La violencia en México ha generado que los ciudadanos estén “perdiendo la fe” en el Estado y ha orillado a que busquen alternativas para protegerse, como en Monterrey, Nuevo León; Tancítaro, Michoacán; y Nezahualcóyotl, Estado de México, tres municipios que el diario estadounidense cita este lunes en una nota publicada en su portada impresa, firmada por los periodistas Max Fisher, Amanda Taub y Dalia Martínez.
“Cada uno es un refugio de relativa seguridad en medio de la violencia, lo que sugiere que su diagnóstico del problema era correcto. Pero sus ganancias son frágiles y han tenido un costo significativo […] Son excepciones que prueban la regla: la crisis del país se manifiesta como violencia, pero está enraizada en la corrupción y la debilidad del Estado”, indicó el NYT, sobre las tres ciudades con un mismo patrón.
En primer lugar el rotativo neoyorquino citó el caso de Tancítaro, un territorio rural “controlado” por cárteles del narcótrafico, “zona cero para la guerra contra las drogas en México, antes de llegar a un espectáculo tan extraño que puede parecer un espejismo”.
Este municipio michoacano es “una isla de seguridad y estabilidad en el periodo más violento de la historia del país”, aseguró el medio estadounidense sobre la zona de producción agrícola, que exporta más de un millón de aguacates por día, principalmente a Estados Unidos.
Tancítaro, señaló el NYT es “un estado independiente. Autopolítico y autónomo, es un santuario de los cárteles de la droga y del Estado mexicano”. Sin embargo, este férreo control lleva problemáticas como el aumento en la adicción a las drogas y el suicidio, según aseguran los lugareños, “a medida que el contrato social se deteriora”.
“Tancítaro representa una tendencia silenciosa pero reveladora en México, donde un puñado de ciudades y pueblos se están separando efectivamente, en parte o en conjunto. Estos son actos de desesperación, que revelan hasta qué punto la Policía y los políticos mexicanos son vistos como parte de la amenaza”, indicó el diario estadounidense.
En este municipio de Michoacán, los propietarios de huertos de aguacates, cuyas familias y empresas enfrentaron crecientes amenazas de extorsión, financiaron milicias para expulsar tanto a los narcotraficantes, como a la Policía local, que eran vistos como cómplices.
Esto dejó a Tancítaro sin Policía o un Gobierno -ya que los funcionarios habían huido-, por lo que el poder se acumuló en las milicias que controlaban las calles y en sus patrocinadores: una organización de ricos aguacateros, conocida como la “Junta de Sanidad Vegetal o Consejo de Sanidad Vegetal”.
“Casi cuatro años más tarde, mucho después de que otras ciudades administradas por milicias en Michoacán colapsaron con la violencia, las calles permanecen seguras y ordenadas. Pero al barrer las instituciones que permitieron que floreciera el crimen, la comunidad creó un sistema que en muchos aspectos se asemeja al control de los cárteles.”, aseguró el NYT.
En Monterrey pasó algo similar, pero en lugar de expulsar a las instituciones, la élite empresarial “se hizo cargo silenciosamente de ellas, todo con la bendición de sus amigos y socios de golf en las oficinas públicas”.
Sin embargo, dicho progreso, “una vez notable, ahora se está colapsando. El crimen está volviendo” desde que comenzó a gobernar, en octubre del 2015, el ahora aspirante a candidato presidencial independiente, Jaime Heliodoro Rodríguez Calderón, al que el rotativo estadounidense nunca menciona por su nombre.
Los empresarios ricos de Monterrey contrataron consultores de seguridad, desde el día en que José Antonio Fernández Carbajal, el director de Femsa, una de las compañías más grandes de México, le llamó al gobernador Rodrigo Medina de la Cruz -al que el NYT tampoco menciona por su nombre-, para informarle que un autobús de empleados había sido atacado por sicarios.
Un club de ejecutivos corporativos que se hacen llamar el Grupo de los 10 se ofreció para ayudar a financiar y reformar la Policía de secuestro estatal, y el Gobernador estuvo de acuerdo, indicó el rotativo.
“Contrataron a un consultor, quien aconsejó cambios de arriba a abajo y reemplazó a casi la mitad de los oficiales. Contrataron abogados para reescribir las leyes de secuestro y comenzaron a coordinarse entre la Policía y las familias de las víctimas.”
“Los directores generales ahora supervisarían una de las funciones más importantes del Gobierno. Contrataron a más consultores para poner en práctica las mejores y más recientes ideas sobre vigilancia policial, alcance comunitario, cualquier cosa que pudiera detener la violencia que arrasa su ciudad. Financiaron viviendas especiales y altos salarios para los oficiales”.
“Quizás lo más importante es que sortearon la burocracia y la corrupción que habían atascado otros esfuerzos de reforma policial […] El crimen cayó en toda la ciudad […] La experiencia de Monterrey ofreció aún más evidencia de que en México, la violencia es solo un síntoma; la verdadera enfermedad está en el Gobierno”, dijo el rotativo.
La toma de control corporativa funcionó como una especie de cuarentena. Pero, con la enfermedad sin tratamiento, la cuarentena inevitablemente se rompió […] Un nuevo gobernador […] dejó pasar las reformas y nombró amigos para puestos clave”.
“Ahora, el crimen y los informes de brutalidad policial están resurgiendo, particularmente en los suburbios de la clase trabajadora […] Los líderes empresariales, cuyos barrios ricos permanecen seguros, han fracasado o se han negado a presionar al nuevo Gobernador”, indicó el NYT.
En el caso de Nezahualcóyotl, ciudad de un millón de residentes, en la que antes sus policías “asaltaban a sus funcionarios”, es un municipio en el que ahora sus agentes son considerados “un modelo realmente prometedor”.
El jefe de Policía que supervisó este cambio, “un ex académico veterano” llamado Jorge Amador, durante años ha tratado a Neza “como su laboratorio personal, probando una mezcla salvaje de reformas duras, esquemas descabellados y experimentos extravagantes”.
“Amador fue libre para experimentar, sus éxitos se estancaron porque el Gobierno de Neza tampoco es normal. Se separó de una parte del Estado, que Joy Langston, un científico político, llamó el punto clave de fracaso de México: su sistema de partidos”.
“Neza invirtió el modelo de Monterrey: en lugar de establecer una fuerza de Policía independiente y cooptar el sistema político, estableció un sistema político independiente y cooptó a la Policía […] Amador está haciendo las dos cosas. Despidió a uno de cada ocho policías y cambió a todos los oficiales al mando. Quienes permanecen están bajo constante escrutinio”, aseguró el diario extranjero.
El jefe de la Policía de Neza ofreció a sus elementos “algo más valioso que el dinero: una orgullosa identidad cívica”.