El arroz deslavado le sabe a papel a don Zacarías. Se resiste a comer lo mismo por tercer día consecutivo; además de repetido, el platillo perdió el poco sabor y color luego de tres días de recalentado. Pero el apetito es más fuerte. Entonces engulle, no hay de otra, es eso o quedarse sin probar bocado hasta la segunda y última comida del día, a las 3:00 de la tarde. Don Zacarías es un anciano recluido en un asilo en Tijuana, y como muchos otros, sufre no solo la mala alimentación en esas casas, sino una vida indigna entre el abandono de los familiares y el maltrato de quienes, se supone, deben cuidarlos. Pero comer lo mismo cuantos días alcance la raquítica porción, acompañado de tortillas verdes de moho, tomar leche caducada, o que a los enfermos que ya no pueden masticar se les alimente con moronas de pan remojadas en agua, es lo menos que sucede en el Asilo San Vicente de Paúl de Tijuana. Maltrato y negligencia en la atención es la constante en la casa hogar para adultos mayores que estableció desde 1968 la Fundación Baraquiel D. Fimbres, A.C., así lo denunciaron a ZETA los ahí albergados, señalamientos corroborados por algunos de sus benefactores y familiares. Ciudadanos caritativos que acuden a la casa hogar, quienes pidieron el anonimato por temor a que ya no se les permita el ingreso al asilo, han observado las condiciones en que viven los ancianos; algunos de ellos han optado por donar alimentos preparados y encargarse de servirlos a los ancianos, “de lo contrario no les llega la ayuda, quienes manejan el asilo pareciera que cuidan intereses que están muy ajenos al de los viejitos”, añadió una de ellas. La falta de atención y cuidados físicos son parte de las privaciones que enfrentan medio centenar de hombres y mujeres que, sin recursos económicos o abandonados por su familia, consideran no tener más opción que pasar el ocaso de sus vidas recluidos en este asilo donde, acusa uno de ellos, “nos hacen sentir peor que indigentes”. Trato indigno Ni el crudo frío del anochecer del viernes 11 de enero de 2013 logró hacer reaccionar a don Tomás, quién se quedó dormido en el pequeño patio donde cada tarde es sacado a tomar el sol después de la comida. El resto de sus compañeros volvió por su propio pie a los angostos camastros después de las 5:00 de la tarde; la inclemente temperatura apenas alcanzaba un dígito. Ni la cama vacía de Tomás alertó al encargado de cuidarlo, quien se retiró del asilo al considerar cumplido su deber. Fue hasta después de dos horas cuando una empleada se percató que Don Tomás, de 86 años de edad, había sido dejado a la intemperie y que el asistente también había olvidado cerrar las ventanas del ya de por sí helado albergue. Información proporcionada por el Servicio Médico Forense de Tijuana (SEMEFO), establecen los padecimientos de tipo pulmonar como la principal causa de muerte en las casas para adultos mayores, pero no hay una estadística sobre estos casos particulares. “De los asilos con frecuencia nos informan del deceso de viejitos, como no tienen médicos tenemos que ir a tomar el reporte, sus cuadros son de desnutrición y padecimientos pulmonares”, compartió un empleado. En un recorrido efectuado por ZETA el sábado 12 de enero por el asilo, se observó que cuatro empleados divididos en dos turnos, son los encargados de cuidar a los 50 ancianos; y no son muy constantes, ese día sólo la encargada del área de mujeres acudió a laborar. En esa ocasión los abuelitos pudieron ingerir la segunda comida del día gracias a la caridad de una benefactora que les llevó pollo, sopa de arroz y arroz con leche de postre. De no ser por ella solo frijoles recalentados y tortillas hubieran conformado su ya tradicional menú, refiere la señora María. Aun así, don Agustín considera mucho mejor que la alimentación que proporcionaban las Misioneras Marianas, congregación católica encargada del asilo desde su fundación hasta diciembre de 2012. De las religiosas no solo recuerdan la pésima comida que les proporcionaban, también su indolencia: “del trato no podemos decir qué