Era director de la Policía Municipal de Tijuana cuando le quitaron la vida. También a su escolta Ramón Alarid. Los asesinos los sorprendieron cuando regresaban de atender una falsa alarma de terrorismo de Matriz Aeronautics. Fue a finales de abril de 1994. Sin experiencia pero con harto compromiso, Federico Benítez López aceptó la encomienda en el cargo por parte del alcalde Héctor Osuna Jaime. Puntilloso, desconfiado y decidido a servir a los tijuanenses desde la corporación, Benítez encabezaba operativos para confiscar droga. Investigaba a los criminales que hacían daño a la sociedad, los acorralaba. Fustigaba a los policías que no cumplían con su deber de servir y proteger a la ciudadanía, y atendía cualquier denuncia personalmente. Los narcotraficantes notaron su presión. Lo estudiaron y le mandaron emisario para aceptar billetes a cambio de inactividad. Cientos de miles de dólares pusieron a la disposición de Benítez, y éste los rechazó. Su juego era derecho: si los narcotraficantes aparecían en sus investigaciones, los perseguía. Aquella noche de abril su cuerpo recibió siete balazos. Los rescatistas lograron mantenerle con vida apenas unos minutos. Después se conocería oficialmente que quienes organizaron el asesinato eran narcotraficantes, y los ejecutores, policías judiciales federales. Uno fue detenido y después liberado. A otros ya los ejecutaron los propios mafiosos, o de plano, se pasaron al crimen organizado. El homicidio de Federico Benítez permanece en la impunidad. En honor a la vida que le quitaron sirviendo a la ciudad, su nombre fue puesto a un bulevar. De ser una conexión, el Bulevar Federico Benítez López se ha convertido en una importante arteria que conecta la ciudad de Tijuana. Antes de ese bautizo oficial, los tijuanenses ubicaban la vialidad como Bulevar Ferrocarril, dado que por ahí transcurren las vías del tren. Pero ahora, en una postura ingrata, testaruda y poco comprometida con quienes han dado la vida en cumplimiento de su deber con honestidad y probidad, el diputado priista Carlos Murguía -fuera de sus responsabilidades legislativas-, introdujo y sus compañeros priistas en compañía de sus comparsas, le aprobaron un exhorto para cambiar el nombre de Federico Benítez al bulevar y -dice el legislador- regresarle el original, que hoy sabemos no era Ferrocarril, sino Josefa Ortiz de Domínguez. Sería preferible que si de exhortar se trata, el diputado y su partido, el PRI, hicieran un llamado a solucionar el crimen de Federico Benítez, o el de Arturo Ochoa Palacios, quien sirvió como delegado de la PGR en Tijuana y lo asesinaron el 17 de abril de 1997. O el de otro director de la Policía Municipal de Tijuana acaecido por las balas de los mafiosos, Alfredo de la Torre, un febrero de 2000. El legislador Murguía debería dedicarse a eso, a legislar y no perder el tiempo con enconos partidistas para quitarle el nombre de un asesinado director de la Policía de Tijuana a un bulevar. Ahora, gracias al diputado Murguía, el caso está en manos del Ayuntamiento de Tijuana, del alcalde Carlos Bustamante. El colmo sería arrebatar a los tijuanenses la nomenclatura Federico Benítez López, cuando el año pasado asignó el nombre de su padre a la Vía rápida Oriente y el de su ex suegro al Bulevar Fundadores. Priistas al fin. A ver qué pasa en el Ayuntamiento.