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martes, octubre 1, 2024
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Caminar por la vida

La vida es un recorrido en el tiempo, que nos permite acumular todo tipo de experiencia; buenas, malas, feas, bonitas, positivas, negativas, etcétera, experiencias de las cuales se ha de nutrir nuestro espíritu, alma e inteligencia. Somos nosotros los que definimos y elegimos los factores que nos parezcan más convenientes para desarrollarnos. De ahí se deriva que existan personas malas que creen que son buenas, personas buenas que creen que son malas, personas malas que realmente lo son, personas buenas que en verdad son buenas y personas ni buenas ni malas, simplemente indiferentes y grises, sin ningún contenido. Dependiendo de lo acertado de nuestras decisiones es como nos tratará el destino y la vida misma, quien elige bien, bien le irá. Quien elige mal, mal le irá. Pero quien no elige se tiene que conformar con lo que el destino le asigne, de tal manera que si mal le va no tendrá ni siquiera derecho a quejarse, mucho menos encontrará a quién echarle la culpa para tratar de sentirse mejor y justificar su fracaso. Así es la vida y no se detiene a esperar a nadie, transcurre inexorable y el que se rezaga pierde sus posibilidades de superación. Pero el triunfo o fracaso del humano no sólo depende de las decisiones que se tomen en lo personal, los factores externos influyen profundamente y en forma permanente en todo el trayecto de nuestra vida, son esos factores los que en cierta medida definen nuestra proyección en el futuro y quienes pueden apoyarnos para alcanzar nuestras metas o bien convertirse en el lastre que nos impida conseguir el éxito. Una de las principales causas de fracaso en nuestra existencia es provocada por las mismas personas con las que nos relacionamos, siempre existe alguien que de alguna forma nos coloque obstáculos en el camino y nos dificulte nuestra trayectoria. Lo interesante es tener la inteligencia para sortear las barreras que se nos coloque frente a nosotros y después de superarlas sacar provecho de la experiencia para ser más fuertes. Pero no todo el tiempo tenemos la capacidad para percibir las trampas que nuestros cercanos colaboradores, amigos o parientes nos colocan, sobre todo de aquellos en quienes se confía, cuando menos se piensa ya estamos de rodillas ante la traición y la envidia de esos seres nefastos que tanto abundan y que suelen ser la causa de muchas tragedias y desilusiones. Si observamos nuestro entorno y analizamos a aquellas personas con las que mantenemos una relación cercana, con facilidad nos daremos cuenta que un buen número de aquellos a quienes consideramos fieles y leales realmente no lo son, la traición es devota compañera de la envidia, y poca gente escapa de este sentimiento mezquino, aunque no todos lo exterioricemos y pongamos en práctica. Pero cuidado con aquellos para quienes la ingratitud es su escudo, ya que son los más peligrosos y sólo esperan que estés de espalda para atacarte y tratar de destruirte. Nunca confíes en un rostro amable porque puede ser sólo una mueca, ni en una sonrisa fácil que puede ser fingida. Mejor mira a los ojos y en su profundidad encontrarás la respuesta a tus preguntas. Escucha las palabras de tu interlocutor sin mirarle a la cara y que tu cerebro procese cada frase para encontrar el contenido oculto, sobre todo cuando te adulen y halaguen. En mi vida he sido blanco de más traiciones que lealtades, cada golpe lo asimilé en su momento y me dio la sabiduría para esquivar el siguiente impacto, pero también cada deslealtad fue minando mi capacidad para confiar en mis semejantes, así aprendí a rodearme de personas de quienes he comprobado su verdadera amistad, pero desgraciadamente el grupo de elegidos se reduzco a casi nadie. También comprobé que es mejor tener un solo amigo que realmente lo sea, y no decenas de camaradas que en cualquier momento y cuando más ocupes de ellos te darán la espalda. De igual manera ocurre con la familia, pero con el agravante del parentesco, por lo que una traición de parte de ellos suele doler infinitamente más que del resto de conocidos. Los caminos por los que nos conducimos en la vida suelen ser inciertos y ninguno está pavimentado, somos nosotros quienes con nuestro paso firme trazamos la vereda segura por la que recorremos el sendero de nuestra existencia, debemos aprender a caminar solos para no caer cuando nos falte la compañía, pero con la bondad y humildad suficientes para sostener a quien nos ocupe para sostenerse en pie y no dejarle tropezar y desplomarse. Para muchos el camino es largo y tortuoso, pero lo tenemos que recorrer aprendiendo sobre la marcha, aun sabiendo que al terminar el recorrido sólo nos espera el vacío y la nada, y este final nadie lo puede evitar, ni con el conocimiento adquirido ni con la bondad o maldad con que nos hayamos desempeñado en el pasaje de nuestra existencia. Pero con la satisfacción de haber cumplido con nuestro recorrido.   Juan Alberto Vega Parra Tijuana, B. C. ingjuanvega@hotmail.com

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Autor(a)

Redacción Zeta
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Redacción de www.zetatijuana.com
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