Sr. Director del Semanario ZETA: Muy satisfactorio ha sido para mí, cuando he tenido la oportunidad de visitar el interior de nuestro país, el comentar la magnífica labor que realiza y sostiene cada día el valiosísimo equipo que hace posible la aparición de ZETA, sin desmayar cada semana. Felicidades. Hoy, si se me da oportunidad, quiero dirigirme a la Dirección de Transporte Público Municipal, con la lejana idea de ser atendido, como usuario cotidiano que soy de lo autobuses, y me refiero a los dueños de los mismos, que los sostienen como inevitables chatarras. Los padecemos porque: tales vehículos se hallan en continuo desaseo, desde temprana hora; porque debemos sufrir el uso de butacas rotas, desatornilladas, cubiertas de mugre. Los sufrimos porque a pesar de habérseles concedido a los propietarios, en poco menos de un año, dos incrementos del precio del pasaje, el servicio que dan tales “fumigadoras” es pésimo: choferes que son desatentos (en su mayoría), otorgan de mala gana el boleto de estudiante o de senectud, o generalmente se ponen a jugar “carreras” para “agandallarse” el pasaje; arrancan antes de que el pasajero quede protegido porque no cierran la puerta. Los soportamos “trotando” ellos, porque casi nunca traen buenos amortiguadores, rechinan aparentando desarmarse; un 50% de los timbres no les funcionan, de otros están solo en un extremo; los útiles de aseo lucen cerca de los asientos o tablero, despercudidos o muy grosos; casos hay en que los botes del aseo sirven de sostén a los asientos. Los sufrimos porque es muy notorio que los espacios originales de las butacas han sido reducidos, para que quepa más pasaje de a pie; la música estridente hay que tolerarla a todo volumen, nos agrade o no; la velocidad a la que van, en el mismo Centro, supera la permitida, con riesgo mayor de accidentes; en su mayoría, los choferes aceptan recoger a malvivientes y tipos en mal estado, lo que tiene que soportar el pasajero. Los padecemos porque muchas veces los choferes bajan al pasaje cuando están en doble fila, a riesgo de que se le atropelle, por los que siguen circulando por la derecha; tal pareciera que “por mordida” no pasan, los autobuses, la revista de mecánica, y el humo negro “sigue su fumigación”; las puertas traseras generalmente no abren, otras veces también dejan (los choferes) que los pasajeros suban con sus perros. ¿Acaso esto es lo que nos merecemos, en pleno siglo XXI y en la ciudad de Tijuana, tan noble y progresista, tales chatarras mal llamadas autobuses? ¿Por qué la autoridad de transportes no actúa y pone el remedio debido? ¿El pulpo del transporte es tan poderoso que no se le pude someter a una reglamentación? Gracias por su atención. José Macías L. Tijuana, B. C.