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martes, octubre 1, 2024
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Guillermo Fadanelli: “Sin lenguaje no hay mundo”

Entre la sobriedad y la ebriedad hay un insoslayable límite que puede dejar al borracho tirado en una banqueta, pero también en algunos casos podría representar una única oportunidad para que el melancólico delire en torno a temas interesantes como la muerte. Precisamente, en “Mis Mujeres Muertas”, Guillermo Fadanelli presenta a Domingo J. Mancini, un personaje que le encanta la bebida, melancólico y muy displicente. A Domingo, sus hermanos, un doctor y un abogado, le encomiendan llevar una lápida a la tumba de su madre. El personaje intentará cumplir la manda pero el alcohol, cualquiera, lo habita. Absorto y admirador del mundo, el delirante personaje de la novela de Fadanelli encuentra la posibilidad del conocimiento y la reflexión. Se está ante la novela con que Guillermo Fadanelli mereció los primeros honores del Premio Grijalbo de Novela 2012. Integrado por Enrique Serna, Eduardo Antonio Parra, Julián Hebert y el director de Random House Mondadori México, Cristóbal Pera, el jurado del certamen literario asentó en el acta: “´Mis Mujeres Muertas’ es una novela sobre la melancolía y la soledad humana, enfrentadas por un hombre cuya ebriedad llegó a convertirlo en un experto de los estados del alma”. Guillermo Fadanelli se ha convertido en un referente importante de la literatura hispanoamericana contemporánea. Su acervo incluye los siguientes títulos de ensayo: “En Busca de un Lugar Habitable”; “Elogio de la Vagancia”; “Insolencia, Lenguaje y Mundo”. En el rubro de relatos figuran “Compraré un Rifle”; “Terlenka”; “El Día que la vea la voy a matar” y “Mariana Constrictor”. También ha publicado los libros de aforismos “Dios Siempre se Equivoca” y el libro de crónicas “Plegarias de un Inquilino”. Es autor de las novelas “¿Te Veré en el Desayuno?; “La Otra cara de Rock Hudson”; “Malacara”; “Educar a los Topos”, “Lodo” y “Hotel DF”. La dificultad de la sencillez La obra de Guillermo Fadanelli goza de una riqueza literaria que incluye abundantes metáforas y comparaciones bastante ortodoxas, aforismos y otras sentencias, citas de los grandes escritores rusos y mexicanos, y un lenguaje coloquial sin llegar a la vulgaridad en vano. En 1998 recibe el Premio IMPAC-CONARTE-ITESM por “La Otra Cara de Rock Hudson” y en 2002 el Premio Nacional Colima por su novela “Lodo”. Luego de obtener el Premio Grijalbo de Novela 2012 por “Mis Mujeres Muertas”, el autor no duda en expresar a ZETA: “Para mí los premios no tienen más que importancia económica, en general siempre son accidentales o mal entendidos. Soy un escritor con 20 libros publicados, y seguiré escribiendo haya premios o no. Es decir, jamás me ha alterado mi vida un premio”. —A propósito de que eres el segundo escritor que lo gana, luego de que la primera edición, en 2011, lo obtuviera Bernardo Fernández con “Hielo Negro”; ¿qué opinas del Premio Grijalbo de Novela? “Hoy en día, ante la ausencia absoluta de lectores, ante el panorama negro de la literatura, ante el embate de los monopolios de la comunicación y de la literatura como mercado no como rama de las artes, siempre es importante estimular de cualquier manera la literatura”. —Aunque el título parece obvio a partir de experiencias personales, ¿cómo nace la idea literaria de “Mis Mujeres Muertas”? “Todo parte de una experiencia que es el tema que se dibuja en la contraportada: Un hombre que pierde a su madre y cuya ebriedad y displicencia no le permite llevar la losa hasta la tumba. Dejar de llevar la lápida hasta la tumba de la madre es también una manera de retrasar el momento de la muerte. Es decir, uno nunca quiere decir adiós. Ése es el motivo real”. — ¿Es un sentimiento opuesto, el dolor por la muerte de seres queridos y la satisfacción de recibir un premio al tratar el tema? “No, porque el premio para mí es accidental. Los premios son más bien parte de la vida social que de la