“Si echamos un vistazo a la historia en general de los procesos electorales en México, pues no hemos avanzado mucho”, reconoce el Doctor Lorenzo Meyer, a propósito de la comprada elección presidencial del 1 de julio. El profesor emérito del Colegio de México platica con este Semanario sobre los procesos electorales del país y, para llegar al análisis electoral de 2012, divide en por lo menos tres etapas históricas los accidentados comicios mexicanos: La etapa todavía colonial del siglo XIX, la revolucionaria y la de la hegemonía priísta del siglo XX. “Quizá la primera elección moderna en México tuvo lugar todavía durante la época colonial como resultado de la Constitución de Cádiz (1812)”, expone en entrevista con ZETA. El investigador emérito del Sistema Nacional de Investigadores del CONACYT en el Nivel III, refiere que en el siglo XIX realmente las elecciones no tuvieron mucho sentido: “La lucha política se hace vía los hechos, vía las armas, la confrontación, la guerra civil, y cuando finalmente la República se restauró después de la caída del segundo imperio las elecciones empezaron a estar en el centro de la vida política pero siguieron sin tener sentido sobre todo cuando ya se consolidó el porfiriato, en donde eran elecciones sin contenido”. La segunda gran etapa en cuanto a procesos electorales es inaugurada por Francisco Ignacio Madero en 1910 y que abarca los años revolucionarios: “El nuevo régimen está basado en ese lema tan sencillo de Madero de ‘Sufragio Efectivo’; pero no hay sufragio efectivo cuando la revolución triunfa, es un grupo político que ya tiene el poder y que no lo va a dejar al vaivén de las urnas. En parte, ese grupo, el carrancista, el que triunfa, que está en manos de los sonorenses, va a crear el PRI en 1929 y va a tener la primera elección; se llama entonces PNR (Partido Nacional Revolucionario), pero es el mismo y esa primera elección donde está el candidato oficial que es Pascual Ortiz Rubio pues se enfrenta a José Vasconcelos y ahí están ya muestras de que la elección va a ser fraudulenta”. Cuando este Semanario le pregunta al ganador del Premio Nacional de Ciencias y Artes 2011 en el rubro de Historia, Ciencias Sociales y Filosofía, sobre cómo calificaría las elecciones del PRI durante el siglo XX a partir de 1929, no duda al contestar: “Yo diría que las elecciones de los años de gloria del PRI eran irrelevantes: Ni generaban legitimidad, pero no generaban ilegitimidad; la vida hegemónica del PRI se iba tranquilamente por el camino que no tenía mucho que ver con las elecciones”. En cuanto a la reciente jornada electoral recurre a algunos ejemplos para referirse a la posible ilegalidad del proceso: “Hay varias elecciones en donde los fraudes son tan obvios, tan evidentes: La de 1940 en donde se impone a Ávila Camacho sobre (el candidato de oposición, Juan Andreu) Almazán, tuvo un montón de irregularidades. La de 1946 tuvo menos, pero también; la de 1952 ni se diga, donde Ruiz Cortines se impone sobre Miguel Henríquez Guzmán (candidato de la Federación de Partidos del Pueblo Mexicano, FPPM), hay violencia. La elección se convierte en un verdadero problema; antes generaba indiferencia: En 1970, 76, 82, las elecciones no tienen mucho sentido y la ciudadanía sigue su camino como siempre; de ahí llegamos hasta 1988, cuando se impone el triunfo de Salinas sobre el de Cuauhtémoc Cárdenas”. Sintetiza al omnipotente PRI del milenio pasado: “En el siglo XX son elecciones sin credibilidad pero con efectividad; hay esta dicotomía entre lo creíble y lo efectivo; las elecciones sí funcionan como el broche que cierra los periodos de renovación interna del grupo en el poder; no es mucho lo que tiene que ver la ciudadanía en esas renovaciones, pero tienen un calendario, el calendario se cumple puntualmente, son elecciones que sí tienen efectividad, pero que no tienen el contenido propio de una elección y así seguimos hasta el año 2000”. — ¿Cómo explica los procesos electorales a partir del año 2000? “El 2000 es el año en que México intenta ponerse al día consigo mismo, tener ya lo que hacía buen tiempo debía haber tenido, que son elecciones creíbles, más o menos limpias, que generen legitimidad; eso pareció llegar por fin a México. Pero seis años después volvemos a caernos en el mismo hoyo del pasado, es un retroceso político importante el proceso electoral de 2006 que llevó a una diferencia tan insignificante entre el primero y segundo lugar, dos fuerzas que estaban empatadas prácticamente. “Y aquí viene el problema que se presenta en el 2012 ya de una manera muy nítida: Para que la elección cierre con broche de oro se necesita que el perdedor acepte que perdió de manera legal, el perdedor es el que da el último testimonio