tono serio y nostálgico. No obstante a su “nula propensión a las celebraciones”, Don Alfonso expresa a este Semanario que acaba de editar para el aniversario número 50 de Librería El Día, “La Falsa Memoria. Ensayos sobre la Revolución Floresmagonista de 1911 y sus detractores”, de Gabriel Trujillo Muñoz, cuyo ejemplar obsequia a sus clientes y amigos en la sucursal de Zona Río. De barba gris y clásica guayabera, a sus 77 años, Don Alfonso muestra al reportero álbumes rechonchos inundados de fotografías donde conserva celosamente la historia de la Librería El Día (y por ende de Tijuana) desde 1963 y hasta de la fundación de la Feria del Libro de Tijuana que él impulsó en 1980. Don Alfonso enseña pacientemente al reportero imágenes de los primeros años de la librería y los personajes que han desfilado por ella a lo largo de 50 años, ya sea en presentaciones editoriales o firmando libros, como Carlos Monsiváis, Paco Ignacio Taibo II, Federico Campbell, Rubén Vizcaíno, Edmundo Lizardi, Jorge Ortega, Rosina Conde, Luis Humberto Crosthwaite, solo por ilustrar con  algunos. Detrás de los álbumes de Don Alfonso, están cinco décadas de trabajo del noble oficio de librero tanto suyo como de su padre. Los orígenes Cuenta Don Vladimiro Alfonso López Camacho a ZETA que su padre, del mismo nombre pero sin el primero, llega a Tijuana en 1951, luego que en 1945 arribara a México dejando atrás los horrores de la España franquista. “Llega a Tijuana porque se le ofrece una posibilidad de trabajar con la incipiente vitivinícola Cetto. Él tuvo que reorientar su profesión cuando llega a México, porque era un exiliado político, en España trabajaba de burócrata, era un funcionario en un juzgado, pero no servía aquí, no tenía aplicación, entonces él estudió administración y contabilidad privada, ahí fue donde empezó su vida profesional”, recuerda. “El primer trabajo que tuvo aquí en Tijuana fue en la administración de la incipiente industria Cetto, después estuvo administrando a Paco Ros, que también era exiliado político, tenía en la Calle Segunda una tienda de curiosidades y una plaza toros ambulante”. Don Alfonso, padre, conoce a quien sería su segunda esposa, doña Tomasa Cortés, que por cierto tenía un restaurante en la Calle Revolución, el famoso Mitla: “Él lo administraba”, cuenta su hijo Don Alfonso. 1963 fue un parte aguas para la historia de Tijuana cuando Don Alfonso López Camacho toma la mejor decisión para la ciudad: “En el 63 hubo un problema con el restaurante Mitla porque le dijeron que ese espacio lo iban a ocupar para otras cosas, pero luego no ocurrió nada de lo que se había proyectado, y mi padre se ve en la necesidad de orientar su vida hacia otra, entonces es cuando él decide poner la librería, en el 63, como modo de vida, pero también como proyecto ideológico”. López Camacho recuerda que precisamente en 1963 su padre estaba en España cuando le comunican que ese espacio tiene que ser ocupado: “Entonces regresa a Tijuana, consigue un amparo por un año y en ese transcurso es cuando él establece la librería con el apoyo de la familia”. Parte de la historia de las raíces de la Librería El Día, Don Alfonso la recuerda el día en que recibe el premio Amoxhua Huehuetzin, en su discurso del 15 de mayo de 2004: “Y de esta manera  nace la Librería El Día, ‘Vocero del Pueblo Mexicano’ que, por razones prácticas, de carácter  económico, asimila el nombre homónimo de un periódico capitalino cuyo perfil ideológico coincidía con su nuevo proyecto profesional y de vida”. “Ex seminarista, republicano, intelectual, hombre de izquierda, en busca de una utopía que  truncó una fraticida guerra civil, abre una librería con el claro y firme deseo de influir en la transformación política y cultural de su entorno social. Buena prueba de ello es la creación  paralela de una librería  móvil que, con el romántico nombre de ‘Cultura y Vida’, se proponía  llevar los libros a las colonias de la periferia de Tijuana en una misión a la que no dudo en calificar de apostolado”, reza el discurso de aceptación del premio en mención. Pero la semilla librera ya estaba sembrada. Continúa la tradición