literatura; en cambio la literatura es una construcción alternativa, paralela o marginal a la realidad, a la vida misma. Y tratar sobre mi madre, sobre mi propia vida, a través o por medio del lenguaje es una manera de seguir conversando con los muertos; es un modo de construir realidades menos bruscas y toscas que la que vivimos. El premio es un accidente, algo ordinario que no tiene que ver en absoluto con la literatura. Lo importante es que habrá lectores que se acerquen”. —La mayor parte de tus novelas están narradas en primera persona, no obstante, “Mis Mujeres Muertas”, está narrada en tercera persona… “Sí, narrar en primera persona le da un efecto más realista. En este caso hay una relación más distante, pero una relación necesaria porque son hechos que me tocan muy de cerca; entonces era necesario acudir a la tercera persona, a una especie de narrador omnisciente para tratar hechos letales, vitales o cercanos”. —A diferencia de tus novelas anteriores, ¿qué te propusiste en términos literarios al escribir “Mis Mujeres Muertas”? “Fíjate que me propuse algo que es terriblemente difícil, que a final de cuentas puede considerarse una utopía, la sencillez. La sencillez literaria es un propósito demasiado alto y complejo y difícil de lograr. Quise que la narración fluyera, abrí las puertas de la novela a cualquier persona sensible sin necesidad de ser culta, experta, académica, ni especializada. “Borges decía que James Joyce había fracasado porque su lectura era terriblemente difícil; un fracaso de la inteligencia, creo que la llamaba Vila-Matas. Entonces, yo intenté la sencillez, la tranquilidad, la generosidad, que pueda ser leído por cualquier persona, pero eso al mismo tiempo ha sido difícil de lograr”. —Tu novela está plagada de citas de novelas rusas del siglo XIX y XX. Platícanos sobre tus influencias literarias de los grandes escritores rusos… “Sí, está el alma rusa, que yo puedo sospechar o dibujar a través de las lecturas de los escritores rusos sobre todo del siglo XIX. El alma rusa es justamente un alma insatisfecha, siempre dispuesta al llanto, siempre melancólica, abocada al fracaso, a la desgracia, etcétera; está presente en la atmósfera de ‘Mis Mujeres Muertas’. “Pushkin, Chejov, Bulgákov, Andréyev, Dostoyevski, siempre hay alguna frase por allí cuando el personaje delira después de una borrachera, o cuando está en los límites de la ebriedad, escucha voces de escritores rusos, del alma rusa, en un momento de iluminación absoluta. “Incluso, la idea de que el borracho o el ebrio es un experto en los estados del alma está presente cada vez que Domingo entra en ese terreno ambiguo, nebuloso y hermoso; y entonces puede relacionarse con los espíritus del alma o del temperamento melancólico ruso”. —Pero también hay algunas frases parecidas a las de Jaime Sabines: “¡Qué costumbre tan salvaje esta de enterrar a los muertos!”, decía el poeta Sabines; mientras Domingo, el personaje principal de tu novela, asegura: “Puta costumbre la de enterrar a los muertos”. Es evidentemente también una influencia de Jaime Sabines en tu obra… “Sí, claro. He sido lector asiduo de Sabines. Y ¿sabes qué? Uno nunca inventa nada, siempre hay allí un grupo de escritores, de voces, que van de la mano contigo. Y ahora que haces la observación, una observación precisa y clarísima, es verdad, porque hay un momento en que Domingo se queja de enterrar a los muertos, porque él hubiera preferido cremar, hubiera preferido las cenizas; y sin embargo tiene que cargar con la lápida, fiel a esta terrible costumbre de enterrar a los muertos; por supuesto, está ahí la voz de Sabines”. —Platícanos del simbolismo femenino en tu novela, la nostalgia del ebrio y sus muertas… “Para Domingo, y también un poco para mí como escritor que bosqueja y construye la historia, el mundo femenino es el mundo de la vida. El mundo femenino es también el misterio. Es aquello que deseas pero que nunca podrás dominar. Es la constante ansiedad y la no posesión; es decir, por más que tú domines, encierres, o limites la libertad