Eran inicios de noviembre de 2012 y ZETA empezaba a recibir las tan ansiadas y acertadas cartas para su sección y en ellas, dentro, las “calaveras tradicionales”, que saca ZETA para tal fecha de día de muertos. Somos varios los que enviamos calaveras en noviembre de cada año. Ese día llevé como 9 calaveras a diferentes políticos del país, de 9 rimas, de 4 renglones cada una. Llegué a ZETA, me registré con el guardia que guarda celosamente los nombres de quienes visitan ZETA. Entré, pasé la puerta y, sorpresa la mía, al voltear a mi derecha, vi sin esperarme tal encuentro, encontré allí a la Licenciada Adela Navarro Bello. Grande fue mi sorpresa y alegría al volverla ver físicamente después de 18 años largos. Me dio mucho gusto, la saludé, platiqué, la vi joven, guapa y de muy buen humor y carácter. Mujer de gran porte, gallarda, imagen y tan libre como el ZETA. Sin zozobra, sin miedo, al natural, accesible y la edad no pasa en ella. La he visto a través de ZETA. Una vez la vi en el Cecut, en la presentación de un libro. En fin, me despedí de ella. Entregué mis calaveras y me despedí de ella. Pero iba preparado, “hombre precavido vale por dos”. Traía conmigo en mi auto una cámara digital y fui por ella, regresé, le dije que si me podía tomar una foto con ella y me dijo, claro, libre y sincera; por supuesto, Leopoldo. Y fue amable, sencilla y se oyó el “click con el flashazo”, una foto con la editora de ZETA no la esperaba, sorpresas da la vida. Las oportunidades deben aprovecharse, solo se presentan una vez. Hoy rige tal foto en mi álbum personal y de toda la vida que llevo coleccionando. Y con esta gran mujer y personaje mundial, periodista de las más reconocidas, más gusto me da. Gracias, Adela, por tal foto y espero volverte a ver una vez más. No sé cuándo, pero es muy grata tu presencia y la vida está llena de sorpresa y la sorpresa fue mía. Gracias de antemano. Dios nos bendiga. Leopoldo Durán Ramírez Tijuana, B. C.
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