Descrita como un canto a la libertad, la obra “El Último Preso” reunió nuevamente a la familia Bichir en el escenario; suceso que consideraron inusitado incluso para ellos que, por sus complicadas agendas, no suelen verse seguido. Sin embargo, la grata consecuencia de lograrlo se permeó a cientos de tijuanenses durante el miércoles 20 de mayo, cuando ofrecieron dos funciones en la Sala de Espectáculos del Centro Cultural Tijuana. En ambas, el entablado contó con las actuaciones de Bruno y Demian Bichir junto a Reynaldo Rossano, para dar vida a la trama que en 1958 escribió el polaco Slawomir Mrozek, y que por segunda ocasión monta Alejandro Bichir, padre del par de actores que alternan sus roles con Odiseo, el otro de sus hermanos. “Uno siempre procura hacerse espacio para volver al teatro, que es donde crecimos”, apuntó un día previo a las presentaciones Demian Bichir, quien interpreta al sargento del departamento de Policía en la que se desarrolla la historia, cuyos diálogos críticos arremeten irónicamente ante un gobierno ficticio que bien podría ser cualquiera conocido en la actualidad y que el actor nominado al Óscar en 2012 por “A Better Life”, se encargó de compararlo con lo que pasa en México y Latinoamérica: “Nosotros hemos aplicado a través de muchos años la política del olvido, vamos a ver si dejando de hablar de ello se olvida. Yo creo que no hay un solo rincón en el país que esté dispuesto a olvidar y a partir de ahí son una serie de pendientes que tienen nuestros gobiernos, la gente que ha conducido al país y que necesitan responder. Uno de ellos evidentemente tiene que ver con la justicia, cuando un pueblo no ve justicia y se desconsuela, y se descorazona y se arroja a la desesperanza. Esta obra es una oda a la libertad en ese sentido”. Y la premisa en ella parte del mismo esquema: en un lugar donde las máximas autoridades son un “Niño Rey” y su tío “El Regente”, el último preso de la cárcel decide firmar una declaración de lealtad, luego de estar diez años encarcelado, pues cree que sin revolucionarios nuevos, disidencias y nadie que reclame mejores circunstancias, su lucha ya no tiene sentido. Así, en el país que supuestamente es perfecto, porque ya no hay nada que protestar, la Policía se enfrenta a la encrucijada de no poder detener a nadie más, perdiendo también su propia razón de ser. 
Además de dirigir la puesta en escena, Alejandro Bichir interpreta al último preso que es vigilado por un coronel que cobra vida a través de la actuación de Bruno Bichir. Mientras que Reynaldo Rossano se encarga de impregnarle el humor a las escenas cuando interpreta a la esposa del sargento y al General de la comisaria. De esa forma, en algún momento, todos los actores llegan a estar sobre el entablado para ser críticos a temas como los impuestos, el Seguro Social, los funcionarios públicos y nuevas reformas, en una constante alusión que es fácil referenciar al mandato de Enrique Peña Nieto. Pero que también permite apreciar el talento actoral que fluye en su familia, una que para “mantener viva la protesta por la desaparición de los 43 estudiantes (de Ayotzinapa)”, simbólicamente reveló una placa negra en su función número 43, que fue el sábado 16 de mayo en Los Ángeles, California, y de la que agregaron: “Creo que ninguno de nosotros, ni millones de mexicanos, olvidan que hay muchos pendientes en este país, ese es uno de ellos”. Dicha función fue la primera en que participó Demian Bichir, posteriormente le siguieron las dos ofrecidas en Tijuana y un par más en Mexicali ayer jueves 21. Sin embargo, después de éstas retomó sus otros proyectos, no sin descartar que para la nueva temporada en la Ciudad de México, a realizarse en el Teatro Helénico, vuelva a incorporarse porque considera que “el teatro es maravilloso y los ángeles bajan, te cuidan y te guían”, aun cuando la preparación de su personaje lo tenga que volver a hacer a distancia del resto de los Bichir, una dinastía de actores que hoy goza de un momento único al reunirse nuevamente para trabajar en el lugar donde nacieron sus carreras.
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