Hay algo que nos pasa a todo ser vivo y esto es que tarde o temprano moriremos. Algunos mueren por accidentes, otros por negligencias, otros por enfermedad, otros por vejez, otros siendo víctimas de un acto ilícito o siendo protagonistas de los actos ilícitos. Pensaba en un programa de televisión que se llama 1000 maneras de morir y éste relata las diferentes y extrañas formas en que los seres humanos partimos de este mundo. A diferencia del nacimiento, solo hay una forma de nacer. Pero el hecho es que todo ser vivo nació para cumplir un propósito y éste morirá lo cumpla o no lo cumpla. Sin duda que estos eventos nos dejan destrozados y decepcionados. Los remordimientos llegan y las preguntas también. Por qué no hice, por qué no dije, por qué no fui, por qué no lo abracé y todas estas preguntas inundan nuestra mente. Las expectativas se reducen a nada y sentimos que la vida, los sueños se hacen trizas y se escabullen de entre nuestros dedos. Mientras atravesamos por estos momentos pensamos que posiblemente estamos viviendo un mal sueño y esperamos despertar y ver con vida a nuestros seres queridos. Sin embargo el día continúa siendo gris. Son esos momentos donde todo lo que te rodea no tiene sentido. El cielo está nublado para ti, la comida no te sabe y simplemente no tienes ganas de nada. Así como un niño al nacer trae alegría al hogar, la partida de un ser amado trae tristeza. Y nos deja un vacío en nuestras vidas que sin duda no se puede reemplazar, más bien tenemos que aprender a vivir con este vacío. Lo único que nos separa de ver a Dios cara a cara es la muerte y naturalmente nadie quiere morir, pero a todos nos llega el momento. Dios nos advierte en su palabra y nos promete ser misericordioso con nosotros más allá de nuestra corta vida. Salmo 103.13-17: “Porque Él sabe de qué estamos hechos, se acuerda de que solo somos polvo. El hombre como la hierba son sus días, como la flor del campo, así florece; cuando el viento pasa sobre ella, deja de ser y su lugar ya no la reconoce. Pero la misericordia del Señor es desde la eternidad hasta la eternidad, para los que le temen”. Cualquiera que sea nuestra edad, debemos ser conscientes que en esta vida no está el cielo, ni para mí, ni para mi cónyuge, ni para mis hijos, ni para mis padres, ni para mis amigos. Aquí no es el cielo. Y mientras estemos en la tierra habrá lágrimas y tristeza. Pero tenemos una promesa. Apocalipsis 21:4: “Él (Cristo) limpiará toda lágrima de tus ojos y ya no habrá muerte, ni habrá más duelo, ni clamor, ni dolor, porque las primeras cosas pasaron y he aquí yo hago todo nuevo. Y yo seré tu Dios y tú serás mi hijo”. Y esta promesa se cumplirá en el cielo, mientras tanto habrá preguntas sin responder. Y posiblemente una de ellas es ¿acaso Dios existe? ¿Acaso si existe no le importo yo? Debes saber que Él prometió estar contigo todos los días de tu vida. Desde tu nacimiento, cuando te graduaste, cuando te casaste, cuando nacieron tus hijos, cuando te detectaron esa enfermedad, cuando tus seres queridos murieron, cuando te divorciaste, cuando te asaltaron, cuando te accidentaste y en el momento más crítico de tu vida. El día de tu muerte. Jesús dijo en Mateo 28:20: “Yo estoy contigo todos los días de tu vida”. Salmo 23. “Aunque pase por el valle de sombra de muerte, no temeré a mal alguno, porque Tú estás conmigo”. Es por esto que necesitas aferrarte a tu fe y para esto debes saber que Jesús está orando para que tu fe no falte en el momento de la prueba. Posiblemente no tienes una relación con Dios y no crees en lo que la biblia dice, o creciste en la Iglesia y estás en un punto donde creías saber pero no está funcionando, estás confundido, perdido o enojado con Dios. Pero debes saber que si no cambias tus creencias