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jueves, septiembre 19, 2024
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Doña Sarita Montiel

La glamurosa Diva se puso de pie rodeada de ese halo que solo puede acompañar a una grande de España. Grácil, se dirigió elegantemente a nuestra mesa para agradecer la botella de champagne Dom Pérignon que honrosamente le habíamos invitado. Al tenerla frente a mí, solo atiné a inclinarme frente a ella, tomarle la mano y darle un respetuoso beso, aturdido ante la deslumbrante presencia de Doña Sarita Montiel. El extraordinario acontecimiento se desarrolló en plena feria de San Isidro, hace poco menos de un año. El lugar, el santuario de la gastronomía madrileña: Casa Lucio. El famoso restaurante se hallaba repleto de personalidades de talla internacional; Artistas, Toreros, Periodistas, Intelectuales, Empresarios, Modelos y un largo etcétera colmaban el espacio del mejor anfitrión de la Madre Patria, Don Lucio, para quien tenemos reservado un dones muy especial dada su esplendidez excepcional y su profundo amor por nuestro País. En medio de la bulliciosa noche todas las miradas se centraban en la encantadora personalidad de Doña Sarita que con la mayor calidez, pero consciente del revuelo que su persona generaba, obsequiaba besos, sonrisas y abrazos a todo el valiente que se acercaba a rendirle homenaje, o como en nuestro caso, ser los afortunados anfitriones por algunos minutos en nuestra propia mesa de la primera luminaria ibérica que pisó tierras hollywoodenses. Bautizada como María Antonia Aurelia Isidra Vicenta Josefa Abad Fernández, nacida en un lugar de la Mancha, Ciudad Real, España, el 10 de Marzo de 1928, fue sin duda alguna la más grande estrella que sus paisanos idolatraran. Con una prolífica carrera cinematográfica que conmovió al mundo entero, fue la precursora de las más grandes, sensibles e impactantes actuaciones iberoamericanas en pantallas norteamericanas, donde convivió con reconocidos actores y actrices del firmamento mundial, como: Gary Cooper, Burt Lancaster, Charles Bronson, Mario Lanza, Joan Fontaine y Raf Vallane –su galán en su máxima obra “La Violetera”– y los mexicanos María Félix “La Doña”, Dolores del Río, Agustín Lara, Pedro Vargas y Pedro Infante, quien sería su íntimo amigo y amor en la pantalla en “Necesito Dinero” y “Ahí viene Martín Corona”. La vasta filmografía de Doña Sarita incluye más de medio centenar de películas, y amplia discografía que sobrepasa los 30 discos grabados. “Veracruz”, “El Último Cuplé”, “Piel Canela”, “Serenade” y “Don Quijote de la Mancha”, solo por citar algunas, son seguramente las más recordadas entre sus desbordantes actuaciones en el celuloide; su particular estilo y su bella voz abrieron paso a actuaciones musicales que iban desde emotivas piezas tradicionales de su tierra a temas de corte internacional que dieron la vuelta al planeta, como “Fumando Espero”, “Bésame Mucho” y “Quizá, quizá, quizá” interpretaciones sin igual en su incomparable tesitura. Doña Sarita, durante su imponente trayectoria recibió altos honores y reconocimientos como la Medalla de Oro de Castilla-La Mancha, La Medalla Al Mérito en el Trabajo, así como la Condecoración de la Academia de las Artes y las Ciencias Cinematográficas de España, además del “Golden Eagle Award” que le entregó su querido amigo Burt Lancaster, concluyendo con la Estrella que recibió en el Paseo de la Fama de Madrid. Su vida familiar fue bendecida con dos hijos a los que se dedicó devotamente de manera constante: Thais y Zeus. Debido sin duda a su belleza y a su don de gente, simpatía y entrega, la española fue fecunda en sus relaciones amorosas, lo que le permitió alcanzar la felicidad recurrentemente desde su primer esposo el director norteamericano Anthony Mann, el segundo José Vicente Ramírez Olalla, el tercero –al que siempre resaltó como el más grande amor de su vida– Jose Tous Barberan, y el último, el cubano Antonio Hernández, con quien la unión fue breve y de limitada fortuna. Sarita Montiel vivió en cuerpo y alma feliz, señora, dueña del escenario y de donde estuviera; aquel día de mayo cuando la conocí en Madrid, vestida de negro con pedrería, de cabello negro relamido al estilo sevillana, un perfecto maquillaje que culminó con rojos labios, y su cuello aderezado con diamantes y zafiros, tuvo la frescura, la sencillez y el don del agradecimiento, para saludar al escribiente y a quien aquella noche la nutrió con el homenaje del reconocimiento público. Esta misma semana la extraordinaria vida y la inconmensurable belleza de Doña Sarita Montiel llegó al cenit de su existencia al despedirse de este mundo terrenal y dar paso a la leyenda que prevalecerá, ya que el legado de los inmortales que como ella tienen oportunidad de ser tocados por la grandeza, nos la obsequia generosamente a través de sus múltiples dones desbordantes de talentos, su nombre quedará grabado en letras de oro en el firmamento de las grandes estrellas ,y nos permitirá recordarla con admiración permanente. Descanse en paz, la Saritísima. Hasta siempre, buen fin.   Carlos Mora Álvarez, es orgullosamente tijuanense. Ha sido servidor público y dirigente empresarial. Actualmente preside el corporativo MORYNA. Comentarios y sugerencias: carlos.mora.alvarez@gmail.com

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