Billetes verdes con la imagen de Benjamin Franklin, fue la solicitud que hizo un elemento de las Fuerzas Armadas de México a un mexicoamericano que intentaba cruzar la línea divisoria entre Estados Unidos y México, con un objeto que debía declararse ante Hacienda. El belicoso elemento, uniformado y con arma larga, revisó la carga de la persona, la vio atractiva y costosa, pero en lugar de remitirlo a la oficina del Servicio de Administración Tributaria para que pagara los derechos por internar el artefacto al país, sin más preámbulo le dijo que por 200 dólares lo dejaba pasar. El conductor se negó y se regresó a los Estados Unidos. Al día siguiente, intentó de nueva cuenta cruzar su carga. Otra vez, otro soldado le pidió 200 dólares para dejarlo entrar a México, o de plano, que le vendiera para su uso personal la preciada carga. Una vez más, el mexicoamericano se regresó a territorio gringo, donde de plano consiguió una forma menos llamativa para la milicia mexicana de internar su artefacto recreativo. Resulta entonces que la Aduana que tanto ha costado limpiar con agentes jóvenes llamados técnicos, cuenta ahora con niveles de corrupción a partir de soldados y marinos que extorsionan a visitantes y residentes. El colmo.