Para ser grandes, mejores y pasar a la historia, los aspirantes a toreros y hasta los matadores consumados, entrenan tanto la condición física como la técnica mediante el Toreo de salón. A juzgar por el número de horas que gastan diariamente en su preparación, deben tenerlo como el más seguro método de gustar a los públicos. Hoy se torea mejor que nunca, toda vez que el perfeccionamiento técnico tiene sus efectos positivos. Es una realidad que en mayor o menor grado, la mayoría de coletas mexicanos poseen recursos técnicos suficientes que les permiten extraer pases y eslabonar faenas, aunque algunas “no digan nada”, es decir, convencen, pero no arrebatan. No hay que olvidar que solo los dueños de una técnica depurada han sido figuras. Dicen que el manejo de la técnica no añade mayor gloria, al contrario, quien se apoye únicamente en la técnica ensayada con el sacrificio cotidiano, podría padecer el inconveniente de la frialdad y llegar a una gélida indiferencia. Por eso resulta apremiante que las nuevas generaciones se percaten que están dando demasiada importancia al cultivo de la técnica, desconociendo que el dominio de estos recursos no es de ninguna manera la finalidad de la Fiesta, solo un medio elemental, significativo, pero no lo es todo. No se negará que el conocimiento de la materia es una herramienta de primera mano. Se han presentado casos de toreros técnicamente imperfectos que llegaron a colocarse en primer plano, llenando plazas y marcando época. Para dejar huella hay que conquistar multitudes, cotizarse alto y despertar pasión. A eso se le llama personalidad. En el ámbito de las grandes personalidades, puede citarse la sabiduría de Fermín Espinosa Saucedo, la presencia de Lorenzo Garza, la sobria elegancia y temple de Jesús Solórzano; el dramatismo y sentimiento de Silverio Pérez, la valentía de Luis Castro “El Soldado”, el arte de Manolo Martínez y el poder de Eulalio López “Zotoluco”. Los toreros impersonales expresan el Toreo, mientras que los toreros de cierta importancia se hacen presentes con su acento personal, que por cierto, está más cerca de la emoción porque es algo íntimo y, aunque es una cualidad personal, resulta factible estructurarla en alguna medida. No hay que olvidar que “el estilo, es el hombre”. La técnica es el conjunto de suertes, procedimientos y recursos que el diestro utiliza desde que el toro salta a la arena. Hay dos clasificaciones: la lidia a pie y la lidia a caballo. Según los diestros y profesionales que intervengan, practican las suertes de una u otra forma. En la lidia de a pie, cabe distinguir los tercios: picar, banderillear y matar. En el rejoneo también existen tres tercios: el rejón de castigo, banderillas y el de muerte. En ninguno de los casos se cruzarán. El vocablo lidia se ubicaría como el acto de jugar los toros. Espadas, subalternos, empresarios, ganaderos y cronistas, aseguran que “todos los toros tienen su lidia”. Cada astado conlleva problemática, y es menester que los protagonistas en el ruedo sepan sus reacciones, en aras de un mayor lucimiento. Lidiar es burlar al toro, luchando abiertamente con él y esquivando sus acometidas, hasta darle muerte. Finalmente y en resumen, la técnica y la lidia representan el producto de una férrea disciplina, ya se trate de un torero técnico o artista. arruzina@hotmail.com