Cuando al pobre lo llaman ladrón, lo calumnian, lo persiguen, le cortan la fuente de ingreso, lo arruinan. Cuando al rico lo llaman ladrón, calumnia, persigue, utiliza sus recursos para financiar su venganza, arruina al que lo ofendió, contrata un asesino para acabar con la vida del desgraciado, no vaya a suceder, que ande por la vida contando lo que sabe. El ladrón no deja de ser ladrón aunque termine con la vida del que lo señaló. Pero esto tan sencillo para cualquier persona con tres dedos de frente, resulta que para el rico y poderoso, el orgullo y potentado, parece una afrenta a su honor. Si me llaman ladrón y estoy seguro que es una mentira, para qué tanto rollo, tanto berrinche pues. Hay ladrones históricos, de buen corazón. Allí tiene el caso de Robin Hood, libros, películas, mujeres que caen a sus pies, toda una leyenda, robaba a los ricos para ayudar a los pobres. Si son muy nacionalistas, bueno, pues allí tienen el caso de “Chucho el Roto”, hasta un castillo existe con su nombre. No hagan olas, no vean una tempestad en un vaso de agua, eso es la tarea de una amante deseosa de vengarse, no de unos señores ofendidos en su honor. No estamos en la edad media. Después de todo ¿quién lo hizo público? ¿Quién buscó ofenderlos para convertirlos en sus cómplices? ¿Quién es la verdadera culpable? ¿Quién causó el escándalo? ¿Quién quiere matar al desgraciado que la humilló? ¿Quién no quiere perdonarlo a pesar de su arrepentimiento? Dejen el pasado atrás, perdonen, como lo hizo al que arruinaron, sigan su vida, no vale la pena continuar con el escándalo, solo van a lograr que se les regrese, porque recuerden que el que a hierro mata, a hierro muere. Los escándalos tienen que suceder, pero no dejan de ser una vergüenza, y las vergüenzas se esconden, se ocultan, se guardan en el baúl de los malos recuerdos y se arrojan lejos, muy lejos, allá donde la memoria no las pueda rescatar. Créanme, al que los ofendió sin saberlo, ya lo castigaron suficiente y a la que causó el escándalo, mejor le valdría ser amarrada del cuello a una piedra y ser arrojada al fondo del mar. Vivan y dejen vivir, dejen de andar preocupando a la gente de buena voluntad, denle vuelta a la hoja. A otra cosa, mariposa. José Antonio Cortés Guedea Tijuana, B.C.