Va llegando el Chuy a la radio viendo la hora en su Casio, abre la puerta de XEC, el sol casi se mete. Sin saberlo, la calavera lo observa, dice: “Hola, raza. Cómo les va”, por el micrófono él lo dice, saludos al barrio Trece. La parca es originaria de Tijuas, conoce “Complacencias de los setentas”, sabe los gustos tijuaneros de rolitas viejitas, oldies, soul, pero bonitas. A la huesos no le agrada Meta rolas sinaloense y banda ni los Moonlights transformados o rolas de otros estados. La calavera pensó: ¡Te pasas, Chuy! No te llevará el cucuy, Yo paro aquí tu programa, pues ya nadie lo aclama. El Bojórquez vio algo y reviró, se asustó y los ojos peló, al ver a la Catrina la piel se le puso de gallina. Ha muerto el locutor que no debió ser conductor, ése fue su error, la muerte lo sorprendió, qué horror. Ya la chirriona lleva sus restos, no más saludos ni rolas que con XEC no cuadran y a dos, tres enfadan. Cavó su tumba la chirriona una triste y helada mañana, envuelto en una sábana ya no vio otra mañana, temprana. La flaca hace convocatoria una mañana: Solicito locutor nacido en Tijuana, haya oído a Ramón Quiñones y Femaz Esparza, sepa de oldies y bien conozca. Se vio volar a la muerte, lleva al Chuy inerte, quizá vaya a su tierra natal, pues nació en la mera capital. Lo apretujó en una sábana y directito a su triste caja,