1926-2012 El viernes 3 de agosto el empresario Alberto Limón Padilla falleció en un hospital de San Diego, a la edad de 86 años. Los últimos tres años de su vida luchó contra el cáncer de médula ósea hasta que finalmente perdió la batalla contra la enfermedad. Nacido en Los Ángeles, California en 1926, Alberto Limón tuvo una vida fructífera a su llegada a Tijuana. Sus múltiples proyectos, que más tarde fueron logros cristalizados, iniciaron en 1950 cuando Eliseo Limón Márquez lo apoyó en un negocio de abarrotes, mismo que concentró su amplia visión como comerciante y la tenacidad que lo llevó a crear la cadena de supermercados Limón. Cinco años más tarde fundó el Motel la Mesa que actualmente se conoce como “Hotel La Mesa Inn”. Para 1961 ya representa a los miembros en la Cámara Nacional de Comercio de Tijuana donde ocupó el cargo de Vicepresidente. En ese mismo año colaboró en la fundación del Club Kiwanis de Tijuana, como su titular por el lapso de un trienio. Su avizorado ojo empresarial se extendió para conformar la Sociedad Inmobiliaria del Pacífico de Baja California en 1972. Su trabajo no se supeditó al ámbito privado, también estuvo en la función pública. Sus primeros pasos fueron en el Departamento de Policía Municipal por un lapso de tres meses, después ocupó un espacio en el Departamento de Obras Públicas en el Estado. En 1989 fue Secretario de Turismo del Estado. Además colaboró con el VIII Ayuntamiento como Delegado Municipal de La Mesa, que en 1974 contaba con una población de 150 mil habitantes. Su hijo Alberto Limón Valerio recuerda ahora que en vísperas de este último nombramiento lo visitó para decirle unas palabras al respecto. “Yo iba a entrar a la universidad cuando le iban a dar la Delegación de La Mesa. Siempre a los políticos los tenía así como… no me gustaba mucho la política, la veía que no era muy correcta por todo lo que se escucha. Ese día fui a hablar con él y le dije: Oiga creo que ese puesto no es para Usted. Se va a quemar en ese puesto”. “Y entonces él me contestó: ‘Te voy a demostrar que se puede trabajar honestamente. Ésta es una comisión que tengo, yo vengo aquí a aportar’. Y sí fue así, en los puestos públicos que tuvo donaba su sueldo. Él nunca le metió un gasto a ninguno de los puestos que desempeñó. Me demostró que sí se pueden hacer las cosas con honestidad en puestos públicos”. En el plano personal su hijo lo dibujó como la persona más “estricta del mundo”, pues le gustaba mucho la perfección en el trabajo. “La puntualidad, el trabajo, la responsabilidad: para él era muy importante empeñar la palabra y todo eso nos lo dejó a nosotros. Siempre me dio buenos ejemplos de trabajo y me dijo que las cosas se hacían derechas. Que no usara las mentiras para nada”. Con el recuerdo presente, Limón Valerio describe a don Alberto como un hombre de físico sólido. “Él tenía una fuerza mental tremenda para todo, la tuvo en sus enfermedades que desde hace 15 años para acá se le presentaron y todas las superó. En ésta (cáncer en la médula ósea) hizo hasta lo imposible por superarla, nada más que la edad tuvo que ver mucho”. Su interés por ayudar al prójimo lo llevó a formar parte de otros proyectos. En el bienio de 1989-1990 fue presidente del Consejo del Hospital de Traumatología de la Cruz Roja, edificio ubicado en la calle Alfonso Gamboa en la Segunda Etapa de la Zona Río, lugar que a lo largo de los años ha ofrecido más de medio millón de servicios a la comunidad tijuanense. Mientras que en el ámbito educativo también dejó huella, ya que fundó el Instituto Tecnológico de Tijuana (ITT). Dentro de los cargos diplomáticos que ocupó está el haber sido nombrado Vicepresidente del Cuerpo Consular Tijuana. También estuvo a cargo del Consulado de Austria en México. Con esta larga trayectoria de por medio y ante su muy lamentable deceso, Enrique Mier y Terán externó: “Creo que es una gran pérdida para Tijuana, Don Alberto era una institución en la persona. Fue jefe de policía, Secretario de Turismo, Cónsul de Austria, fue de gran importancia, grande para la ciudad de Tijuana, que pierde una de sus columnas importantes, deja felizmente su familia para que continúe su obra y su cariño a Tijuana. Es imposible reemplazarlo”. En relación con su desempeño en el ámbito corporativo agregó: “Él era empresario de corazón y su actuación siempre fue como empresario no solo para tener beneficio de sus empresas, sino con el objetivo de crear empleos en la ciudad y no sólo buscó activar un flujo económico, sus acciones fueron mucho más que eso. Fue alguien que dedicó su tiempo y vida para el mejoramiento de la ciudad y esa semilla que sembró todos las apreciamos y mantenemos”. La despedida El último adiós de Alberto Limón incluyó un recorrido en diversas instituciones a las que el empresario local brindó su invaluable apoyo. Inició en el Instituto Tecnológico de Tijuana, donde se hizo una guardia de honor. De ahí se trasladó a las instalaciones de la Cruz Roja, donde se hizo el pase de lista. A lo largo de 30 minutos que duró el tributo de cuerpo presente, ex presidentes de la institución, familiares, doctores y personal se turnaron para montar otra guardia por unos minutos. Acto seguido Monseñor Salvador Cisneros Gudiño pronunció algunas palabras de consuelo a los presentes, para luego bendecir el féretro. Concluido el acto, la carroza hizo el traslado correspondiente a la Cámara Nacional de Comercio (CANACO) en donde autoridades municipales, así como el presidente del organismo, Karim IV Chalita, montaron una guardia de honor y pronunciaron un sentido discurso. Finalmente fue llevado a Funeraria González, donde los restos de don Alberto Limón fueron velados, en esta despedida de una Tijuana que por supuesto no habrá de olvidar su legado.