Muchos se preguntan qué le sabe, qué le debe, qué le conoce Ariel Lizárraga Montero a Fernando Castro Trenti. Durante los últimos años, el virtual candidato del PRI al Gobierno del Estado de Baja California ha tenido a quien fue sospechoso de violación a una menor, en su equipo de trabajo. Antes Lizárraga había servido a Francisco Vega de Lamadrid (y acaso seguirá sirviéndolo, pues dice que manejará las dos campañas, la panista a través de su pupilo Roberto López). Pero en el interés está el color político, y desde que se unió al equipo de Castro Trenti, no lo ha soltado. La bonanza económica le llegó, y con ello los favores en el gobierno. Mientras una menor que acusa a un adulto de actos sexuales no puede retractarse, en el caso de Ariel eso fue tomado como válido, y salió de prisión y de investigación, con todo y que en la averiguación previa se dio cuenta de los favores económicos y en especie que se utilizaron para lograr el cometido. Poco después, aquí en ZETA publicaríamos copia de los cheques que desde el Congreso del Estado, de donde Lizárraga era director de Comunicación, salieron a nombre de la hermana de la niña denunciante. Enquistado después del affair en el cargo que nunca abandonó, ahora lo deja e informa: para unirse al equipo de Fernando Castro Trenti. Craso error del ex diputado federal ubicar a un sospechoso habitual, cuando logró ganar la interna a otro sospechoso común, precisamente por las múltiples acusaciones en su contra. En este contexto las preguntas son las mismas: qué le sabe, que le debe, qué le conoce Lizárraga a Castro para que éste lo siga manteniendo. Interrogantes que en una época de transparencia y de presunta renovación moral, política y ética del aspirante priista, merecerían una respuesta, o bien, un deslinde.