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viernes, febrero 16, 2024
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“David Huerta es quizás el mejor poeta vivo de México”: Jorge Ortega

Mérida, Yucatán.- Durante la entrega del Premio Excelencia en las Letras “José Emilio Pacheco” 2018 a David Huerta, el poeta bajacaliforniano Jorge Ortega fue el encargado de emitir un mensaje sobre la vida y obra del homenajeado, el sábado 10 de marzo durante la inauguración de la Feria Internacional de la Lectura Yucatán (FILEY).

Concedido por la Universidad Autónoma de Yucatán (UADY) y UC-Mexicanistas a través de la Feria Internacional de la Lectura Yucatán (FILEY), el Premio Excelencia en las Letras “José Emilio Pacheco” le fue entregado a Huerta en el primer día de actividades de la FILEY el salón Uxmal del Centro de Convenciones y Exposiciones de Yucatán Siglo XXI.


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Durante la entrega del Premio a David Huerta, el poeta y ensayista Jorge Ortega (Mexicali, 1972) leyó su texto mientras escuchaban atentamente el propio homenajeado, entre algunas autoridades de Yucatán, Cristina Pacheco, esposa de José Emilio Pacheco; Sara Poot Herrera, directora de UC-Mexicanistas; Rodolfo Cobos Argüelles, director general de la FILEY; José de Jesús Williams, rector de la UADY y presidente de la FILEY; y el gobernador de Yucatán, Rolando Zapata.

A continuación, la reseña literaria íntegra que Jorge Ortega leyó en el homenaje a David Huerta y que compartió también con los lectores de ZETA:

“LA CAUDA DEL COMETA


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Por Jorge Ortega

“David Huerta es quizás el mejor poeta vivo de México. Hay alguno o alguna mayor o menor que él en edad y sin duda nombres fundamentales de la actualidad, pero nadie como David Huerta ha atravesado las selvas y los meandros, los desiertos y las estepas, las tundras y las cañadas del proceso de creación poética para encontrar primero una voz propia, hacerla madurar, llevarla hasta el límite y luego reinventarse tomando particularidades de los paisajes de ese largo camino andado.

“Así podemos de hecho interpretar el comportamiento de su obra poética toda, partiendo de “El jardín de la luz”, de 1972, hasta llegar a “La calle blanca”, de 2006, “Los grandes almacenes”, de 2013, o “El ovillo y la brisa”, libro de próxima aparición, pasando por “Cuaderno de noviembre”, de 1976, “Huellas del civilizado”, de 1977, “Versión”, de 1978, “El espejo del cuerpo”, de 1980, “Incurable”, de 1987, “Historia”, de 1990, “La sombra de los perros”, de 1996, “La música de lo que pasa”, de 1987, “Hacia la superficie”, de 2002, y “El azul en la flama”, también de 2002.

“Más que una curva evolutiva o una línea de desarrollo, este trayecto entraña un polígono irregular que da constancia de las cambiantes mutaciones de un proyecto de escritura asumido como un ministerio vital donde ningún libro, ningún cúmulo de experiencias que lo alimentan, es siempre el mismo o idéntico al que lo precede o lo sigue.

“El David Huerta de principios de los setenta no se parece al de los ochenta, que tampoco se asemeja al de los dos mil; no obstante, este último sí se reconcilia con el de su “opera prima” a través de las formas compactas, pero incorporando los intereses y las obsesiones que fue acumulando con los años. De modo que nada más ajeno al mundo poético de David Huerta que la idea de unidad entendida como aquello que permanece inalterable o comporta un progreso rectilíneo. La poesía de David Huerta representa en su conjunto un desafío a la tentación de cualquier encasillamiento.

“Proteica es, en suma, tal vez el adjetivo que mejor pudiera retratarla, un término que engloba a la par la amplia gama de estímulos que la han alimentado a través de todo este tiempo. David Huerta es un poeta a cuya avidez y curiosidad no le basta únicamente la poesía literaria. La indiscriminada variedad de referencias que guardan muchos de sus poemas lo patentan. Ahí están la novela, el cine y la música, pero igual la geografía, la mitología y la ciencia.

“Además de la sensibilidad que constituye el sustrato de esos poemas, hay una pulsión artística e intelectual que interactúa con la parte afectiva y contribuye en todo caso a emocionar el conocimiento, o bien, a hacer del conocimiento una experiencia tan emocional como lo que sentimos.

“No es casual por ello que David Huerta haya encontrado en el ensayo, la traducción, el periodismo cultural, la edición y la docencia otros campos de acción de sus inquietudes, engrosando por lo pronto una tradición muy definida en México y el mundo que es la de los poetas que, además de compartir emociones muy concretas, piensan y deciden compartirnos generosamente los hallazgos, las conclusiones o los avistamientos de ese pensar, como ocurre en “El correo de los narvales”, de 2006, que ofrece una aproximación a la poesía de Pablo Neruda a propósito del centenario de su nacimiento, y recientemente “El vaso del tiempo”, de 2017, una colección de textos críticos sobre la poesía aureosecular, uno de los hogares de David Huerta.

“Pero también habría que destacar sus entregas de El Universal y su columna Aguas Aéreas en la Revista de la Universidad que tantos gratos descubrimientos nos han brindado a los lectores. Dado que él mismo es uno de los nuestros o está igual de este lado en calidad de peregrino de libros abiertos, diría en todo caso que David Huerta es un gambusino que ha decidido participarnos espléndidamente en voz alta de sus exploraciones en la Amazonas de la lectura.

“Nacido en 1949, David Huerta vivió en carne propia los sucesos de 1968: el movimiento y la matanza. Pero también la atmósfera cultural y los principios de la lucha fraterna. A esta fecha coyuntural se remiten su noción heterodoxa y heteróclita de la poesía y la literatura, o bien, del saber literario, pero a la par los valores de solidaridad y apoyo moral con las víctimas de un Estado lapidario, como ocurrió con su adhesión a la causa de los estudiantes normalistas de Ayotzinapa y la elegía que compuso sobre este aberrante capítulo del México de hoy. Si la poesía es el género de las emociones, o el de la humanidad al desnudo, es precisamente el poeta una caja de resonancia de la realidad común en la que vive y comparte con el resto de los ciudadanos.

“Por todo lo anterior, yo diría que David Huerta es un humanista con conciencia social, es decir, un hombre de su tiempo, un destino que consuma mediante su labor como profesor en la Universidad Autónoma de la Ciudad de México, pero también como un poeta en cuyo universo creativo halla eco el clamor de una realidad a veces feliz, pero también a veces corrosiva. Y esto no hace sino volver a la premisa del inicio de estas líneas, la del ministerio de la poesía como una actitud demasiado humana que aglutina el oficio de la palabra lírica o reflexiva, la divulgación del conocimiento y la denuncia de las injusticias de este mundo.

“Hablo de David Huerta, quien desde hace dos décadas me ha privilegiado con su amistad y su magisterio, aunque en sentido amplio desde hace más, cuando abrí en la biblioteca de la preparatoria un ejemplar de “Incurable” y supe que estaba ante una experiencia decisiva, la que me llevaría a los 16 años, a consagrar mi vida a la poesía y al estudio de la literatura.

“Celebro, pues, la concesión de este merecido Premio Excelencia en las Letras “José Emilio Pacheco” 2018 a un autor que no solamente constituye un ejemplo de fidelidad a la poesía sino que también ha incidido con esa vocación de amor a los versos a transformar la vida de los demás.”.

Autor(a)

Redacción Zeta
Redacción Zeta
Redacción de www.zetatijuana.com
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