tu vida será para siempre como lo es ahora. Piénsalo, ¿estás en la encrucijada? Decide creer y aférrate a tu fe. Me gustaría que te tomaras un tiempo para imaginarte la escena donde Jesús fue crucificado. Piensa cómo se sintió estar en la cruz. La gente gritando, llorando, insultando, burlándose, abucheando. Algunos líderes religiosos manipulando a las multitudes, la Biblia dice que hubo tinieblas en toda la tierra, que el sol se oscureció y Jesús clamó a gran voz “Padre en tus manos encomiendo mi espíritu”. Si hubieras estado ahí, hubieras dicho esto es horrible, donde está Dios en esto, todo está fuera de control. Sin embargo Dios ahí estaba en control, Él orquestaba el plan de salvación para tu vida. Crees que tu situación está fuera de control, a Dios no le ha tomado por sorpresa. Sin duda, no puedes creer lo que te está pasando, no tienes la más mínima idea de lo que hay que hacer en esa situación, estás convencido de que la vida no será igual y que no será buena. Sin embargo Dios está en control ahora. Si puedes creer esto habrás asimilado un regalo de la cruz que tiene que ver con esperanza. Somos por naturaleza fanáticos del poder y del control y cuando no salen las cosas como quisiéramos y perdemos la esperanza con frecuencia decimos “me siento tan impotente”. Sin embargo, no es poder ni control lo que necesitamos en estos momentos difíciles, sino esperanza. Dice la Biblia que todos los conocidos, amigos y discípulos de Jesús desde lejos mirando esta escena. Posiblemente creían que era un mal sueño lo que veían. Habían depositado toda su esperanza en aquel hombre y esa esperanza estaba muriendo en la cruz. Estaban haciendo nada, no se podían enojar, sus lágrimas ya se habían acabado, no peleaban, simplemente estaban ahí. Sin poder ni querer hacer nada. Todos tenemos sueños, planes, pensamientos buenos. Pero puede ser que estemos en total desesperanza, tus sueños se han desmoronado y ya no te quejas, no lloras, no peleas, has aceptado la derrota y te sientes vencido. Tu energía está drenada, tu iniciativa y creatividad está destruida y la creencia de que la vida tiene sentido o de que Dios está en control la hemos perdido. ¿Se olvidó Dios de lo que te prometió? ¿Sabe Dios lo que está pasando? ¿Le importas a Dios? ¿Tendrá Dios el poder para resolverlo? Cometemos un grave error si creemos que estos pensamientos son parte de nuestra realidad. La verdad es que Dios nunca te ha abandonado, puede ser que tú te distancies, pero Él no te ha dejado. En medio de todo esto Dios está haciendo su trabajo. Cuando nos sentimos impotentes y con desesperanza es porque nos hemos alejado del que todo lo puede y nos da esperanza. Separados de Cristo realmente estamos sin esperanza. Esta esperanza está disponible para ti en Cristo. Lo que verdaderamente importa es que Cristo murió por ti, fue sepultado porque estaba muerto, Dios padre le regresó a la vida y ese poder está contigo si tú lo crees. Si no sabías esto, es tan sencillo como arrepentirse de la vida que has llevado, pedirle perdón a Dios, abrirle tu corazón para que Él sea el señor y salvador de tu vida. Y empezar a caminar tomando de su mano. Con esto pondrás tu vida en un destino eterno y tu esperanza en un lugar donde nadie puede tocarla ni destruirla. Ni las circunstancias, desilusión, accidente, culpa, pesar, error, ni siquiera la muerte. Aunque la vida es incierta Dios no lo es. Aunque nuestro poder es limitado el de Dios no lo es. Aunque nuestro poder es limitado el de Dios es ilimitado. Aunque nuestra esperanza puede ser frágil Dios es la esperanza misma. Tu mundo puede parecer caótico y estar fuera de control, pero no lo dudes, Dios aún está en control y de una manera u otra viene un nuevo día. Eduardo Navarro Tijuana, B. C.