física de una mujer, por más que la poseas erótica, sexual o económicamente, nunca la vas a poseer. Esa no posesión te lleva a la nostalgia por lo femenino: Lo que más deseas, es lo que nunca tendrás. “La mujer es muy importante en la novela, o el mundo femenino, tanto que Domingo dice que todas las mujeres son una misma sola y la misma mujer: la hermana, mamá, amante, esposa, hija, abuela; ponemos límites genealógicos, sociales y demás, pero siempre la mujer es un misterio y yo sí creo que ése es uno de los puntales de la novela, el mundo femenino. El otro es la renuncia: La renuncia al éxito, a las posiciones sociales, a los placeres mundanos; hay algo también de exilio del personaje”. —Háblanos sobre los aforismos que evidentemente sigues escribiendo y que también pueblan tu obra… “Tengo una vena sentenciosa de abuelo rabioso que no puedo dominar. Yo mismo, después de escribir ‘Lodo’, que fue publicada en una relectura que hice de la obra ya publicada, me di cuenta que buena parte de su tramado son sentencias y aforismos que tienen vida propia. Yo creo que ahí es algo que no domino, no es un recurso al que yo haya acudido de manera consciente; pero qué bueno que lo haces notar, eso es parte de mi estilo”. —En tus obras abundan lo que los puristas llaman “groserías”, “malas palabras”: ¿Hay algún riesgo en su uso o te planteas un límite? “No, no, no. Mientras la palabra exista o esté en el lenguaje, el escritor tiene que usarla. Un escritor que deja de usar palabras porque son inconvenientes para su sociedad, pues no es un escritor o por lo menos es un escritor limitado por su sociedad. Yo creo que es la libertad la que forja y da fortaleza a un buen escritor. “Un escritor tiene que decir lo que se le da la gana con las palabras que haya elegido y tiene que ser, si es necesario, políticamente incorrecto, tiene que blasfemar, y dejar expresar su espíritu o su ser a través de las palabras que haya elegido o se le hayan impuesto. “Yo jamás pienso que hay buenas o malas palabras, hay buenos y malos políticos, eso sí, hay buenas y malas personas; pero buenas y malas palabras no, siempre es relativo, depende en dónde te coloques”. — ¿Cómo construyes tu literatura tomando en cuenta la metáfora como cimiento? “La literatura está fundada sobre la metáfora. La literatura no habla sobre verdades, siempre habla sobre símiles, correspondencias, relaciones, analogías, entonces, el mundo siempre está sostenido en la imagen de los demás, en lo que los otros ya hicieron, somos siempre ecos de algo que ya sucedió. “Me gusta la metáfora: Una cosa se parece a otra, la semejanza, la conveniencia. Una novela está en medio de un río de voces. Uno siempre está en medio de una historia, incluso el lenguaje no lo inventamos, el lenguaje; nosotros heredamos el lenguaje, bien o mal, lo administramos, depende. La sangre del lenguaje es la metáfora y la analogía. Yo soy muy afecto a las relaciones, a las comparaciones, a los símiles”. —Finalmente, tomando en cuenta la riqueza de tu literatura, ¿qué es el lenguaje para Guillermo Fadanelli? “El lenguaje hace al hombre. El lenguaje es la sustancia del ser. No podríamos expresar ideas, no podríamos haber construido un mundo sin lenguaje. Para mí, y como para muchos otros escritores y filósofos, el lenguaje es el mundo. Es también el principio del sufrimiento, porque cuando empiezas a nombrar el mundo lo enriqueces, pero no lo dominas. El lenguaje es maleable. “Carlos Fuentes decía que había que tratar al lenguaje como una puta; es decir, dominarla, pagarle, exigirle lo que deseamos, que cumpla con nuestros deseos; pero no es así, el lenguaje no puede ser dominado, al contrario, entras en él y te das cuenta que es misterioso, que es indomable, y que lo más que podrás hacer es construir un resguardo a las orillas del lenguaje, a través del estilo, a través de tus novelas, por medio de tu obra. Sin lenguaje no hay mundo”.

Autor(a)

Redacción Zeta
Redacción Zeta
Redacción de www.zetatijuana.com
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