El 22 de febrero se conmemoró el primer centenario del traicionero, vil, artero asesinato del Presidente Don Francisco I. Madero y del Vicepresidente Don José María Pino Suárez (periodista, escritor y poeta). Mexicanos compatriotas: los hechos deben ser recordados para que no se pierdan en el olvido de la historia patria. Los hechos fueron narrados en los libros “¡Viva Madero!” del Gral. Francisco L. Urquizo Benavides, por el embajador de Cuba el Sr. Manuel Márquez-Sterling en “Los últimos días del Presidente Madero” y por el Maestro Don José Vasconcelos en “Ulises Criollo” al final en su capítulo “El Averno”. Narran cómo los terribles sucesos se desarrollaron: El día 9 de febrero de 1913, se sublevan los militares de la Escuela de Aspirantes y liberan a los generales Félix Díaz (sobrino de Don Porfirio) y Bernardo Reyes (padre del famoso escrito Alfonso Reyes, que estaban presos). El General Reyes se dirige a Palacio Nacional con una columna armada, pero es recibido a tiros cayendo muerto por el fuego de ametralladora de los guardianes dirigidos por el Gral. Lauro del Villar. Al caer herido éste, fue relevado del mando y sustituido por el futuro traidor General Victoriano Huerta, que había derrotado al sublevado Pascual Orozco en Bachimba, Chihuahua. Después se unirían los generales traidores Aureliano Blanquet y Manuel Mondragón. El Presidente Madero, que se encontraba en el Castillo de Chapultepec, se dirige a caballo a Palacio, enarbolando la Bandera Nacional acompañado de los cadetes del H. Colegio Militar. Es aquí donde Agustín Casasola se toma esa histórica fotografía en la que se ve entrando al Zócalo y la Catedral de fondo, custodiado por dos cadetes del H. Colegio Militar (uno es el señor padre del expresidente José López Portillo, aunque a su vez, su padre, después fue ministro de Huerta, y el otro es Julio Dávila, que llegó a general y vivió en Tijuana). Huerta vio la oportunidad de aliarse con los sublevados e hizo frente común adhiriéndose al “plan de la embajada” donde planearon derrocar al gobierno legítimo y repartirse el botín. El día 19 se tomó la decisión de arrestar a los señores presidente y vicepresidente y luego el 22 de febrero optaron por asesinarlos; se escogió a un mayor (Francisco Cárdenas) y a un cabo de rurales (Pimienta) para este fin y se les ordenó trasladarlos a la penitenciaría de Lecumberry, señalándoseles: (textual) “no deben ll-e-g-a-r v-i-v-o-s. Una vez muertos rafagueen los carros para simular un fallido intento de rescate por parte su sus seguidores”. La orden se llevó a cabo, fueron llevados cada uno en un automóvil y al llegar a un lado de la penitenciaría al amparo de las 11:30 pm, noche fría y oscura, el Mayor Cárdenas, que custodiaba al señor Pino Suarez, dijo –¡Ya hemos llegado! –¡Pero si no estamos en la entrada! –dijo Pino Suárez, bajándolo de un empeñón y tirándolo a piso, y antes de que se diera cuenta le dio un tiro destrozándole la masa encefálica. El automóvil que llevaba al señor Madero también hizo alto y al parar el Mayor Cárdenas los empuja con violencia lanzándolo fuera y tras él baja Cárdenas con pistola en mano y sin decir una sola palabra, dispara toda la carga sobre el cuerpo del apóstol de la democracia, D. Francisco I. Madero. El embajador de Cuba había intervenido varias veces abogando que se respetaran las vidas; fue engañado, y escribe: El embajador de EEUU, Henry Lane Wilson, no ajeno a los hechos le escribió una carta donde le dice: “Ruego a su excelencia me haga el favor de expresar mi profunda simpatía a la viuda del Sr. Madero…” Una vez muertos, la viuda del señor Madero, Dona Sara Pérez, decía “Déjenme ver el cuerpo de mi esposo para llevármelo a San Pedro, donde nadie lo traicionaba y para sepultarlo con mis propias manos” (en el acta de defunción los cobardes pusieron: Profesión: ¡Agricultor!) El 22 de febrero de 1913, hace 100 años, mientras en la embajada americana, brindaban los conjurados por el nacimiento de Jorge Washington, se consumaba el holocausto… y dice José Vasconcelos en su libro: “Y mientras una facción se cubría de oprobio, Francisco I. Madero entró limpio en la historia, uno de los pocos en que puede fincar su orgullo la Patria Mexicana”. Miguel Fernández Ortega Correo: mfernandezorteg@hotmail.com