Hubo un tiempo en que los partidarios de la izquierda representaron la figura del cambio en la política mexicana. Fue antes que el PRI perdiera elecciones y en el último tercio del siglo pasado. La hegemonía priista –que viene de regreso– mandó a muchos pensadores hacia el camino de la izquierda ante tanto abuso, presión y represión. Lamentablemente para ellos, para las mujeres y hombres que integraron la izquierda, izquierda, no tuvieron la convocatoria suficiente para defender las elecciones que ganaron pero les robaron. El clima político continuó igual. Después los panistas tuvieron su oportunidad; a partir de 1989 cuando se reconoce y valida el triunfo de Ernesto Ruffo Appel como gobernador en Baja California el panorama para los azules comenzó a cambiar. Se vieron favorecidos no solo con el voto, acaso con la defensa ciudadana sobre los resultados electorales. Sin embargo el PRI continuó dominando la escena nacional. En este periodo, PRI Presidencia, PAN Estados, los políticos no maduraron en el proceso de alternancia; cualquiera hubiese apostado que enfrentados en el poder como oposición uno del otro, el afán de destacar para mantener el nivel de votación, hubiese sido la ganancia de ese periodo. Pero no; mientras los priistas mantuvieron sus añejas, caciquiles costumbres del poder, los panistas aprendieron a vivir en ese entorno, con esas mismas prácticas y adicionaron las suyas para terminar siendo un PAN-Gobierno. Los electores un poco, voltearon a ver a la clase empresarial en busca de oportunidades en la política. La premisa era tan sencilla como lógica: si administran bien las empresas, pueden hacer una buena administración pública. Además, por ser empresarios no tendrían esa personalidad del político que todo lo presiona, que todo lo corrompe. Así, de hecho, llegó Ernesto Ruffo Appel primero a la alcaldía y después al Gobierno de Baja California. Había sido empresario de la empacadora más importante del puerto y representante en la COPARMEX. Los liderazgos pues, en la última década del siglo pasado y la primera de éste, nacieron en el sector empresarial. Las cámaras, los organismos cupulares cobraron renombre a partir de la decadencia del entorno político, pero la cercanía de los hombres de negocios con los hombres de la política, terminó no por cambiar a los segundos, sino por afectar a los primeros. En el año 2006 fue el Consejo Coordinador Empresarial el organismo que presionó a partir de anuncios en radio, prensa y televisión, para denostar a quien era el representante de la izquierda, Andrés Manuel López Obrador. La intromisión de los hombres de negocios en la campaña electoral terminó por evidenciar la liga de intereses entre los del dinero y los de la política. Como si ese desgaste no fuese suficiente, en la reciente elección federal, el presidente de la Consejo Coordinador Empresarial, Mario Sánchez, abandonó la rica e importante posición para –de verdad, para no plagiar el ¡En Zerio!- irse de diputado plurinominal por el Partido Acción Nacional. Uno de 500 contra el sitio uno que ostentaba en la cúpula empresarial nacional. En Baja California después de Ernesto Ruffo otros empresarios han logrado posiciones electorales. Y en todos los casos, ha sucedido lo mismo: las prácticas políticas los sobrepasan a la actividad administrativa. Es decir, una vez que llegan al poder que les confiere el ciudadano olvidan la austeridad empresarial, la buena administración y el bajo perfil y la eficiencia laboral. Recientemente dos casos. En por lo menos 20 años no se había visto que un presidente del Consejo Coordinador Empresarial explotara su imagen en carteleras bajo el disfraz de una campaña que fomenta el consumo interno. Siempre los anuncios de los empresarios habían sido más discretos, austeros y directos, lo cual hablaba no solo de un ahorro sino de un NO al desperdicio de recursos para preservar el culto a la imagen. Pero Mario Escobedo, el presidente del CCE, trae su propia agenda política, y en lugar que desde su trinchera haga un llamado a la cordura del adelanto de la agenda electoral, se suma a la misma utilizando la posición que el resto de las presidencias de organismos empresariales le concedieron para representar sus intereses y no los propios y además políticos. Escobedo se convierte así en un político más del montón que cree que con espectaculares se ganan elecciones, es el caso de Antonio Valladolid, Cuauhtémoc Cardona, Óscar Vega, y otros que ante la falta de hechos memorables y beneficiosos en su haber político administrativo, recurren a la saturación de su imagen para convencer. El señor Escobedo lo ha dicho, quiere ser candidato a Presidente Municipal por el PRI en Tijuana, posición que de hecho ya tuvo en sus manos pero por alguna razón que solo él conoce, dejó ir en 2010. Un día apoya a Carlos Bustamante para adherirse a ese grupo con miras a lograr la nominación, y otro es solidario a Fernando Castro Trenti para captar su atención y gracia. El otro caso, Gastón Luken, que de empresario de prosapia pasó a ser diputado federal de muy bajo perfil dentro del grupo de Acción Nacional en la anterior legislatura federal, y ahora de la nada, con solo esa posición en su currículum político, quiere ser candidato a Gobernador por el PAN. Los dos hombres han perdido el atractivo del hombre de negocios, ocultan la austeridad, y se entregan al despilfarro económico –en el caso de Escobedo a costa del CCE– para evidenciarse como lo que son, políticos en traje de empresarios. Malos imitadores de políticos de antaño.