Dolores Hidalgo, Guanajuato. A 39 años de su muerte, José Alfredo Jiménez sigue gozando de la admiración del público de antaño y del actual. Compositor de cientos de canciones, falleció un 23 de noviembre de 1973 a causa de cirrosis, y es tal su legado, que cuenta con un museo en su honor. Instalado en la casa donde nació un 19 de enero de 1926, es una construcción colonial que albergó la primera botica de Dolores Hidalgo (Botica San Vicente), fundada por Agustín Jiménez, padre de José Alfredo. El museo se localiza en la calle Guanajuato, a escasos metros de la Parroquia de Nuestra Señora de los Dolores -lugar donde el 15 de septiembre de 1810 ocurrió el Grito de Dolores, llamado hecho por el cura Miguel Hidalgo y Costilla para levantarse en contra de la autoridad virreinal de la Nueva España- y frente a la Escuela del Centenario, donde el cantautor cursó sus estudios de primaria. El establecimiento cuenta con nueve estancias, entre sala de usos múltiples, dos patios, oficinas, bodegas, cafetería, tienda y servicios, que fueron bautizados con títulos o frases incluidas en los temas del cantante. Es dirigido por su sobrino, José Azanza Jiménez, hijo de una hermana del guanajuatense. “Fue a mí a quien correspondió traer sus restos del Distrito Federal hacia su tierra natal, Dolores Hidalgo, como fue su última voluntad”, comentó de entrada a ZETA el administrador del museo y ex presidente municipal de Dolores Hidalgo, Guanajuato. “Amó siempre a su pueblo, desde niño, lo que se evidencia en su obra musical. Siempre fue muy bondadoso y generoso con la familia y con su gente. Aquí hay una colonia, la Mariano Balleza, que tiene luz eléctrica desde 1966, gracias a él”, agregó. Dentro del museo, “Ese Pueblo de Dolores” es la primera frase y sala dedicada a su tierra; seguida de “15 de Septiembre”, donde se narra el nacimiento e infancia de José Alfredo, así como el traslado de la familia a la Ciudad de México tras la muerte del padre. “Cuatro Caminos” muestra la historia del compositor, quien dejó sus estudios por cuestiones económicas y trabajó como mesero, además de portero de los equipos de futbol Oviedo y Marte; así como en la formación del cuarteto José Alfredo y Los Rebeldes. El tercer salón se llama “Qué Suerte la Mía”, y en éste se aprecian sus primeras presentaciones en las estaciones de radio XEX y la XEW en 1947, así como las primeras grabaciones de sus canciones que se convirtieron en éxitos en 1951 y le otorgaran el nombramiento de Compositor del Año. “Paloma Querida” es el título de la cuarta sala, con el romance y matrimonio entre José Alfredo y Paloma Gálvez, seguido por un cancionero interactivo, con módulos de consulta que presentan su extensa producción musical, interpretadas por él y por otros cantantes. “El Rey” da nombre a la sexta sala, en la cual se muestran los triunfos del autor de más de 300 canciones y la grabación de decenas de discos a lo largo de dos décadas. “Estoy en el Rincón de una Cantina”, la séptima sala, exhibe los excesos y tentaciones del medio artístico, entre el sedentarismo y la disipación, la bohemia, el amor sin límites y la entrega sin esperanzas. La penúltima estancia, “La Vida No Vale Nada”, relata la prematura muerte de uno de los mejores compositores que ha tenido México, así como su última presentación en público dentro del programa “Siempre en Domingo”, en el cual parece anticipar su final y se despide del público. Para finalizar el recorrido, “Olvídate de Todo, Menos de Mí”, da muestra de la vigencia y actualidad de sus canciones en el gusto popular, parte del repertorio de música ranchera, adaptadas e interpretadas por diversos cantantes. “Lejos de extinguirse, sigue brincando fronteras, siguen interpretándolo y cantándolo”, señaló José Azanza Jiménez, para complementar: “Esta casa fue diseñada para ofrecer los servicios necesarios y ser un centro cultural, pues cuenta también con una sala de usos múltiples, patio y huerta, con espacios abiertos a la cultura y para realizar exposiciones temporales, ciclos de cine, conferencias, programas musicales y presentaciones de libros, entre otros”. Las paredes del museo están adornadas por obras del artista Octavio Ocampo, quien pintó no solamente a José Alfredo, también gente que ha marcado época y tuvo relación con el guanajuatense, como Armando Manzanero, Lola Beltrán, Lucha Villa, Amalia Mendoza, Javier Solís, Jorge Negrete, Pedro Infante y más. De igual manera, se pueden apreciar algunos trajes de charro, sombreros, discos de Oro, discos de Platino, el papel original donde José Alfredo Jiménez escribió sus canciones, fotografías y recuerdos de su vida familiar y personal. Azanza, también autor del libro “José Alfredo Jiménez, 50 Años de Compositor”, recordó a las musas a las que el compositor dedicaba sus canciones: “A Lucha Villa le escribió ‘Amanecí en tus Brazos’; a Irma Serrano, que era una belleza con 20 años, una chiapaneca hermosísima, se dice que le escribió ‘Si Nos Dejan’. Chavela Vargas no fue una de sus musas, fue una amiga de él, como Lola Beltrán, lo admiraban