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martes, octubre 1, 2024
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El campanazo: Fermín

Triunfar es una palabra tan corta y fácil de pronunciar. Algunos se adjudican triunfos sin merecimientos, pero la verdad, triunfar en cualquiera de las actividades, es un atributo que conlleva respeto, disciplina, dedicación, voluntad, entrega, sacrificio, apostolado; y más aún si en ese proyecto se juega la vida en un redondel.   El éxito se define como una felicidad emprendida en un empeño difícil, donde se pondera el esfuerzo hasta alcanzarlo entre aclamaciones. Puede también considerarse una danza especial, eso mismo obtuvo Fermín Rivera (sobrino del finado y primera figura “Curro” Rivera) el domingo 6 de enero, durante la décima segunda corrida de la temporada grande en la Plaza México 2012-2013, ganándose con su hazaña su repetición en la siguiente etapa del impecable serial, a cargo de Rafael Herrerías. Fermín Rivera (dos orejas) compartió cartel con Pedro Gutiérrez Lorenzo (una oreja) y Cristian Ortega (sin pena, ni gloria), ante un bien presentado encierro de San Mateo, que se cayó, dejando en entredicho su divisa blanca y rosa, hoy propiedad de Ignacio García Villaseñor.           Rivera realizó a “Gavioto” labor de “costurero”, además utilizó la  inteligencia. El ejemplar se caía y hubo que torearlo a media altura, dándole su espacio, y lo más importante es que su quehacer lo ejecutó en los medios, lugar y sitio donde pesan los toros. “Gavioto” fue al caballo, tomó los palos con prontitud, luego surgió la tela rosa y naturales de terciopelo, metiéndose Fermín en los pitones y reforzando con ayudados, en faena variada con derechazos de “garra”. A pesar de su debilidad, el ejemplar ofreció bravura, calidad y nobleza, sacando el coleta a flote las cualidades del animal. Una estocada definitiva permitió a Fermín acariciar dos calientes orejas y salir a hombros. Bajo ese terno pavo y oro que portaba, no tiene una sola cornada. A Fermín Rivera se le critica su seriedad,  y al respecto declaró a ZETA: “En ocasiones se encuentra tan ensimismado y concentrado en su jornada, que no le nace una sonrisa, eso, sería fingir”. Es un joven matador de 24 años que asume el compromiso de llevar a cuestas el peso de una dinastía, y por si fuera poco, que en cada tarde se le compare con su tío “Curro” Rivera.     La personalidad de su tío es muy distinta a la suya, él fue un figurón muy difícil de igualar y tampoco se interesa en imitarlo. Se propuso hacer su propia lucha, su carrera y tratará de llegar hasta donde Dios le de vida. Advirtió que no le pesa ser su sobrino, y tampoco está preocupado por eso. Fermín aclaró que al parecer, el interpretar el Toreo bueno es censurado, aunque es el que persiste por encima de las modas: “Mi tío ‘Curro’ hacía el Toreo bueno, puro, con su personalidad. Hay personalidades que gustan más o que gustan menos, todo depende de la variedad y de los públicos”. En defensa de su juventud, sentencia que el Toreo “no se mide con la edad, el Toreo se siente igual desde que empiezas una faena hasta que la terminas, hay diversas maneras de percibirlo”.    Fermín Rivera disfruta la gloria de haber salido de la Plaza México con dos orejas y ser llevado por las calles en hombros. Indudablemente se trata de un logro de muy pocos, y que en adelante tendrá la obligación de sostener.

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