Un compadre visita a otro compadre y le dice: — ¡Compadre, qué pena! ¡No puedo creer que no tengas los pantalones para mandar en tu casa! “Sí, es verdad compadre”. — Mira, en mi casa mando yo, y cuando digo, tengo hambre, me sirven de comer y cuando digo, tráiganme el agua caliente, me la traen de inmediato. A lo cual el compadre le pregunta: “Oiga compadre, ¿y para qué quiere agua caliente?”. — Ay, compadre ¡no me diga que usted lava los platos con agua fría! Autor: La comadre.