EU tras la cabeza del fundador de WikiLeaks Hace una semana, el gobierno de Rafael Correa otorgó a Julian Assange, fundador de la organización WikiLeaks, asilo indefinido en su sede diplomática de Londres. El australiano permanece refugiado en la Embajada ecuatoriana desde mediados de junio, cuando la justicia británica emitió una orden de arresto en su contra para que respondiera ante el gobierno sueco a crímenes sexuales. Assange ha negado repetidamente los cargos, declarándose víctima de una cacería de brujas orquestada por Estados Unidos. Su futuro es incierto. Su nombre está asociado con la mayor filtración en la historia de documentos oficiales secretos. En 2010, WikiLeaks distribuyó a distintos medios impresos cientos de miles de reportes militares sobre operaciones y actividades de las fuerzas aliadas en Afganistán e Irak. También incluyó 250 mil cables diplomáticos que el Departamento de Estado intercambiaba con distintas sedes estadounidenses alrededor del mundo. En México provocó la renuncia del embajador Carlos Pascual, por sus comentarios sobre el proceder del Presidente Felipe Calderón frente a la guerra contra el crimen organizado y sus resultados. Los documentos evidencian con detalle el tamaño de la colusión de Washington, con escuadrones de la muerte iraquíes y crímenes de guerra. De igual manera, informan sobre el espionaje ilegal del gobierno estadounidense a funcionarios de la Naciones Unidas y a sus propios ciudadanos. Opinan sobre distintos regímenes y estadistas, describen minuciosamente reuniones con autoridades locales y revelan actos de corrupción bajo el cobijo de distintos órdenes y poderes de gobierno. WikiLeaks permitió examinar la presencia de Estados Unidos en el mundo y la forma en que ésta se reafirma. Poco después de haber hecho públicos los archivos secretos, la fiscalía general sueca emitió una orden de arresto en contra de Julian Assange por violación y agresión sexual a dos mujeres en Estocolmo, cargos por los que la Corte Suprema del Reino Unido autorizó su extradición a Suecia. Assange teme que una vez ahí, podría ser extraditado con facilidad a Estados Unidos, protagonista de gran parte de la sensible información que su equipo y él filtraron a los medios. Por eso pidió asilo a Ecuador y se refugió en su Embajada de Londres. El Presidente Rafael Correa se lo otorgó, pero el gobierno británico se niega a darle un salvoconducto para abandonar la isla. Las amenazas de penetrar la sede diplomática se toparon con un firme respaldo hacia Quito por Venezuela, y la alianza de países que lidera. La Casa Blanca se ha mantenido al margen de la discusión. El gobierno afirma que Assange no forma parte de ninguna investigación, ni tampoco existe un proceso abierto en su contra. El fundador de WikiLeaks exigió al Presidente Barack Obama terminar con la cacería de brujas, volviendo al tema aún más sensible en época de campaña electoral. El proceso contra Bradley Manning, militar estadounidense acusado de ser la fuente de Julian Assange, no ha arrojado enlaces claros con la organización que dirige el australiano, por el momento el Departamento de Estado asegura que la suerte de Assange está en manos del Reino Unido, Ecuador y Suecia. El candidato republicano Mitt Romney tampoco ha hecho declaraciones al respecto. El caso de WikiLeaks pone en tela de juicio la solidez de la protección jurídica a informantes y fuentes alrededor del mundo. Cuestiona los derechos que pueden ejercer y las instancias que tienen para recurrir. Da cuenta de una procuración de justicia desproporcionada y parcial, pero también de su politización por los actores involucrados. Aunque la popularidad de Rafael Correa es alta, el presidente ecuatoriano con el mandato más largo en un siglo, enfrentará elecciones el próximo año y debe revertir la impopularidad que generaron sus medidas para ejercer mayor control sobre los medios. El asilo político a Julian Assange sirve también como estrategia para desviar las miradas negativas de la oposición.
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