bonito, teníamos una madre muy peleonera, me aventaba el plato y si le reclamaba me pellizcaba con su uña puntiaguda”, rememora Zacarías, quién lleva cinco años en el asilo. También considera que desde la partida de las monjas la alimentación cambió, pero no mejoró del todo, “todavía cenamos la mitad de un bolillo duro con poco frijol en mal estado, o desayunamos sopa de arroz deslavado casi a diario, con tortillas o pan enlamados, y si protestamos la respuesta es: ‘pues no comas’”. El albergue cuenta con un consultorio atendido por una pasante de medicina de la Universidad Autónoma de Baja California, quien rara vez es vista en la institución, “pasa semanas sin venir”, indica Agustín. La edad de los residentes del albergue fluctúa entre los 65 y los 87 años de edad, requieren de una atención médica constante que ahí no se les otorga, por lo que sus benefactores han tenido que requerir permiso a la administración para llevarlos por su cuenta a consulta fuera de asilo. Las malestares físicos consumen a la población del San Vicente de Paúl, tal es el caso de María Luz Mariscal quien se siente enferma pero no sabe de qué, lo cierto es que el padecimiento la mantiene postrada en la cama desde hace más de un año, al grado que hasta una llaga se le hizo en un costado de su lánguido cuerpo; María del Socorro Aguilar tiene infección en las vías urinarias y Francisca Núñez se la pasa dormida y rara vez prueba bocado. Ninguna de ellas recibe atención médica. En este asilo los accidentes son constantes, sin instalaciones adecuadas en los baños, o durmiendo en camas ladeadas, las caídas de los ancianos se registran con harta frecuencia, expone Juanita, quien recientemente se cayó. El trato indolente del trabajador de nombre Alejandro, encargado de bañarlos –aunque rara vez lo hace– es frecuente: “se desespera porque caminamos despacio, pero más con los que usan andadera, nos empuja, por eso le tenemos miedo”, manifiestan. “Aquí no lo pueden tratar bien a uno porque no tienen medios para hacerlo”, expuso don Jorge. Al principio su hija aportaba una mensualidad de 300 dólares al asilo, pensando que si pagaba el trato hacia su padre sería mejor, pero no era así. Ellos mismos deben suministrarse los tratamientos médicos, “ya ha pasado que los que están enfermos de diabetes entran en crisis por no tomarse el medicamento en forma adecuada”, agrega uno de los familiares. “También les roban sus pocas pertenencias, ropa y cosas que les traemos desaparecen de los lockers que les son asignados, cuando volvemos a visitarlos ya no tienen nada”, comentaron. Los ancianos acusan la negligencia en el asilo San Vicente de Paúl, “parece que su misión es solo dejarnos morir aquí”, dilucida uno de ellos, quien indicó que en el último bimestre de 2012 cinco de sus compañeros fallecieron dentro de la casa hogar. José Armando León García, de 89 años de edad, murió el 31 de diciembre de 2012 por enfermedad pulmonar obstructiva crónica, fue enviado al Servicio Médico Forense (SEMEFO) de Tijuana. “Se sintió mal porque un trabajador lo hizo mucho enojar ese día y, como siempre, la doctora no estaba, no recibió atención y murió”, coinciden sus compañeros. Una de las benefactoras que reside en Estados Unidos, pero que continuamente acude al asilo a visitar a los viejitos, detalló la humillación de la que fue víctima por parte de las colaboradoras de la fundación Baraquiel Fimbres. “Unos días antes de Navidad acudí al asilo como cada semana a llevarles de comer a mis amores, les lleve dos grandes pavos, tamales, chocolate, los puse en una mesa; pero de inmediato los empleados del asilo me obligaron a quitar la comida, porque llegarían las Fimbres con mucha comida, fue tanta mi molestia que les dije que no la iba a quitar, que si las Fimbres llegaban con pavos más grandes que los míos, los quitaba; cuando las mujeres llegaron trajeron un pavito; aun así, mi comida la despreciaron, me obligaron a llevarla a la cocina, ahí yo les di la comida a mis viejitos, porque la que las mujeres trajeron, jamás bajó a ellos”. Niegan maltrato, pero “si