Su rostro denotaba fortaleza, disciplina, honestidad y valentía. Fue durante la década ochentera en Tijuana cuando la pista de la Unidad Deportiva CREA era de terracería, y él se apostaba fijándose en quien corría. Veía no al más apto, sino a quien le echaba más ganas. Le asignaba un programa y lo supervisaba. A una señora le advirtió que su hijo era chaparro y no tenía “zancada”, por lo que le costaría más trabajo correr. Su otro hijo, más alto, estaba apto, pero ni lo intentó. El bajito de 16 años, sí. Se corría por la arena de la canalización del Río y los cerros de la colonia Libertad, donde se obtenía resistencia muscular y velocidad. Por las rectas de la pista se corrían “ráfagas”, y en sus curvas se bajaba la velocidad. Se trotaba alrededor del CREA. Uno le agarraba el gusto y daba por correr en las colinas de la “Chapu”. Así se llegaba a las carreras callejeras bien “filoso”. En vez de tomar la salida al frente, se corría atrás del pelotón para evitar que los mejores lo “tronaran” a uno con su mejor ritmo. Se guardaban energías. A tres cuartos de carrera, conforme se desenvolvía la misma, se “atacaba” velozmente. Algunos perdían su paso y se les pasaba. No se finalizaba en los mejores lugares, pero se llegaba “fresco”. Se tenía la sensación de correr más. Carrera que se terminaba, carrera que el entrenador pedía emprender. Así se formaba un novato. Con su programa gratuito se forjaron numerosos campeones nacionales. Eran tiempos en que no había metodólogos, escaseaban los clubes atléticos y no existía Olimpiada Nacional. Se trata de Don Luis Francisco Rodríguez Grijalva. Beisbolista de corazón, practicó ese deporte de chico, hasta ser entrenador. Fue campeón bateador con Piratas de su natal Ensenada. Le apodaban “La Morcilla”. Veía las transmisiones televisivas de los Padres de San Diego sin volumen para escuchar la crónica radial de Don Mario Thomas. Rodríguez Grijalva es un padre para todos. Alejandra Rosales Magallanes conoció el lado humano del profesor. Siempre la atendió en su aspecto personal y laboral. Así, la actual titular del Salón de la Fama del Deporte de Tijuana se graduó como Licenciada en Administración de Empresas por la Universidad Autónoma de Baja California (UABC), estando casada y con tres hijos. “Llegó a mi vida como un padre. Bondadoso, sincero, honesto, solidario y ayudando a los demás sin afán de protagonizar”, reiteró la joven mexicalense. El entusiasmo del “Sub” llegó al grado de recabar fondos para canchas de sus Galgos del Instituto Tecnológico de Tijuana (ITT). Coincidió mucho con Rosales en cuanto a gestionar. Como presidenta del Club Esgrimista de Tijuana, exhortó a sus socios a la promoción de espacios para su práctica en el CREA. Encontró apoyo en autoridades y su club conquistó 13 medallas doradas en Olimpiada Nacional. Don Luis Francisco prosiguió como presidente del Salón de la Fama y Rosales como consejera. No obstante, el año pasado la salud del “Sub” complicó, al grado que ella le sucedió como presidenta interina. Se dice que Rodríguez está tan mal, que habla con sus ojos, despierta de noche y duerme en el día. Una enfermera de cabecera lo atiende. Para costear su tratamiento, familiares organizaron una carrera atlética en la pista del CREA, la cual lleva su nombre. Rosales lo echa de menos. “Es un ejemplo del Salón de la Fama, su nombre trasciende más allá que una consagración. Tiene valor, es un gran reto y gran compromiso para quienes están ahí consagrados. Un gran compromiso que dejó”, enfatizó Rosales. Es el caso de la Cena de Gala para los Consagrados que el “Sub” ideó y que Adriana concretó difícilmente, ya que el Salón de la Fama del