Las ruedas de los porta féretros rompen el silencio. Tardan lo que parece ser una eternidad en recorrer el salón de usos múltiples del Instituto de Capacitación y Adiestramiento de la Policía Municipal (ICAP).
Los dos ataúdes son impulsados por los apretados puños de los agentes pertenecientes a los “Emes”, la división policíaca de los motociclistas. También participa uno de los familiares de los fallecidos.
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Sigue prácticamente todo callado, interrumpido solamente por los susurrantes pasos de los cercanos de cada uno de los dos policías asesinados, que como si vinieran cargando toneladas de peso sobre sus hombros lentamente van y ocupan las sillas que separadas por el pasillo, identifican a los deudos de cada familia.
No lloran. No emiten palabra. Parece que no salen del estado de shock que vienen sufriendo desde hace unos días, cuando Fidencio Figueroa Rodríguez y Omar Araujo, policías municipales de Tijuana fueron cobardemente atacados por sicarios que sorpresivamente los atacaron con armas de fuego de alto poder.
En el lugar de los hechos, un modesto restaurante de comida china donde los oficiales tomaban sus sagrados alimentos, falleció Fidencio Figueroa Rodríguez. Unos días después, en la Cruz Roja, su compañero Omar Araujo.
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Empieza la ceremonia. He asistido a varias de esta naturaleza, pero cada una no es menos impresionante que la anterior.
El Director General de Policía y Tránsito de Tijuana lee el “Parte de Hechos”, narrando los escalofriantes momentos donde a respuesta a la llamada de emergencia, arribaron los paramédicos, encontrando a dos personas de sexo masculino heridos, tirados en el suelo. Los revisan y se percatan de que Fidencio Figueroa Rodríguez y Omar Araujo ya no tiene signos vitales. De inmediato brindan los primeros auxilios a Fidencio Figueroa Rodríguez y Omar Araujo a quien suben a una camilla y lo trasladan a la Benemérita, donde luchó hasta el último aliento por conservar una vida que ya le estaba escapando desde el artero ataque.
En la ceremonia luctuosa, a continuación, se lleva a cabo el último pase de lista. Sacude hasta la médula. Se mencionan algunos nombres de policías presentes, quienes responden según su estilo con un “¡Presente!” o un “¡Presente, señor, sí señor!”, para enseguida, mencionar tres veces los nombres de los policías asesinados, a lo que a una sola voz, todos los policías gritan las tres veces “¡PRESENTE!”, haciendo notar por los oídos, las venas y el cerebro ante la ausencia de los caídos, pero a la vez la solidaridad, el dolor, la rabia y la sed de justicia de sus compañeros y de todos los presentes.
Siguen emotivas palabras del Director del ICAP, quien exhorta a los cadetes a hacer retumbar las paredes con los valores y la filosofía del policía.
Continúa sentido mensaje del Secretario de Seguridad Pública Municipal, tras de lo cual se entregan a los familiares más cercanos de los agentes caídos sus fotografías y los estandartes de honor con los cuales llegaron cubiertos los ataúdes, resaltando los escudos de la corporación por la cual dieron sus vidas sus ocupantes.
Finalmente, el Alcalde hace uso de la voz y difícilmente puede contener el coraje por lo sucedido, la impotencia por no existir manera de devolver la vida a los fallecidos y centra su mensaje en instruir a los agentes en activo a usar toda la fuerza que sea necesaria contra los delincuentes y aunque no lo dice expresamente, se trata de una orden para disparar.
Mientras que todo esto sucede, las redes sociales, los medios de comunicación y la población en general lamentan lo sucedido. El ataque no fue contra dos policías, fue en contra de toda la corporación, fue en contra de toda la sociedad.
Todo es cuestión de honrar a los policías caídos en acción.
Alberto Sandoval es Fundador de Alianza Civil, A.C., Presidente del COMOSC y Secretario del CEFAB.
Correo: albertosandoval@alianzacivil.org
Internet: www.alianzacivil.org Facebook: Alberto Sandoval. Twitter: @alsandoval
