Estaba una viejita tratando de tocar el timbre de una casa, pero no alcanzaba. En esas llega un joven y pregunta: — ¿Le ayudo a tocar el timbre? “Sí, por favor”. El joven toca el timbre y le dice: — ¿Y ahora? “Ahora, ¡a correr!”, responde la viejita. Autor: El mismo geriatra de siempre.