Claramente a favor del corporativismo y en contra de los trabajadores mexicanos, el jueves 8 de noviembre, primero los diputados y de ahí los senadores aprobaron, a fin de cuentas, la Reforma Laboral que ya descansa en manos de su gestor: Felipe Calderón Hinojosa. Se trata de la columna vertebral de un cambio en materia de empleo, del cual solo permanecen en el limbo tres artículos: 288 bis y 390, que permitían que los trabajadores eligieran a los sindicatos que habrían de representarlos al momento de firmar la titularidad de los contratos colectivos de trabajo. Sin embargo, uno de los aspectos más controversiales de la propuesta terminó aprobado, y así los sindicados no estarán obligados a rendir cuentas a sus agremiados, apoyándose en el Artículo 373. En general, la legislación que habrá de regir los destinos de los trabajadores mexicanos al menos en los próximos años, favorece a los patrones y a los empresarios, y subyuga a quienes prestan sus servicios, mismos que ahora tendrán que lidiar con los laberintos de las contrataciones por hora, los contratos flexibles y el outsourcing/subcontratación, esquema que no deberá corresponder a las tareas principales. Así, Felipe Calderón Hinojosa -solapado por diputados y senadores de la LXII Legislatura- asesta un golpe más a México antes de dejar la Presidencia de la República el próximo 30 de noviembre.