Los restos de Gregorio Barreto no contaron con la honra por parte de quien en los últimos días se convirtió en su malicioso promotor. Prácticamente fallecido en los terrenos de Jorge Hank, el ex presidiario y derrotado candidato al gobierno de Baja California, no se apersonó en los funerales de quien fuera diputado local. Pero señalan en la izquierda de Tijuana, más cerquita del Partido del Trabajo que otra cosa, que una semana antes de su fallecimiento, el diputado y el del Hipódromo entregaron a personas que comprometieron su voto el 1 de julio, su merecida recompensa en los predios de El Barretal; además, que el ex convicto le daba alas al del Mariano Matamoros para que buscara la presidencia municipal de Tijuana, mientras él iría por la gubernatura. El día que le dio el infarto, Barreto se encontraba en el restaurante de Pueblo Amigo armando su estrategia mediática. Pero ni la “cercanía” fue suficiente para que el ex convicto demostrara respeto póstumo. En lugar de acudir a las honras fúnebres, disfrutó de una función de box en el Auditorio Municipal de Tijuana. Esa es solidaridad y no otra cosa.
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