mucho y eran sus intérpretes, era gente muy cercana a José Alfredo, pero no en la alcoba”, mencionó el ex alcalde de Dolores Hidalgo, sin dejar de lado los últimos años de su familiar al lado de Alicia Juárez. “Vivió intensamente y por eso murió tan joven. José Alfredo tomaba de manera muy pausada y nunca se transformaba en euforia loca, nunca le faltó al respeto a quienes compartían su alegría. Era un hombre introvertido, algunos lo consideraban equivocadamente como arrogancia y soberbia, pero no era así. Se disfrutaba mucho de su plática y hablaba de política, de deportes”, remembró Azanza Jiménez, quien en su obra literaria narra escenas familiares y ha tenido que corregir equívocos muy constantes. Inicia con el nacimiento del famoso compositor, hijo de un farmacéutico y de la hija de un poeta, de quien heredó dicho talento. “Sus primeros años fueron de bonanza económica pero, al quedar huérfano de padre, cambió su situación. Su mamá se trasladó a México con José Alfredo pequeño, etapa desde la cual ya asomaba el talento. A los ocho años hacía obras de teatro y cantaba a Cri-Cri modificando la letra; a los 12 años escribió su primera canción, a los 18 años era excelente portero y llegó a Primera División. Su entrenador se fastidiaba porque invertía mucho tiempo en componer versos, de hecho le puso un ultimátum: o el deporte o la música. Todos sabemos la opción que tomó”, recalcó Azanza. Sobre la canción “El Jinete”, aclaró que nació de “un paseo a caballo en el Desierto de los Leones. Le escucharon tararearla mientras cabalgaban y al poco tenía la letra también. En tiempos difíciles había sido mesero. Sin embargo, intuía que vendría algo muy grande para él y sucedió: un día no traía dinero, le dieron la sorpresa de un gran cheque, pidió algo en efectivo, pues debía pagar el pasaje de regreso. Él se emocionó y fue a dar gracias a la Basílica”. De acuerdo al libro, “Ella” era la canción favorita de José Alfredo y está dedicada a una mujer de nombre Cristina, quien a espaldas de él, sostenía otra relación desde hacía un año. El cantautor se enteró en 1947 y la compuso en minutos. Sobre “Un Mundo Raro”, expresó que el título se debe a un día de mucha neblina en que José Alfredo decidió manejar. Como no podía avanzar, expresó a su copiloto: “Parece que ando volando bajo… parece que estoy en un mundo raro”. En otra ocasión, José Alfredo y Paloma lo invitaron a comer junto con su esposa. En esa entrevista le mostró “El Rey”, comentándole que presentía que sería de gran éxito, porque gustaría mucho. Tiempo después Lola Beltrán le dedicó esa canción al Rey de España y él la cantó con ella. Otra anécdota curiosa es que un hijo de José Alfredo llamaba “El Caballo Blanco” a un carro que tenían de ese color. Años más tarde compondría el corrido del mismo nombre. “Caminos de Guanajuato” la escribió el día que murió en México su hermano Nacho, quien trabajó mucho tiempo en la refinería de Salamanca y le había pedido frecuentemente que escribiera algo para Guanajuato. Ese día se acordó de la petición y, en medio del dolor, escribió afuera de la clínica. “Hay tantas anécdotas alrededor de sus canciones, pero muchos tienen la idea que siempre son de desamores o malos ratos, y la verdad no siempre fue así”, puntualizó el familiar cercano de José Alfredo Jiménez. “Ahí nomás tras lomita” En su célebre canción “Caminos de Guanajuato”, José Alfredo menciona: “Camino de Santa Rosa, la sierra de Guanajuato, ahí nomas tras lomita, se ve Dolores Hidalgo, yo ahí me quedo paisano, allí es mi pueblo adorado”. Precisamente en su sitio natal descansan los restos del compositor, en el Panteón Municipal. Es fácil encontrar su tumba, una impresionante obra arquitectónica plasmada en un lote de ocho metros de frente por veinte de fondo. Destacan su sombrero de charro, un sarape multicolor, la mexicanidad y lo típico de la alfarería dolorense, puesto que está terminada con cerámica propia de la región. Sin dejar a un lado los nombres de las canciones más representativas del “Rey”, cuyos títulos grabados se pueden leer en cada una de las franjas de colores del sinuoso sarape que, a su vez, representa el camino de la sierra de Guanajuato. La obra fue diseñada, dirigida y construida por el arquitecto Javier Senosiain, e inaugurada el 23 de noviembre de 1998, con motivo del 25 Aniversario del fallecimiento de José Alfredo Jiménez. Otra muestra de la gratitud del poblado hacia su hijo pródigo, son las distintas estatuas. La más imponente está a la entrada de Dolores, precisamente en su lomita, en el Kilómetro 4 de la carretera a Guanajuato. Fue inaugurada en noviembre de 2006 y se le conoce como “La Loma de José Alfredo”. Al llegar al pueblo, por Avenida Sur y Avenida José Alfredo Jiménez, se encuentra la estatua en bronce, incluyendo lo que es la glorieta y pedestal, a cargo del arquitecto José Luis Rodríguez. La ceremonia de inauguración de la estructura y monumento sirvió como marco de la celebración de los 10 años del fallecimiento del compositor.
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