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lunes, octubre 7, 2024
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“Entramos a territorio estadounidense llevando nuestro dolor y nuestro amor”: Sicilia

No es un problema mexicano, es nuestro problema; Bob Filner Pasadas las cuatro de la tarde se respira un aire cálido en los pasillos de la emblemática Casa del Migrante; hombres sentados en bancas, recargados en barandales, observan a un séquito de activistas, reporteros, fotógrafos e interesados, preparándose para recibir al poeta Javier Sicilia y a la Caravana por la Paz. Entre ellos Jorge Ely Cruz, migrante hondureño deportado de California hace cuatro años. “No sé quién sea, pero eso que me dice que hace, es muy bueno”, responde al preguntarle si conoce a Javier Sicilia o el Movimiento por la Paz con Justicia y Dignidad. A los minutos llega el activista rodeado de cámaras y reporteros; con dificultad se abre paso hasta el salón donde ofrecerá conferencia de prensa acompañado de Sergio Aguayo, Fernando Ocegueda y miembros de su Movimiento. Toman asiento, guardan un minuto de silencio en memoria de las víctimas que se encuentran presentes en fotografías montadas sobre la pared, o impresas en lonas y mantas que los familiares levantan. Los testimonios comienzan: Julia Alonso, madre de Julio Alberto Josué López Alonso, desaparecido desde 2008 en Nuevo León, ha vivido en exilio. “He sido amenazada a raíz de estar siempre buscando a mi hijo… donde quiera que te encuentres, Julio Alberto y a todos los desconocidos, les mando todo mi amor”, comenta con la voz quebrada. El presidente de la Asociación Unidos por los Desaparecidos de Baja California, Fernando Ocegueda, lanza el primer reclamo al gobierno: “Baja California es un estado de la violencia imperante, donde prevalece la impunidad y la simulación por parte del gobernador y del procurador de Justicia del Estado”. Expone que su asociación ha documentado 250 casos de desaparecidos y violaciones de derechos humanos; ninguno ha sido resuelto por las autoridades. “Le hago un llamado a México, que despierte porque están matando a sus hijos”, exclama Margarita López Pérez, cuya hija de 19 años fue asesinada en Oaxaca. Lleva consigo el reclamo de otros padres, del Estado de México, Veracruz, Guerrero, Morelos. “Mi hija fue sustraída de su domicilio, estaba casada con un militar de fuerzas especiales, delincuentes encarcelados me narraron la manera en que fue torturada, violada y asesinada mi hija”, relata López con lágrimas en los ojos. Es el turno de Javier Sicilia, toma el micrófono e inicia: “Éstas son las víctimas del dolor y sus testimonios, que cada vez son más y más. Hasta que no aparezcan sus familiares, no va a haber justicia”. Habla de la clase política que no entiende al país. De la guerra contra el narcotráfico en ambos lados de la frontera, de los muertos de este lado, de la discriminación y el racismo del otro. “La guerra ha creado un imaginario, donde todo migrante es criminal y todo latino es criminal, incluso para las poblaciones afroamericanas, de las cuales están llenas las cárceles, aunque el consumo de drogas sea parejo entre la comunidad blanca y la comunidad negra”, dice. Sicilia expone los puntos fallidos en las políticas públicas y denuncia: “Se invierte más dinero en violencia que en la vida humana”. Esa misma tarde, la del sábado 11 de agosto, el líder de la Caravana por la Paz escuchó los testimonios de las víctimas de la guerra contra el narcotráfico, de familias destruidas, madres y padres desesperados, de los huérfanos. Al día siguiente, el 12 de agosto, la Caravana llegó al Parque de la Amistad en San Ysidro, símbolo de la unión entre dos naciones, separadas por un muro de cinco metros de alto, punto de donde partieron quienes viajarán juntos durante un mes, recorriendo 26 ciudades. Tomaron un breve descanso previo a la travesía que les espera, entre ellos Javier Sicilia, quien se apoya sobre un pequeño muro antes de llegar a la playa, enciende un cigarro y mira hacia el mar. — ¿Ya había estado aquí antes?, pregunta la