Deporte carece de presupuesto, el cual proviene de sus miembros e iniciativa privada. Rosales propone que Organismos No Gubernamentales como el que encabeza Luz Elena Picos, lo premien con el Ángel al Premio Estatal al Altruismo. Rubén Arturo es el más allegado al porteño nacido un 14 de octubre de 1942 y padre de seis hijos, la mayoría dedicados a la enseñanza deportiva. Resumió la vida del profesor egresado de la Escuela Militar Deportiva de la Ciudad de México como un apasionado de su materia que abarcó su comunidad: “Tuvo dos familias: sus atletas, pupilos y discípulos, la pista y el campo. Fue el reestructurador del atletismo en Baja California”. Don Luis llegó a Tijuana a la edad de 21 años, trascendiendo aún más. Sus contemporáneos José “Prieto” Soto y Elías Carranco hicieron lo propio en Ensenada y Mexicali. Eran grandes amigos y entrenadores en los turbulentos climas políticos sesenteros, los mejores para el Atletismo en la entidad. Forjaron a la atleta mexicalense Enriqueta “Queta” Basilio, primera mujer en encender un pebetero olímpico en México 68; luego a Guadalupe Barrera, Jorge del Pech y Josefina Villalaz. Don Luis se inició como profesor de la Escuela “Naciones Unidas” de la colonia Castillo. En esa época fue capacitador físico de la selección de Basquetbol estatal con el “Pilo” Fontes. Su ex alumno Jesús Ruiz de la Peña se convirtió en promotor deportivo. Con el periodista Marcelo Martínez instituyó la Carrera de El Mexicano. En los ochentas, el subteniente se asoció con el promotor de Basquetbol, Ernesto Vizcaíno. Continuó formando campeones atléticos como sus beisboleros Galgos en los noventas, y a principios del milenio, gestionó la construcción de su estadio. Les dedicó toda su vida. El altruismo de Don Luis Francisco Rodríguez Grijalva no tenía límites, recuerda su hija María Edilia. Fue un “todólogo” de campeones en época de carestía económica: “Les gestionaba dinero, uniformes, material deportivo,‘spikes’ cal, pintura, boletos de avión… todo. Lo obtenía de rifas, a veces se quedaba sin un cinco para que los chamacos se fueran en camión a las competencias”. Al “Sub” se le ocurrió acercar el deporte con los intercolonias para ahorrar gastos de transporte. Inclusive, padres de familia le solicitaban intervenir para que inscribiera a sus hijos en instituciones educativas. Detestaba que políticos ocuparan cargos deportivos, porque no tenían idea de ello. Cuando fue director del CREA, de 1989 a 1990, mejor pidió a ex alumnos del “Tec” y a la iniciativa privada construir el circuito de dicha unidad, la cual consideraba su casa. Los bebederos también fueron iniciativa suya. No es sorpresivo que la pista lleve su nombre desde septiembre de 2000, honor que le asignó la Liga Municipal de Atletismo de Tijuana (LIMAT), el Instituto Municipal del Deporte de Tijuana (IMDET) y los ayuntamientos locales. En su placa se lee: “Porque siempre nos llevaste de la mano por el camino de éxito con cariño, paciencia y sabiduría, alentándonos en los momentos de flaqueza con verdadero espíritu deportivo”. Su consagración al Salón de la Fama llegó en julio de 2002. Después de su jubilación, Don Luis prosiguió con su desinteresado servicio a los demás, hasta ser víctima de un infarto; de lo contrario seguiría activo como presidente del Salón de la Fama del Deporte de Tijuana, donde desarrolló una titánica labor. Rodríguez guarda reposo en su residencia de la colonia Hipódromo II, de la delegación La Mesa. Lo atiende su traumatólogo, el Doctor Valdez, a quien de joven aconsejó cómo correr. Su apariencia no es la de antes, pero su espíritu está vigente, porque se recuerda lo que hizo por los demás.