Don Alfonso López Camacho, padre, nace en 1908 en Lucainena de las Torres, España, por lo que cuando funda la Librería El Día en 1963 cuenta con 55 años. Vladimiro Alfonso, su hijo, conoce el proyecto librero en 1967: “Primero llegué a Tijuana en el 67. Yo tuve la ocasión de hacer un viaje a Estados Unidos, estuve trabajando un mes en Nueva York; previamente mi padre ya había estado en España, nos habíamos conocido, entonces yo decidí venir a conocer Tijuana y a conocer la librería”, revela a este Semanario. Pero no es casualidad la visita del hijo a Tijuana, porque ya había planes familiares relacionados con los libros: “Mi padre estuvo un tiempo en España y demás, y pues ya había el proyecto de alguna forma de que yo viniera a colaborar con la librería. La cosa está que durante mucho tiempo el proyecto inicial era que yo viniera a colaborar a la librería de Mexicali, porque se abrió una en esa época, no por iniciativa propia de mi padre, pero al final tuvimos que quedarnos nosotros, pero el proyecto no germinó por el socio que estaba allí”. Nacido en 1936, con 32 años apenas, Don Alfonso se establece definitivamente en Tijuana en 1968: “Mi llegada a Tijuana se produce en el mes mayo de 1968, año convulsivo, de trágicos acontecimientos en México y en el mundo, con el firme propósito de colaborar con mi padre en la joven librería que ya conocía de un viaje anterior, previa estancia en New York”, recuerda también Don Alfonso cuando recibe el premio Amoxhua Huehuetzin. Don Alfonso explica a ZETA la visión que él traía de joven al participar en el proyecto librero a diferencia de su padre: “Yo creo que aporté una visión más comercial a la librería, porque la visión de mi padre era más idealista, más centrada en todo aquello que podía provocar cambios sociales, culturales y demás; y aun yo, comulgando con eso, veía también que no se podían negar cierto tipo de libros que no tuvieran niveles intelectuales, sino que querías tener tu clientela”. El lozano librero pronto toma las riendas del proyecto: “Cuando yo llegué a Tijuana y ya mi padre vio que yo me consolidaba, él me dijo: ‘Aquí están las llaves, haz lo que quieras’”. Época boyante Hay que recordar que todavía en las décadas de los 70 y 80, Tijuana era una ciudad boyante, en dólares por supuesto. Con la visión de que una librería es una empresa, Don Alfonso también contempla durante sus primeros años de administración de la Librería El Día, la venta de libros de texto. “En términos económicos, el libro escolar se convirtió en la parte sustantiva de la demanda equilibrando las finanzas y propiciando el crecimiento. Las circunstancias allanaron el camino de un proyecto personal que me incordiaba con insistencia ante la inesperada e ingrata experiencia que tuvo mi padre con el local del restaurante, de tal manera que en 1983 la Librería El Día se extiende hacia la Zona del Río de Tijuana”, revela en su discurso Don Alfonso. En 1983, una forma de celebrar los primeros 20 años de la Librería El Día es abriendo una sucursal en Zona Río, matriz actual. Luego, en 1987 se inaugura “El Ingenioso Hidalgo” en Otay, para después, previo concurso, establecer una librería en el interior de la Universidad Autónoma de Baja California (UABC) campus Tijuana. El fundador de la primera Feria del Libro de Tijuana en 1980, explica a ZETA que El Día sobrevivió gracias al libro de texto: “Mi padre no quería vender libro de texto. Yo dije: ‘Aquí lo único que se puede vender es el libro de texto’. Y ésa fue la época dorada, o sea, la expansión de la Librería El Día hacia el Río, fue gracias al libro de texto”, manifiesta. “Las librerías se alimentaron durante mucho tiempo del libro de texto, luego hubo ausencia de clientes a partir de 2001 cuando las famosas Torres Gemelas, que se sintió mucho el efecto económico, de una forma o de otra teníamos también una afluencia de clientes americanos a comprar libros, uno lo notaba porque además eran días de fin de semana que entraban dólares, ahí empezó a derrumbarse la economía en Tijuana, y también en las librerías”. Cuando las librerías “ya no eran rentables” La crisis económica y de inseguridad