reportera. “Sí, hace como 35 o 40 años”. — ¿Cómo se siente con el recorrido que está a punto de iniciar? “Contento, pero mejor no le pensamos mucho, porque nos agobiamos, vamos como Alcohólicos Anónimos, día tras día”. — ¿Cómo vio Tijuana? “Con mucho dolor, como todo el país, con las mismas circunstancias que en todo el país, desaparecidos, abuso de derechos humanos, donde uno pisa hay dolor”. “¿Sabes que estaría padre, Javier?”, interrumpe un joven, miembro de la Caravana, con cámara al hombro, mientras señala a la playa: “Que corras y espantes esos pájaros y tomemos un vídeo desde aquí”. Sicilia ríe. “Eso sí sería noticia, poeta enloquece”, finaliza el joven. La entrevista continúa. — ¿Cómo surgió la idea de hacer la Caravana? “Había una conciencia de que había una gran responsabilidad por parte de Estados Unidos en todo este problema. En un momento dado dijimos: ‘Tenemos que ir a decirles a los norteamericanos que no entienden que esta guerra, que el dolor en que está hundido el país, tiene su origen aquí, en la guerra contra las drogas, eso está generando graves problemas allá (señala al otro lado del muro). Es el gran reto de la Caravana, decirles que es un asunto multi-nacional, que tiene que ser tratado de otra manera, si no lo hacemos entre ciudadanos, no vamos a encontrar la paz. Venimos a decirle al gobierno lo que le hemos dicho al nuestro: que se vuelva Estado, que dejen de servir a los señores de la muerte, a los señores del dinero, de la guerra; que sirvan a los ciudadanos. Esa es la vocación del Estado, que ha sido pervertida, pero tenemos que recuperar a los ciudadanos mismos”. — En Estados Unidos, el ciudadano común no está interesado en la guerra que Usted menciona, muchas veces ni siquiera voltea al otro lado de la frontera. ¿Cómo dirigirse a estas personas? “Tenemos que encender una vela en medio de la oscuridad, de la desmemoria, de la ignorancia, para que por lo menos empiecen a voltear hacia allá. Porque esas armas, que parece que ahora no les causan muchos problemas, se van a volver contra ellos, si siguen descuidando, si siguen vendiendo armas de exterminio indiscriminadamente. Pero el lavado de dinero, el problema del migrante, el asunto de la droga tratada como un asunto de seguridad nacional, está poniendo en riesgo lo que nos ha costado tanto tiempo, que está en el origen de los padres fundadores, la democracia. Es la época de los ciudadanos, tenemos que pensar de otra manera la democracia, porque la hemos perdido, se la hemos dejado a esta gente del capital, del dinero. Tenemos que recuperar la dignidad y eso nos corresponde a los ciudadanos”. — ¿Estamos a tiempo? “Sí, estamos a tiempo, la barbarie todavía no se instala completamente y todavía hay esto, la Caravana, tanta cantidad de gente que está luchando por los derechos humanos, luchando por un mundo más digno. Cuando estuve aquí hace 35 años, no había tanto dolor. Estados Unidos parece que está tranquilo, pero en el fondo se está convulsionando. Ahora hay una patria rota, aquí también, aunque no se vea, hay una ruptura, una grave ruptura que es el capital. Tenemos que devolverle la memoria, poner en el centro de la vida el futuro y el presente, sobre todo por los muchachos. El gran problema de los muchachos es que no tienen a dónde mirar, se les cerró el horizonte y ésa es una responsabilidad nuestra, y ahora es también responsabilidad nuestra, recuperarlo junto con ellos”. — En ese sentido, ¿cómo ve, movimientos sociales juveniles en México, como #Yo Soy 132? “Son muy importantes, empiezan a construir horizontes, yo creo que el gran problema de 132 es que nació atrapado por la coyuntura electoral y tienen que reinventarse, ir más allá y cambiar la agenda, no solo se trata de medios, hay que hacer una reforma política a fondo, hay que subir nuestras agendas importantes, poner el lugar de las víctimas y la paz como prioridad. Tienen que salir del entrampamiento”.

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Autor(a)

Redacción Zeta
Redacción Zeta
Redacción de www.zetatijuana.com
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