Un término muy empleado en los últimos tiempos es el de “masa”, para referirse a una muchedumbre que forma una multitud amorfa como “hojas que van a la deriva”, según la expresión de Ortega. Véase también “La Psicología de las Multitudes” (Ed. Arcilla, Santiago 1932) y José Ortega y Gasset, “La Rebelión de las Masas”. Un estado necesita de una población que es el ámbito humano al que se va a aplicar el orden jurídico. Una población está constituida por un número de personas que conviven en un territorio para realizar sus fines sociales. La voluntad de vivir en común constituye un elemento básico de la vida social, un conjunto de circunstancias de diferente naturaleza concurren para darle cohesión al grupo humano que integra la población del Estado. A qué entidad se refería el Constituyente de 1917 al aludir el concepto “de Nación”. Desde luego, no es un concepto sinónimo de “Federación”, que una interpretación jurídica obligada ha formado. La Nación Mexicana se expresa en todo nuestro pasado, en la obra inmensa del pueblo constituyendo las pequeñas y grandes cosas de nuestro vivir cotidiano, las causas materiales y también las inmateriales. Todo aquello que nos une, nos identifica, nos dignifica, cae en el campo de este concepto de Nación. En el mundo internacional se ha considerado que los pueblos que han adquirido a través de los largos siglos de evolución su plena madurez política, pueden propiamente llamarse una Nación. Cuando se han congregado las naciones del mundo, han tenido que hacerse concesiones para llamar también Nación a pueblos subdesarrollados o en proceso de integridad social y política. Ello no ha sido obstáculo para que la reunión de Ginebra se llamara “Sociedad de Naciones”, y que la actual organización se denomine “Organización de las Naciones Unidas”. La gravedad de los sucesos mundiales ha acelerado el desarrollo de los pueblos y sus lazos de vinculación son cada día más fuertes y poderosos. Lo que no hizo la paz lo está haciendo el temor a la guerra. Mas debemos hacer algunas reflexiones sobre la posición del hombre en la sociedad. Más de cuatro mil millones de seres se vienen multiplicando sobre la Tierra, el espectro del maltusianismo parece reaparecer con toda su fuerza ante la limitación de zonas productivas. Muchedumbres y masas en las cuales vivimos inmersos, sometidos a sus reacciones y acciones no siempre prudentes, por lo regular peligrosas e incongruentes. Debe recordarse que los sistemas filosóficos han conquistado la igualdad humana, para no considerarnos como cosas materiales, sino profundamente espirituales. No aportamos a la vida social tantos “kilos de peso”, sino la acción de nuestro espíritu, que unida a otros, es lo que constituye la verdadera fuerza social. Para Ortega y Gasset, masa es todo aquel que no se valora a sí mismo. El signo de esta época que vivimos de “muchedumbres mudas”, es la del hombre cualquiera, “el hombre de masa”, o “el hombre muchedumbre”, mas no “el hombre-pueblo”. Este es un elemento consciente, enérgico en la exigencia de sus hechos, responsable en cualquier lugar que él desempeñe una misión, toda tarea es importante por humilde que ella sea. El hombre pueblo no se identifica con los holgazanes, con la clase que ha hecho de la vida un harén, un centro de vicio o una destructora indolencia. Se lucha para vivir, pero vivir con los demás. La democracia se pervierte cuando sirve a una clase social, o el hombre masa es despreciable cuando sirve ciegamente a una causa innoble. El hombre no es una máquina, ni un animal doméstico, de labranza, es un ser provisto de inteligencia, única explicación y justificación de este mundo cultural de nuestros afanes. Lo que valemos o significamos, no es un elemento individual, personal o egoísta; valemos como parte de una sociedad, que es alfa y omega de nuestro vivir. Narrativa tomada del libro “Ciencia Política”, de Andrés Serra Rojas. Vicente Martínez Méndez Tijuana, B.C.