de legitimidad: ‘Muy bien, perdí, felicito a mi contrincante’, y la República se dedica a la política post electoral sin mayor problema. “Pero en el 2006 el perdedor dijo: ‘No, aquí abran y cuente voto por voto y casilla por casilla, porque esto está muy sospechoso’; y la autoridad dijo: ‘No, no contamos nada, esto se queda como se queda’; los paquetes siguen todavía al día de hoy cerrados, guardados y sin que nadie pueda hacer la revisión; se han revisado las actas y no concuerdan; entonces quedamos con una elección, como dijo José Antonio Crespo, donde no se puede saber quién ganó y quién perdió, y una elección así no genera legitimidad sino ilegitimidad. “Pero hoy, si una elección no genera legitimidad, genera lo contrario, no queda neutra, genera ilegitimidad y eso es lo que está ocurriendo en el 2012 como ocurrió en el 2006, no se dieron las condiciones para que sea esto creíble”. —Con la experiencia del 1 de julio de 2012, ¿a qué época retrocedería México en cuanto a elecciones? “La compra de votos era algo más o menos común en Europa, Estados Unidos en el siglo XIX. En la historia de la democracia política moderna prácticamente en todos los casos empezaron de manera muy poco clara; los ingleses son los que más han ahondado en su historia; hay hasta cuadros: Recuerdo a uno en una elección en Inglaterra donde se ve cómo les están regalando alcohol y algunos de los electores están totalmente ebrios y es una fiesta, pero no una fiesta de la ciudadanía y del espíritu político sino de la compra de los votos de la manera más burda, entonces estamos retrocediendo a esas etapas iniciales de la democracia moderna que no corresponden al siglo XXI; estamos entre el siglo XIX y el siglo XX; el siglo XIX de los norteamericanos, los ingleses o de los europeos; del siglo XX nuestro. “El punto es que el PRI acostumbró la compra del voto cuando no había oposición; pero ya se compraban, ya se repartían materiales, ya se daban dádivas en una relación que recuerda mucho la relación entre clientes y patrones, que es el cimiento del caciquismo; y el caciquismo en México viene desde la época colonial”. —Recurriendo también a la historia, ¿qué juicio tiene usted sobre la impugnación de Andrés Manuel López Obrador apelando a la invalidez de las elecciones argumentando que se violó el Artículo 41, sobre que éstas deben ser “libres y auténticas”? “La única manera que yo tengo de saber por dónde irá esto es el 2006: Es el mismo conjunto de autoridades; el IFE, la FEPADE y el TEPJF se pusieron en juego. En el 2006 se aceptó que sí había habido una intervención ilegal de parte del presidente (Vicente Fox) y que había habido una intervención ilegal del Consejo Coordinador Empresarial (CCE) y que como no se podía precisar cuál había sido su efecto pues que entonces se tomara conocimiento de eso pero que con mucha pena no podíamos hacer nada y se mantuvo el resultado que se dijo inicialmente. “Ahora no podemos pensar que vayan a actuar de manera distinta porque son las mismas autoridades, no las mismas personas pero sí la misma institución, las mismas instituciones. Entonces, yo no tengo mucha esperanza de que esta impugnación vaya a llevar a que se anule la elección y se vuelva a hacer, que es lo que debería de ocurrir. “Si fuera aceptada la argumentación de que la compra masiva de votos viola la esencia de la elección, entonces se tiene que anular, tenemos que tener un presidente interino y volver a convocar a elecciones, pero lo veo muy difícil; los grandes poderes que determinan en gran medida la naturaleza del proceso político mexicano pues ya mostraron su aprobación del resultado del primero de julio y pues son poderes muy, muy fuertes”. —En caso de que el Tribunal Electoral del Poder Judicial de la Federación (TEPJF) ratifique la validez de la elección, ¿qué significado histórico tendría el regreso del PRI a la presidencia? “El PRI que regresaría a la presidencia es el mismo PRI que la dejó. Es un partido que no está comprometido con la democracia, no puede, no nació para eso. Entonces, regresaría el mismo PRI autoritario; pero probablemente en una situación donde no pueda ser hegemónico porque ahora hay una proporción de mexicanos que no acepta su presencia en la presidencia, que no lo consideran legítimo y por lo tanto le va a ser difícil llevar a cabo su proyecto político. “Las reformas que se propone hacer, que ése es el meollo de todo, van a requerir que tenga el aval del PAN, va a tener que negociar con el PAN y mucho; la reforma a la Ley Federal del Trabajo, la reforma fiscal de que se va a aumentar el IVA y desde luego la apertura de PEMEX a la empresa privada nacional y extranjera, si pasan, tienen que pasar con el apoyo del PAN y con la oposición