de 2008 en Tijuana arrasó con muchos establecimientos mercantiles, incluidos restauranteros, loteros de autos, y también libreros. “Estimada clientela, cerramos esta sucursal”, rezaba una leyenda escrita sobre papel pegado en la puerta cristalina de un local comercial ubicado a media cuadra de la entonces desolada Avenida Revolución. “Visítanos en Zona Río y UABC”, complementaba el aviso. Era la tradicional Librería El Día de la Calle Sexta, ubicada entre Revolución y Constitución de la Zona Centro de Tijuana. Transcurría diciembre de 2008 y la de la Calle Sexta era la segunda Librería El Día que clausuraba sus puertas, porque ese mismo año, en enero, había sido cerrada también “El Ingenioso Hidalgo”, de Otay. “Esa librería (la de la Calle Sexta), la fundó mi padre en 1963. Cerrarla fue muy doloroso”, decía a este Semanario Don Alfonso López Camacho. Ahora que Librería El Día cumple 50 años, Don Alfonso recuerda con morriña: “Ya no eran rentables. Estábamos en un punto donde ya creaban muchos problemas, las ventas bajaron mucho”, explica. El cuadro crítico incluía la crisis económica, inseguridad, sin venta de libro de texto ni compradores estadounidenses, pero hubo algo más que remató el ánimo de Don Alfonso: “Lo que realmente le dio el golpe de gracia a muchas librerías fue el hecho de que ya no llegaban los estudiantes de secundaria y de primaria, porque ese mercado se dispersó hacia las escuelas, eso fue fundamentalmente; entonces ahí sí llegamos al punto de que ya no salían los números”. La tragedia educativa en México “Ahorita las cosas no están muy boyantes”, aclara don Alfonso. No obstante, a los cierres de dos sucursales hace cinco años, Librería El Día ha salido adelante: “Mucha gente viene de fuera, se sorprende y les gusta, y me da mucha satisfacción, ha sido quizá lo que ha imantado o canalizado buena parte del proyecto. Aquí trabajamos algunas cosas de primaria, de secundaria no trabajamos nada, trabajamos libro universitario, que es lo que mantiene esta relación con la UABC y pues todo lo que es cultura, ése ha sido el motor, el alimento que ha mantenido a esta librería”, refiere. La realidad que plantea Don Alfonso es grave: “No hay una sociedad que consuma libros más allá del libro como un instrumento, ya sea profesional, de estudio, cultural”. Obviamente, su discurso del premio Amoxhua Huehuetzin es vigente: “Las nuevas generaciones huérfanas del hábito de la lectura, hacen que año con año el aumento demográfico disperse el ya de por sí insignificante consumo de libros per cápita, origen del pobre crecimiento librero. Pero en este panorama, lo más trágico son nuestras universidades que arrojan al mercado de trabajo miles de licenciados en sus diferentes carreras que, en su inmensa mayoría, no frecuentan las librerías”. A propósito de que se ha instalado en Tijuana la cadena Gandhi, realmente no es ése el problema sino la falta de lectores: “El problema de México no es que abran librerías, el problema es que no hay mercado para las librerías, ése es el problema. Es una tragedia, porque ahorita que estamos en los 50 años de la Librería El Día, y yo me digo: ‘¿Qué hay que celebrar? No hay qué celebrar, nada’”. La ausencia de lectores obviamente desemboca en el lamentable deterioro de la educación: “Si yo en mi tarea de librero me pongo a mirar hacia atrás, digo ¿qué ha pasado en 50 años?: Un deterioro permanente de la educación. Yo me acuerdo que en el 68, en la preparatoria estudiaban Filosofía, Ética, Estética, Etimología Grecolatina, la educación tenía una calidad que no tiene ahorita; entonces una sociedad que no tiene una educación de calidad no logra un desarrollo intelectual en la sociedad, que es la que va a alimentar no solamente a las librerías, a la cultura”. Concluye Don Alfonso: “Ahora los niños no conocen las librerías, ni siquiera en los programas de lectura les orientan hacia una librería, ni siquiera eso”.

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Autor(a)

Redacción Zeta
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Redacción de www.zetatijuana.com
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