no hay más, aunque sea frijoles comen” “Aquí son muy injustos, esconden los alimentos, antes venían muchos bienhechores a visitarnos, pero como que se sienten decepcionados, ya no vuelven”, dijo a ZETA Carmelita. La administradora general de la casa hogar de la Fundación Baraquiel D. Fimbres, Mireya Torres Chavarría, niega que sea así, “aquí una de las bases es el buen trato y ofrecerles una mejor calidad de vida”, subrayó. Informó, en el asilo laboran 14 empleados, de los cuales 10 se dedican exclusivamente a cuidar a los abuelitos, para lo cual se les divide en tres turnos, sostuvo. “Y aunque en la administración solo trabajamos de lunes a viernes, el fin de semana ellos tienen la misma atención que el resto de la semana”, continuó. De los reportes de maltrato expuestos por los albergados, sus familiares y benefactores, solo respondió que: “Es difícil quedar bien, sí hay faltas, pero éstas no son graves; se les dan sus tres comidas, si no hay más aunque sea frijoles comen”. Sobre la escasa atención constatada por ZETA se limitó a indicar que el número de empleados se da de acuerdo a la capacidad de cubrir un sueldo, de acuerdo a los recursos disponibles se contrata el personal, “la cantidad de trabajadores va en concordancia con la cantidad de ancianos”, asentó Torres Chavarría. Hasta ayuda oficial reciben Baraquiel D. Fimbres fundó en 1968 la casa hogar San Vicente de Paúl, desde entonces se ha asistido a más de 5 mil abuelos. De inicio el grupo de religiosas Misioneras de la Caridad se hizo cargo de la casa hogar, pero ahora, con Gilberto y Martha Elva Fimbres Hernández al frente, los nietos de su creador son los encargados de manejarla. En 2010 arrancaron la instalación de un nuevo asilo con una capacidad para albergar a 150 personas de la tercera edad, para ello, el organismo privado cuenta con un terreno de una superficie de 9 mil 628 metros cuadrados, ubicado en la Tercera Etapa del Río Tijuana, y que le fue donado durante la administración de Jorge Ramos Hernández. El proyecto se divide en cuatro etapas y para su edificación se prevé una inversión de 3.5 millones de dólares en un diseño arquitectónico que incluye la instalación de dormitorios, sala de cómputo, estética, bazar, capilla, gimnasio, biblioteca, y hasta restaurante y clínica en un edificio de 6 mil metros cuadrados. Para este año, el gobierno federal canalizará 3.5 millones de pesos para el inicio de la primera fase del nuevo asilo, “los cuales se esperan recibir a más tardar en marzo”, anotó la administradora Mireya Torres. El gobierno del Baja California también apoya este asilo al que tiene incluido en su presupuesto destinado a organismos que atienden a adultos mayores. La ayuda anual es de 80 mil pesos aproximadamente. En 2012 el municipio de Tijuana le aportó al asilo 50 mil pesos para la instalación de un gas estacionario. Además de la ayuda gubernamental, la Fundación Baraquiel promueve campañas para la captación de recursos, y empresas privadas también dan su aportación para apoyar el sostenimiento del asilo San Vicente de Paúl, muestra de ello es la campaña de redondeo que próximamente iniciará la cadena comercial OXXO. La meta es captar este año apoyos del orden de los 3.5 millones de pesos para el sostenimiento del asilo, “una vez sufragados los gastos del asilo, el resto se destina para llevar a cabo el proyecto del nuevo albergue”, acotó Torres Chavarría. De acuerdo a datos proporcionados por la Secretaría de Desarrollo Social del Estado, 36 organizaciones de la sociedad civil atienden a adultos mayores, 15 de ellas se ubican en Tijuana. En 2012 SEDESOE destino tres millones de pesos para apoyarlas, de los cuales cerca de 1.8 millones correspondieron para los asilos de Tijuana, entre ellos el San Vicente de Paúl. Para este 2013 se prevé incrementar ese presupuesto en un 10 por ciento. Sin embargo, ni con la ayuda oficial, ni con recursos del presupuesto, ni con las aportaciones de la iniciativa privada o de la familia pudiente que maneja el centro de ancianos, la alimentación o el trato resultan dignos.