de la izquierda; y esa oposición de la izquierda como no se puede manifestar en otra votación presidencial, se va a manifestar en movilizaciones”. — ¿Qué puede usted decirnos del movimiento estudiantil #YoSoy132 en comparación con los de otras épocas? “En el 68 se pedía básicamente echar abajo los mecanismos de represión del gobierno, pero en el fondo lo que se hacía era desconocer la legitimidad de todo el régimen político; eso estaba implícito más que explícito. “En este caso (del movimiento YoSoy132), por una circunstancia también relativamente secundaria que es la comparecencia de Peña Nieto en la Ibero, surge un movimiento como en el 68; digamos que el llano político estaba muy seco ya y la chispa podía haber venido de cualquier lado. “Los jóvenes estaban insatisfechos en el 68 con un sistema político que los hacía totalmente de lado y todo se centraba en el gran poder presidencial. Ahora no tenemos ese gran poder presidencial pero de todas maneras los jóvenes están muy insatisfechos con la calidad de esta democracia mexicana y ponen en cuestión a todo el sistema. “En esta ocasión no ha habido choques con la autoridad y espero que no los haya como en el 68, porque están teniendo lugar las manifestaciones en el Distrito Federal que es una zona que no controla el PRI; es una zona que les es favorable, es muy difícil suponer que ahora lancen al ejército en contra de los estudiantes, hay razones para suponer que las movilizaciones no van a ser contrarrestadas por la vía de la violencia. “El fondo último es igual al del 68: es una estructura de poder en donde un joven educado en una universidad y que tiene el presente más gris que nunca está insatisfecho con la forma en que se ejerce el poder y pone en duda toda la estructura. “En esta ocasión, es interesante, desde el principio se fueron no sólo contra los poderes políticos sino contra el gran poder fáctico que es la televisión; se fueron contra la estructura real de poder, no contra la formal. “Ahora el punto es cómo dirigir esa energía, lo están haciendo al estilo del 68, sin líderes formales abiertos, sino por asambleas; cuesta mucho seguir con esta fórmula, pero es muy buena, es más democrática, impide que se coopten a los líderes, o que se descabece con desaparición de líderes y el estarse reuniendo y discutiendo los problemas lleva a una mayor politización de la que ya había. Se está realmente politizando a una velocidad impresionante la vida en las universidades”. — ¿Cómo ubica usted a México en el contexto histórico actual en comparación con América Latina o el mundo? “Estamos atrasados, pero estamos haciendo el pago de esos años cuando México fue visto como una isla de estabilidad política, pongamos 1950, 1960; viendo a América Latina se decía: ‘México, éste sí que es un sistema político que funciona, todo estable’. Se recuerda que también entonces se acuñó la frase del ‘milagro mexicano’ para decir que hasta la economía está creciendo más que cualquier otra latinoamericana, 6 por ciento anual, el PIB; bueno, ahora la historia nos está cobrando esa etapa porque estamos más atrasados porque nos congelamos en el tiempo autoritario del pasado. “América Latina tuvo problemas enormes: Pinochet, los golpistas, los brasileños, uruguayos, el constante desastre político que era el Perú; ahora ellos van arriba; ya hicieron sus cambios y nosotros nos quedamos atrasados, estamos pagando el tiempo perdido que parecía un oasis autoritario en los años 50, 60, incluso los 70. “Y mientras América Latina a trompicones, avanzó, se enfrentó a sí mismo, a sus fantasmas, a sus demonios, y bueno, ahora tenemos a un Brasil que ya no pierde tiempo en pelearse consigo mismo, con su sistema político; Brasil ya está empeñado en su proyecto de ser gran potencia”. —Finalmente, ¿qué nos esperaría en cuanto a política para los próximos años? “Nos espera una política muy complicada. La falta de consenso se puede más o menos paliar si las elecciones son aceptadas como legítimas por todos, pero si a la falta de consenso se le añade el elemento de que una parte no acepta como legítimo eso, pues entonces se agudiza el problema de la polarización y la ausencia de un acuerdo mínimo sobre adónde llevar el país en el futuro inmediato. Va a ser choque tras choque. “Esperemos que esto no desemboque en violencia. Creo que hay, en eso sí, un acuerdo tácito de todas las fuerzas, que no van a usar de la violencia para su enfrentamiento, pero sí van a usar de la movilización. Que todo sea ya no para bien, porque bien ya no va a estar, pero que no sea tan desastroso como también pudiera llegar a ser este proceso político mexicano”.
Retroceso electoral, advierte Lorenzo Meyer
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