Su nombre va aparejado a la corrupción, impunidad, liga entre el poder y la delincuencia, al uso de puestos para el exclusivo interés personal, su historia ya está atada al apoyo y surgimiento de los grandes capos del narcotráfico en una época incipiente, su nombre: Rafael Chao López, originario de Mexicali, ex comandante de la Dirección Federal de Seguridad, la policía que dio el salto para convertirse en el principal apoyo y soporte de los grandes narcotraficantes de la época. De acuerdo a datos extraoficiales Rafael Chao López falleció el sábado pasado en la ciudad de Morelia, en Michoacán, donde aparentemente se había asentado después de la agitada vida que llevó durante años. Hay quienes afirman que nació en Mexicali, que vivió en la colonia Loma Linda, que era dueño de centros comerciales y departamentos en el fraccionamiento San Marcos, que tenía casas de seguridad en esa zona, que su presencia se notaba por el grueso de escoltas que de repente resguardaban una casa en la calle Colina, casi frente a lo que fue el Mercado 39 y que ahora ocupa un negocio de carne y verduras. Oficialmente solo tiene una propiedad registrada a su nombre, un lote ahí en San Marcos por la Calle de la Rumorosa, aunque en su momento fue propietario del restaurant Palacio Mandarín a la par de una importadora de electrónicos conocida como Distribuidora Marín. De acuerdo a una bien documentada investigación del periodista Humberto Padgett y publicada en el portal SinEmbargo en septiembre del 2013, Chao ingresó a los cuerpos policiacos como operador de radio en la Policía Federal de Caminos, llegó a Sinaloa como agente municipal y regresó a Mexicali como agente del Servicio Secreto. De ahí paso a ser agente de la Policía Judicial Federal y dio el brinco en 1978 como comandante de la Dirección Federal de Seguridad, la policía política que en los regímenes de Díaz Ordaz, Echeverría y López Portillo se fortalecieron por la ferocidad de sus acciones contra grupos opositores de izquierda. Fue la etapa de la llamada “guerra sucia” donde cientos de estudiantes, maestros y sindicalistas fueron asesinados y desaparecidos. Pero después del fin de la guerra fría, estas esferas policiacas voltearon hacia el narcotráfico –entonces incipiente— y enfilaron hacia la frontera norte. Chao López fue comisionado a Tamaulipas, donde, a la par de sembrar el terror, protegió y colaboró con los capos que apenas despuntaban. Miguel Nazar Haro, José Antonio Zorrilla –acusado del asesinato de Manuel Buendía—, Miguel Aldana, Guillermo González Calderoni fueron parte de esa mafia gubernamental que a base del poder de las armas y las charolas crearon un imperio de millones de dólares. Eran los ochentas, tiempos de Rafael Caro Quintero, de Juan Nepomuceno, de Don Neto, pero el asesinato del agente de la DEA Enrique Camarena –nativo también de Mexicali— empujó al gobierno estadounidense a perseguir a toda esta generación de funcionarios con doble careta, entre jefes policiacos y soporte de narcotraficantes. Chao López fue Comandante de la DFS en Nuevo León y Tamaulipas en los tiempos en que José Zorrilla Pérez tenía todo el poder en la dependencia federal, de ahí que se denunciara que Chao se encargaba de cobrar piso a los narcotraficantes y polleros que intentaban cruzar hacia Estados Unidos. Según el testimonio del agente efectivo Javier Ortiz García recabada por SinEmbargo, el Chao López era el encargado de llevar un maletín repleto de dinero a Zorrilla Pérez, este último mantenía una relación de negocios con el famoso narcotraficante Rafael Caro Quintero. Aparte de las propiedades en Mexicali, a Chao se le localizaron residencias en San Diego y McAllen, Texas, en Morelia y en Matamoros, fue detenido acusado de varios delitos, entre secuestro y desapariciones, pero luego liberado. En Mexicali era un personaje igual temido que conocido y hasta hace poco todavía hacía presencia de vez en cuando en alguno de los lugares nocturnos de la capital bajacaliforniana.